Hacía tiempo que no volvía a Japón, ¡y la verdad es que me apetecía muchísimo! Espero que ese sueño se haga realidad algún día, no muy lejano... Mientras sigo con mis sueños...
Esta vez me he dejado llevar por el valor de la amistad, lo que debe de significar, y significa, encontrar en este complejo mundo a alguien que, pase lo que pase, siempre estará a tu lado, en lo bueno y en lo malo, además de que, a pesar de los años que pasen, del tiempo que puedan llevar sin hablarse y sin saber el uno del otro, lascosas vuelven a encajar perfectamente cuando se vuelven a juntar, porque la verdadera amistad es para siempre. a lo largo de nuestra vida, con suerte, tedremos la oportunidad de conocer a varias de estas personas, las cuales podremos contar perfectamente con los dedos de una manos, en mi caso soy afortunada de haberme topado con una de ellas.
El que tiene un amigo, tiene un tesoro, ¡y que verdad que és! Este relato se lo quiero dedicar a esa persona especial en mi vida, esa que, a pesar de todos los años que hace que nos conocemos, entre nosotros no ha cambiado nada, al contrario, ¡todo se ha hecho más fuerte! Quisiera dedicar este relato a mi amiga Rocío Mora Martín. Amiga, en alguno de mis sueños, nuestra amistad ha sido igual que la de las protagonista de nuestra historia... Así te quiero.
Por supuesto, en este relato ambientado en Japón (guiño a nuestro eternamente amado Sailor Moon) tampoco faltará la parte sobrenatural. ¡Disfrutadlo!
EL VIAJE DE LOS CORAZONES ROTOS
¿Quién es? ¿El otra vez?
Mierda,
Mei y su especial cualidad para pillarte en los momentos menos
oportunos…
—No, ya hace dos días que no me llama…
—dije escondiéndome el móvil, pero antes de que me diera tiempo a hacerlo, mi
amiga me lo quitó de las manos con un movimiento tan rápido que hasta me
sorprendió.
—A ver, ¿qué mirabas? —dijo mientras
deslizaba el dedo por la pantalla con toda su poca vergüenza—. ¡Ohhh! El
balneario de Kinokuniya… —De pronto, y como si se hubiera dado cuenta de algo
importante, se calló y me miró, clavándome esa también típica mirada suya de
“lo siento, he metido la pata”—. Perdona… ¿Pensabas ir con él? Me han dicho que
es un lugar bastante romántico.
Yo le quité el móvil de las manos y me lo
guardé. No quería que también descubriera todas las fotos de Akemi que tampoco
me había atrevido a borrar aún. Akemi y yo habíamos sido una pareja muy amante
de la naturaleza, y cuanto más salvaje mejor. También era cierto que llevábamos
bastante tiempo con ganas de visitar aquel balneario, uno de los más
privilegiados que teníamos en Hanoke, a solo quince minutos en coche desde
nuestro vecino lago Ashi, que se extendía justo debajo del volcán del mismo
nombre, el mismo que daba calor a las famosas termas. Por desgracia, todo se
fue al traste antes de que pudiéramos realizar aquella visita.
—Sí, íbamos este fin de semana. —admití. No
sería capaz ni de describir el desgarro tan grande que sentí al decir aquellas
palabras.
Mei cogió mi mano y la apretó con cariño.
Ella siempre había estado cuando más la había necesitado, y aquella vez no era
para menos. Hacía menos de dos semanas que había roto mi relación con Akemi
después de cuatro años de noviazgo, incluso habíamos hablado de boda… Pero
claro, todo aquello había ocurrido antes de que me lo encontrara con esa
estirada de Yoko en nuestra cama, en nuestro propio apartamento… ¿Cómo había
sido capaz?
Un nuevo apretón de Mei me arrancó de mis
pensamientos.
—¡Toma! Bébete esto, te sentara bien —dijo
acercándome un generoso baso con un líquido verdoso, ni siquiera me había dado
cuenta del par de vasos que ella había dejado sobre la mesa.
