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martes, 29 de marzo de 2016

Bucéfalo



Macedonia, año 327 A.C. 
Eran muchos los atrevidos jinetes, entre ellos los mejores de Macedonia, los que osaban acercarse para intentar montar a aquella gran bestia negra de ojos brillantes. Prácticamente hacían cola para ser derribados. Uno tras otro iban cayendo sobre la arena del suelo, del que, con las rodillas ensangrentadas, se volvían a levantar lo más rápidamente que podían.
Nunca antes se había visto un equino tan grande e impresionante como aquel, en su cuerpo, completamente negro, no se lograba distinguir ni la más mínima mota de diferente color, salvo una mancha blanca en su frente a la que la caprichosa naturaleza había dado forma de estrella. El Rey, Filipo II, lo había comprado la semana anterior por una importante suma,  por lo que en su inexpresivo y frío rostro empezaba a dejarse ver un ligero reflejo de arrepentimiento.
"Nadie podrá montar jamás a este caballo..." Había llegado a pensar el Rey, observando con impotencia aquel lamentable espectáculo.
Desde una de las ventanas del palacio, dos niños pequeños observaban la escena, viendo como caían, uno tras otro, cada uno de los que ni siquiera lograban rozar aquel negro lomo.
—Yo voy a montar a ese caballo.—Le dijo uno de los pequeños al otro, que lo miró con una expresión de sorpresa, a medio camino entre miedo y la incredulidad.—¿No te has dado cuenta? Se asusta de su propia sombra.
El decidido joven se acercó al corro que los hombres tenían formado alrededor de los jinetes derribados, estos, en cuanto lo vieron venir, formaron un pasillo entre ellos para facilitarle el camino hasta el Rey.
—Si me dejas intentarlo, yo lo montaré.—Le dijo a Filipo con decisión.
Por unos segundos, el Rey lo miró asombrado, pera después soltar una carcajada que contagio a todos los presentes. Solo el imaginar a un niño de 9 años consiguiendo lo que ellos llevaban intentando toda la mañana les daba ganas de reír.
—Está bien, adelante.—Le indicó el Rey sin dejar de sonreír.
El silencio se hizo de nuevo cuando el niño se acercó cauteloso hacia el animal y comenzó a acariciar sus duras y ásperas crines para, en un momento de  distracción de la bestia, agarrarlas fuertemente y dirigir su gran cabezota hacia el sol del mediodía. El caballo quedó encandilado en seguida, tiempo que el chico aprovecho para subirse rápida y ágilmente a su lomo. La bestia se quejó con un fuerte relincho y echó a correr, llevando al joven jinete sobre él. La nube de polvo que dejó a su paso hizo que los presentes lo perdieran de vista en seguida.
Todos quedaron boquiabiertos, incluso Fipilo, que ni siquiera pestañeó, manteniendo sus ojos grises fijos en el horizonte.
Pasaron varios minutos y aún no había ni rastro del caballo ni de su montador. Los hombres comenzaron a pensar que el chico habría caído del lomo del animal, pues no habría podido aguantar mucho la fuerza que este rezumaba. Pero de repente, una sombra negra volvió a hacerse visible en la lejanía, y para sorpresa de todos, el pequeño iba sentado sobre ella.
La actitud del fiero caballo parecía haber cambiado de repente, parecía haberse tranquilizado... No parecía el mismo… Con paso lento, firme y relajado avanzó hacia el Rey Filipo, frente al que se detuvo a menos de un palmo de distancia, dejando entonces bajar a su joven domador.
Fipilo abrazo fuertemente al pequeño con el rostro empapado por lágrimas de orgullo. Después lo miró, y le hablo:
—Alejandro, hijo mío. Macedonia es muy poco para ti.

Aquel imponente caballo negro, al que las más osadas lenguas se han atrevido a calificar como híbrido entre camello y elefante a lo largo de la historia, llevó por nombre Bucéfalo, y fue el regalo más importante con el que el Rey Filipo obsequió a su hijo Alejandro. Bucéfalo acompañó a Alejandro el Grande durante toda su vida, y nunca, jamás, permitió que nadie que no fuera él lo montara. 

1 comentario:

  1. Amiga Ana: este relato tuyo ya lo había leído en el perfil que tienes en Falsaria. Y me dejó la misma sensación ahora que cuando lo leí entonces: Es absolutamente maravilloso.

    Mi más sincera enhorabuena. Nos seguiremos leyendo.

    Un abrazo.

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