Este relato lo escribí gracias a un compañero de clase, como si fuera un desafío, ya que su estilo es muy diferente al mio.Pero como considero que los escritores, al igual que los cantantes, deben darle a todos los palos, accedí.
¡Y es gracias a esas cosas que surgen las mejores ideas! La idea que tuve me gusto tanto que espero algún día poder plasmarla en forma de novela, que se titulará precisamente así: ALAS BLANCAS, ALAS NEGRAS.
De momento os dejo aquí ese primer texto que la inspiró.
ALAS BLANCAS, ALAS NEGRAS
Aquella cafetería apestaba… Las mesas estaban sucias y las
ventanas tan cubiertas de polvo que apenas se podía ver la calle a través de
ellas. Incluso la taza en la que le habían servido el café tenía el borde
manchado de carmín.
Con un gesto de repulsión, apartó la taza de café de él, no
tenía ninguna intención de probarlo. Mientras inspeccionaba el crepe de
chocolate antes de llevárselo a la boca, sonó su teléfono. Con la otra mano lo
buscó en el bolsillo de su chaqueta.
—¿Quién es?—Contestó.
Una voz femenina le respondió desde el otro lado de la
línea.
—¡Jake! ¿Estás preparado?
–Claro, estoy en el sitio que me indicaste. Aunque me lo
imaginaba más acogedor, no sé por qué...—Dijo mirando asqueado a su alrededor.—Pero
dime, hermanita… ¿Estás segura de que son ellos?
—¡Por supuesto! ¿Acaso dudas de mí? No solo están acabando
con demonios, Jake, sino también con personas, personas que han traspasado la
línea que separa el bien del mal.
—El mal está presente en la tierra no solo en forma de demonio,
sino también de mortal, pero eso ya lo sabemos todos…
—Nuestros hermanos parecen confundir esos dos conceptos.
Tenemos que pararles los pies, ya han caído más mortales de la cuenta, papá
empieza a enfadarse… Pero a enfadarse de verdad.
Jake se quedó callado, algo a otro lado de la polvorienta
ventana había llamado poderosamente su atención. Dos figuras vestidas de negro
avanzaban decididamente al unísono, su imponente aspecto hacía que destacaran
con facilidad en medio de aquella hormigueante calle de los barrios bajos de
Anchorage.
—¡Jake! Contesta, ¿qué pasa?
—Dawn, luego te llamo.—Dijo secamente, y colgó el teléfono y
se levantó.
Tras la barra, una chica con más pinta de puta que de
camarera, masticaba chicle con la boca abierta.
—Son dos dólares, guaperas.—Le dijo.
Jake sacó su cartera y comenzó a rebuscar en ella, sin
apartar la vista de las dos negras figuras que ahora se detenían frente a la
entrada de un callejón, justo delante de la cafetería. En la pared, justo en la
esquina de esa entrada, se apoyaba una esquelética prostituta yonki, a la que
ambos agarraron fuertemente por los brazos, arrastrándola al interior del
callejón.
—¡Es para hoy! Tengo más clientes esperando.—Le presionó la
camarera, impaciente.
Jake vació el contenido de su cartera en la palma de su mano
y lo arrojó sobre la barra, las monedas salieron rodando en todas direcciones. Pero
antes de que la chica volviera a protestar, Jake ya había abandonado aquel
andrajoso local.
Cuando llegó al callejón comenzó a oír los gritos de la
chica al final de él, pero estos no duraron mucho… Avanzó con grandes zancadas
unos metros más, hasta toparse con aquellos oscuros hombres, que se volvieron
hacia él. Aquellos tres hombres tenían un aspecto muy similar, casi idéntico.
Los tres vestían pantalones, camisa y chaqueta de cuero negro. Sus ojos, de un
curioso e inusual color dorado, eran enormes y penetrantes, y su estatura era
imponente, alta y fuerte. Solamente el color dorado del pelo de Jake lo
diferenciaba de los otros dos, que lo tenían negro como el ébano, que lo tenían
negro como el ébano.
—Sabíamos que vendrías, hermanito…—Dijo uno de ellos, riendo
sarcásticamente mientras guardaba una daga en su bolsillo, resplandeciente bajo
la tenue luz de la farola que iluminaba el callejón.
—¿Quién te ha dicho que estábamos aquí? ¿Nuestra querida
Dawn?—Preguntó el otro.
Nada más oír el nombre de su hermana hizo que la sangre
pareciera hervirle en las venas.
—No metáis a Dawn en esto, Dann.—Amenazó Jake, con dientes
apretados.
Ambos se miraron y sonrieron de una manera desagradable.
—Vaya, vaya, de modo que estáis los dos en el ajo...—De
repente algo interrumpió la frase de Dann, que quedó a medias.
Dos coches de policía se detuvieron en la entrada del
callejón, el sonido de su sirena hizo que los oídos de Jake sintieran un fino y
desagradable pinchazo. En seguida, los tres hermanos oyeron como el sonido de
varias y gruesas botas avanzaban hacia el fondo de la calle.
—Te has salvado por los pelos, Jake. La próxima vez acabaremos
con vosotros, con Dawn y contigo. No nos detendréis jamás.
Los dos hermanos chasquearon los dedos y se desvanecieron en
el aire, Los pasos de los policías sonaban cada vez más cerca…
El cadáver de la famélica prostituta, sobre un charco
escarlata que se hacía cada vez más grande sobre el suelo de la calle, fue lo
último que vio Jake antes de chasquear también sus dedos.
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