—¿Qué es? —pregunté, alcancé el vaso y
acerqué mi nariz a la bebida—. Huele muy dulce.
—Es mojito, pruébalo, ¡está buenísimo! —Mei
dio un largo trago a su mojito con los ojos cerrados—. Ahhhh… ¡Dá la vida!
Yo la miré con cariño, ella siempre había
sido una chica optimista, miraba la vida con los ojos y los pensamientos más
felices que había podido conocer jamás. Todo para ella tenía una parte
positiva, por mínima que ésta fuera, y ella siempre la encontraba. Por muchos
obstáculos que se cruzaran en su vida, como en la de todos, ella siempre salía
adelante, luchaba por lo que quería, nunca se rendía, siempre sonreía…
Realmente, eran las personas como ellas las que verdaderamente eran dignas de
envidiar, no a esas delgaduchas con cuerpos esculturales y rostros de ángel, el
optimismo era una de las mayores facultades de las personas.
—¿Sabes qué? —Continuó Mei—. Voy a ir
contigo a ese fin de semana, sería una pena que perdierais el dinero y no
disfrutáseis de esas termas. Yo nunca he estado allí, pero me han dicho que son
maravillosas.
No se me había ocurrido aquella idea. Lo
cierto era que pensaba tirar los papeles de la reserva y llamar para cancelar
la reserva nada más llegar a casa, pero aquella era sin duda una mejor idea.
—Pues sí, estaría genial… Me encantaría
pasar contigo este fin de semana.
Ella me sonrió y me abrazó.
—Para eso están las amigas, ¿no? Y para
celebrarlo, ahora mismo tú y yo nos vamos a cenar unas ricas hamburguesas
grandotas, ¿te apetecen? ¡Oh! ¡Espera, vamos a inmortalizar este momento! —dijo
mientras sacaba de su bolso su nuevo palo selfie, colocó su móvil en el
mecanismo y lo estiró por encima de la mesa. Toda la gente de la cafetería nos
miraba, pero a mí no me importaba, me sentía feliz—. ¡Di “hamburguesas”!
La tarde del viernes, ya tenía todo
preparado antes de salir. Mai y yo habíamos quedado en que ella me recogería
con su coche, para así evitar tener que pagar una plaza doble en el parking, y
también para ir cotilleando por el camino, claro. Pero por desgracia, mi amiga
me llamó solo quince minutos antes de salir, diciéndome que le había surgido un
problema de última hora y que si no me importaba ir adelantándome.
Durante un momento me sentí confusa,
bloqueada. ¿Qué quería? ¿Qué fuera yo sola a aquel spa en el que iba a pasar el
fin de semana con mi ex? Bueno… No sería para tanto, además, me dijo que lo que
la retenía era un asunto sin mucha importancia y que solo tardaría dos horas
más en llegar.
Yo no estaba muy acostumbrada a conducir, a
Akemi le encantaba hacerlo… Pero no me vino mal reencontrarme con el volante y
la carretera. El viaje hacia a las afueras me despejó bastante, los paisajes
eran magníficos y soleados, menos cuando alcancé los últimos cuatro kilómetros
de camino… Una densa niebla lo inundaba todo, como si solo quisiera dominar
aquella parte de las montañas. No me sorprendió, normalmente por aquella zona
solía aparecer bastante niebla, pero se suponía que iba a ser un fin de semana
soleado según el tiempo.
Cuando por fin llegué, un amable chico se
ofreció a llevar mis maletas hasta la recepción de las termas. El edificio que
las componía era realmente espectacular… Hasta aquel momento solo había tenido
la oportunidad de verlo por fotos, pero una vez allí mi concepto sobre él
cambió por completo, para bien, por supuesto. Contaba con al menos cuatro
plantas al estilo totalmente tradicional, lo que dotaba al lugar de un encanto
especial. El tatami que cubría el suelo estaba limpísimo y era especialmente
cálido, todos sus detalles habían sido mimados para la mayor comodidad y
desconexión de sus huéspedes o clientes. Mirara a donde mirara, todo evocaba
paz y relajación… Y precisamente así fue como me sentí en aquel momento.
Tras el mostrador de recepción me esperaba
una señora con una sonrisa amable. Llevaba un peinado y un kimono gris
impecable. Nada más acercarme a ella me extendió unas cómodas zapatillas de
algodón para que la sustituyera por mis zapatos.
—Bienvenida al balneario Kinokuniya. ¿Ha
tenido un cómodo viaje? —Me preguntó amablemente.
Su voz era dulce, encajaba perfectamente
con su apariencia. Debía tener más o menos la edad de mi madre, y sus ojos
desprendían una gran bondad y amabilidad.
—Oh, desde luego. Tienen ustedes unas
vistas privilegiadas. Yo soy Ayako Takamura, tenía una habitación reservada
para esta noche.
—¿Una habitación para dos? —preguntó la
señora consultando el pequeño ordenador cuya presencia era casi inapreciable
para los huéspedes.
—Oh, sí. Mi amiga llegara un poco más
tarde.
La seguí hasta mi habitación, por el camino
pude seguir viendo lo extremadamente cuidado y limpio que era el lugar. A la
hora de pasar por una zona totalmente cubierta de ventanales, los mismos que
deberían permitirme ver parte de las termas calentadas por el volcán. Descubrí
con desanimo que aquella dichosa niebla no me permitía verlas.
Mi guía pareció darse cuenta de mi
decepción, se giró hacia mí sin dejar de sonreír:
—No te preocupes, hija. La niebla solo
estará aquí esta noche, mañana tu amiga y tú podréis disfrutar de las montañas…
—Es un alivio —respondí queriendo esconder
mi molestia—. Hasta parece que ya es de noche.
No nos cruzamos con ni un solo cliente más
durante el camino hacia nuestra habitación, seguramente de haber estado
haciendo aquel camino sola me hubiera dado escalofríos…
La habitación que nos habían asignado
estaba casi al final de uno de los pasillos, era bastante espaciosa e
igualmente decorada y amueblada al más puro estilo tradicional. El baño se
separaba del dormitorio principal a través de unos paneles casi transparentes,
al igual que la pequeña sala provista de su correspondiente mesa para el té.
Sobre ella, varias varitas de incienso inundaban la habitación con el dulce aroma
de la rosa y de la flor de algodón. Sobre el futón, lo suficientemente grande
para dos, varios pétalos de rosa formaban la silueta de un corazón.
“Vaya… Sí que es un lugar romántico, una
pena habérmelo perdido con Akemi. Podríamos haber venido hace ya tanto tiempo…”
La amable recepcionista colocó una bandeja
con una tetera humeante y un par de tazas de porcelana, la cual no tenía ni
idea de donde había sacado, y se retiró con la mayor de las educaciones.
—Que tengan una agradable estancia —dijo al
despedirse.
Yo le respondí con una inclinación de
cabeza y dejé mi mochila en el suelo. Saqué mi móvil del bolso para comprobar
la hora, pero justo antes de verla empezó a sonar. Era Mai.
—Hombre… ¿Dónde te has metido? Te estoy
esperando y está empezando a hacerse de noche. —Le reñí entre bromas.
—Disculpa, Ayako ¿Ya estás en el ryokan?
—Sí, salí a la hora que acordamos. Acabo de
llegar.
—¿Y está pasando algo raro?
No puedo negar que aquella pregunta me
extrañó y me puso algo nerviosa.
—¿Algo raro? ¿De qué hablas? ¿A qué hora
vas a llegar?
Un largo silencio se antepuso a su
respuesta. Aquello me hizo ponerme algo más nerviosa, ¿Qué le pasaba a Mai? Su
voz sonaba rara, ¿estaba preocupada por algo?
—Tardaré al menos un par de horas más en
llegar.
—Mai, ¿estás bien? Te escucho rara.
—No, tranquila. Tú disfruta del spa.
Espérame, ¿vale?
—¡Claro! U beso y ten cuidado por el
camino, debe de ser muy peligroso cuando está oscuro.
Y colgué.
Que llamada más extraña… Mai no solía
actuar así. De todas maneras no le di mucha más importancia, ya hablaríamos de
ello cuando llegara.
Bueno… Estaba sola, sí, pero en unas termas
preciosas, románticas y relajantes. ¿Qué tal si me daba un baño para evadirme y
olvidarme del estúpido de Akemi?
No debí tardar más de cinco minutos en
prepararme para las termas, el personal de aquel lugar parecía haber pensado en
todo, ya que sobre el ancho futón encontré dos toallas y dos cómodos y sencillos Yukata de algodón en
color gris, de esos que parecen abrazarte cuando te los pones. Pero para cuando
estuve lista y salí de la habitación ya se había hecho de noche.
Sabía que en Kinokuniya había dos clases de
termas, las privadas, dentro del mismo edificio, y después estaban las
naturales, o las que intentaban que parecieran más naturales, en la parte de
atrás. Estas últimas eran mucho más grandes que las artificiales, en ellas
podían caber hasta veinte personas y estaban separadas unas de otras por cañas
de bambú. Elegí las segundas. Por suerte, nada más llegar, vi que no había
apenas nadie en ellas, solo una pareja joven que se divertía sacándose fotos
con un palo selfie.
Cuando me vieron llegar me saludaron sin
dejar a un lado su contagiosa risa, y siguieron a lo suyo… Yo me deshice del
yukata y me sumergí en el agua poco a poco, queriendo disfrutar cada uno de los
segundos en los que mi piel entraba en contacto con aquel agradable líquido de
temperatura perfecta. Cuando ya estuve totalmente sumergida, hasta la barbilla,
me inundó la mayor sensación de bienestar que había sentido en toda mi vida…
Realmente era relajante.
Cerré los ojos y me dejé evadir empujada
por el embriagador olor que se desprendía de las baritas de incienso que
rodeaban los baños, todo estaba especialmente pensado para invitar a la
relajación y así fue como me sentí de inmediato. Todos aquellos malos
pensamientos que me atormentaban abandonaron mi mente de una manera fugaz, todo
era perfecto, me sentía super bien… Menos por el pequeño detalle de que estaba
sola en aquel sitio maravilloso… Maldita Mei, ¿dónde se habría metido? Cuando
la pillara se iba a enterar…
Abrí los ojos lo mínimo que pude y miré
hacia arriba, la luna llena se veía claramente sobre todo el ryokan, iluminando
los extremos puntiagudos de sus niveles tradicionales. Aquella imagen solo era
digna de una postal, no parecía real…
Lentamente, fui girando la cabeza hacia la
pareja que me acompañaba. Aunque no podía verlos a través de la separación de
bambú sí que escuchaba sus risas cómplices y juguetonas, las mismas que yo
debería estar dejando sonar en aquel momento, rodeada por los seguros brazos de
Akemi. Fue la voz de la envidiada chica la que me lo arrancó de la mente.
—Ya nos vamos, que tengas muy buenas
noches. —Me deseó con amabilidad.
Realmente le agradecí la despedida, ya que
era una manera más sutil de decirme que me quedaba sola en las termas. Seguí a
los tortolitos con la mirada hasta que desaparecieron de mi vista tras otro
montón de varas de bambú, iban charlando, cogidos de la mano. Solo hubo una frase
que pude escuchar antes de que se hubieran alejado demasiado:
—Con un poco de suerte, quizá veamos algún
fantasma en las fotos. ¡Este lugar está lleno de ellos!
“¿Perdona? ¿Ha dicho fantasmas? Pues era lo
que me faltaba… “ Pensé con fastidio.
Seguramente fue mi subconsciente queriendo
mantenerme alerta después de escuchar aquello, pero me sorprendí salpicándome
agua caliente a la cara. No me despejó mucho, ya que incluso debió de bajarme
hasta la tensión de lo caliente que estaba. No sabía porque, pero de repente no
me sentía muy cómoda en aquel lugar. Quizá la cena no me viniera nada mal,
además, quizá Mei ya hubiera llegado y me estaba esperando en la habitación.
De un saltó me puse en pie y alcancé la
toalla cubriéndome rápidamente, era tan grande la diferencia de temperatura que
casi me pongo a temblar. De repente vi como algunas de las varas que estaban a
mi espalda se movía, como si alguien hubiera estado al otro lado y hubiera
huido para que no le viera.
¿Qué había sido eso? ¿Me estaban
observando? ¿Quizá otro huésped rezagado para la cena? ¿O era un fantasma? No
sé… Pero yo solo quería salir de allí.
Alcancé la entrada trasera, la misma por la
que había salido, y comencé a recorrer el pasillo. Seguramente sería fruto de
mi estado de ansiedad, pero una angustia enorme empezó a apoderarse de mi pecho
y a impedirme respirar. Empecé a pensar en todas las cosas que creía injustas y
que me molestaban, solo era capaz de ver el lado malo de todo, me apetecía
mucho llorar… ¿Por qué estaba sola en aquel lugar? ¿Por qué Akemi me había
dejado? ¿Por qué me había engañado? ¿Quizá yo le había hecho algo en otra vida,
o en esta sin darme cuenta? Y sobre todo, lo que más me obsesionaba, ¿por qué
Mei no había llegado todavía?
Comencé a llorar de impotencia, ya no tenía
ganas de cenar… Poco a poco me fui dejando resbalar por la pared del pasillo,
hasta terminar sentada en el suelo, ya solo tuve que esconder mi rostro entre
las rodillas y romper a llorar…
—¡Ayako! ¡Ayako!
La voz de Mei, junto con sus sacudidas, me
despertaron.
—Amiga… —Fue lo único que pude susurrar.
—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Tienes toda la
cara hinchada y empapada en lágrimas.
Mi amiga me ayudó a levantarme, las
rodillas me dolían del tiempo que había estado en aquella posición, me había
quedado dormida en mitad del pasillo… Cuando estuve a su altura le di un fuerte
abrazo, ni con todas las palabras del mundo hubiera podido expresar el gran
alivio y alegría que sentí al verla.
—He tenido un bajón, no consigo sacar a
Akemi de mi cabeza… Y lo he intentado, Mei, te juro que lo he intentado… —dije
con voz entrecortada.
—No te preocupes, ya estoy aquí contigo.
Vamos a nuestra habitación, creo que necesitas descansar. Te haré un té, ¿de
acuerdo?
Mei me condujo hasta la habitación y me
ayudó a tumbarme con cuidado sobre el futón. Después, me acercó una de las
tazas de té caliente, aquello me sentó de maravilla.
—¿Por qué has tardado tanto? —Le pregunté
volviendo a apoyar la cabeza en la almohada. Todo me daba vueltas, incluso a
ella veía rara. Su silueta, de rodillas junto a mí, daba tumbos de un lado a
otro, como si fuera una figura llena de agua.
—Había mucho tráfico, lo siento mucho,
amiga. Pero ya estoy aquí, descansa, yo estaré aquí contigo. Si necesitas algo
solo tienes que pedírmelo.
—Mei, ¿por qué eres tan buena conmigo?
Ella sonrió.
—¿Acaso tú no lo serías conmigo?
—Por supuesto… Oye, ¿a qué te referías
antes con que si estaba sucediendo algo extraño en este lugar?
—¡Oh! Es una historia antigua, la escuché
esta mañana. Por lo visto, hace ya unos cincuenta años o más este lugar quedó
sepultado por una avalancha de nueve que vino de las montañas. Nadie
sobrevivió.
De repente entendí esa curiosa frase que le
había oído a la empalagosa pareja.
“¡Este lugar está lleno de fantasmas!”
—No sabía nada de eso… Pues me temo que
tenemos de vecinos a dos jóvenes caza fantasmas, jajajajaja.
Ella se unió a mis carcajadas, luego sus
ojos fueron derechos a su equipaje.
—¡Ah, se me olvidaba! Te he traído algo
—dijo rebuscando algo en su bolso, del que sacó una fotografía que me
extendió—. La he imprimido, pensaba que te haría ilusión tenerla.
Yo miré la instantánea, era la misma que
nos habíamos sacado en aquella cafetería solo cuatro días antes. Las dos
salíamos bastante bien, especialmente Mei, siempre con su sonrisa contagiosa.
—La foto de la cafetería… —susurré.
—Sí, nuestra foto memorable. Si lo piensas
bien, marca un nuevo inicio en tu vida.
En parte, tenía razón. Aquella foto lo
representaba todo.
—Muchas gracias, amiga. Eres muy especial
para mí.
—Ahora descansa, lo necesitas. Estaré aquí
al lado vale, llámame para cualquier cosa que necesites, agua o lo que sea. —Me
dijo introduciendo la foto en mi bolso.
—Está bien…
Los rasgos y toda la silueta de mi amiga se
fueron desvaneciendo cada vez más a medida que yo cerraba los ojos.
Cuando desperté a la mañana siguiente mi
cabeza parecía un avispero, y sentía un malestar intenso en todo el cuerpo,
como si estuviera magullado.
—¿Mei? —llamé, pero nadie respondió.
Pensé que había ido a buscar el desayuno,
por lo que me empecé vestir
tranquilamente y empecé a recoger mis cosas. Teníamos que abandonar la
habitación antes de las doce, por eso tampoco me extrañó no encontrar cosas de
Mei por la habitación, seguramente había preparado ya su maleta y la había
dejado en recepción. Pero los minutos pasaban, y ella no llegaba.
Ya harta de esperar, dejé la habitación
para ir a recepción. Por el camino me topé con una señora que por su vestimenta
gris también debía alojarse en el ryokan.
—Disculpe, señora. ¿No habrá visto por casualidad
a la chica que estaba conmigo?
Pero ella negó con la cabeza de forma
vergonzosa. Aquello sí que me inquietó.
La amable recepcionista tampoco pudo
decirme nada sobre Mei, seguramente habría sido atendida por otro de sus
compañeros al llegar. Mi corazón empezó a acelerarse, con lo que le entregué
las llaves, pagué mi noche correspondiente, y salí del ryokan camino al
aparcamiento. Mis manos temblaban como nunca mientras buscaba mi móvil en el
bolso. Llamé a Mei.
—¿Sí? —respondió una cansada voz al otro
lado de la línea. No tuve ninguna duda de que no se trataba de Mei.
—¿Eres Mei?
—Eres Ayako, ¿verdad? Yo soy Chiyo Sagawa,
la madre de Mei.
—¡Oh, Disculpe, señora. No la había
reconocido. ¿No está Mei con usted?
La Señora Sagawa pareció coger fuerzas para
poder responderme, ya que tardó bastante en hacerlo. Aquello me puso más
nerviosa todavía.
—Verás, Ayako…
—¿Qu… Qué pasa?
—Mi hija Mei murió anoche.
En aquel momento sentí como si mi corazón
se detenía, como si los nervios y la angustia de la noche anterior hubieran
vuelto de golpe, presionándolo, impidiéndole latir…
—Pero… ¿Cómo es eso posible? Yo estuve con
ella anoche… —Logré balbucear, rezando para que mi voz se entendiera.
—Eso no puede ser. Anoche, cuando iba a
reunirse contigo, un camión se cruzó justo delante de su coche, la arroyó, y la
arrastró… No dejó de pronunciar tu nombre durante todo el camino al hospital,
una y otra vez…
El teléfono resbaló de mi mano, no sentía
fuerza en los dedos. Prácticamente, me sentía desfallecer.
Fue la voz de la Señora Sagawa la que me
hizo volver a reaccionar. Rápidamente, volví a coger el móvil, sujetándolo con
las dos manos para que no volviera a caer.
—De acuerdo, Señora Sagawa. Gracias por
avisarme, en cuanto pueda iré.
Y colgué.
No sé cuánto tiempo pasó, quizá media hora
o más, lo ignoro. Cuando por fín pude arrancar el coche y salir a la carretera
ya respiraba a un ritmo más normal. Todavía no me había surgido el llanto,
aquella noticia había sido todo un shock para mí. ¿Cómo era posible? La noche
anterior ella había estado conmigo, en la habitación del ryokan, consolándome,
cuidándome… ¿Quizá lo había soñado todo? No… No, definitivamente ella estuvo
allí, pues lo que sucedió a continuación parecía estar destinado a responderme
a todos aquellos interrogantes:
Claramente pude escuchar la voz de Mei,
como si ella misma estuviera ocupando el asiento trasero del coche.
—¡Cuidado, Ayako!
De inmediato, y casi por inercia, pisé a
fondo el freno, haciendo que el coche incluso se girara, quedando totalmente
cruzado en la carretera justo en el momento en que un enorme camión de color
rojo pasó justo junto a él, tan cerca que incluso lo hizo vibrar. No pude
evitar gritar. Fue entonces cuando lloré.
Jamás hubiera visto ese camión que se
cruzaba en la carretera, no estaba señalizado, y las señales del asfalto ya
estaban más que gastadas. No pude evitar pensar en la probabilidad que había de
que Mei hubiera encontrado su final en aquel mismo lugar, justo allí, donde yo
me encontraba entonces.
Fue entonces, en aquel momento, cuando miré
al asiento de al lado. Mi bolso se había volcado a causa del brutal frenazo,
pero de él solo había logrado escapar una cosa. Con manos temblorosas recogí
aquello que estaba sobre el asiento, una fotografía… La misma fotografía de la
cafetería que Mei me había dado la noche anterior, la que ella misma había
metido en mi bolso, la misma en la que las dos sonreíamos celebrando nuestra
inminente escapada a las montañas. Nuestra foto memorable…
Entonces lo supe, ella había estado allí,
conmigo, cuidándome, apoyándome con su eterna sonrisa… Aquella foto
verdaderamente representaba un antes y un después en nuestras vidas, el gran
cambio en la de Mei, que desde entonces me seguiría acompañando siempre,
observándome y cuidándome, desde el cielo.
Tremendo relato, Ana. Lo que de inicio parece una historia de amor adolescente deviene en una lección magistral de cómo se narra y como se dosifica el suspense, como se ejecuta el in crescendo que hace que el lector no pueda dejar de leer.
ResponderEliminarRetratas a Mai con un ternura tan grande, con una vitalidad tan contagiosa, que su muerte supone un mazazo, aunque también consigues emocionar con esa amistad más allá de la vida.
Un relato que transmite y demuestra, una vez más, tu enooooorme talento para la narrativa.
Una gozada leerte.
Un abrazo!!!
Muchas gracias, David! ¡Te vuelvo a decir que esas palabras viniendo de un gran escritor como tú son todo un halago! Me has alegrado el día, jajajajaja. Pues fíjate que muchos de los que han leído este relato se se esperaba otra cosa con su comienzo, ¡Pero eso me gusta! También intenté despistar algo, por si el final resultaba ser previsible, con los fantasmas del riokan (no hay balneario que se precie en Japón que no tenga su historia de fantasmas). Y mi Mai.. Simplemente la amo, creo que hice un buen personaje a partir de esa persona especial que siempre está y estará en mi corazón. La amistad también ayuda para crear personajes entrañables... Un besote amigo, ¡Y mil gracias por compartir!
Eliminar¡Hola Ana! No estoy seguro, pero creo que acabo de descubrirte, precisamente gracias a David. Solo quiero decirte que me ha gustado mucho y te mantiene en vilo hasta el final. La historia me parece muy tierna, con esa amistad magnífica que va más allá de la vida. Y las protagonistas tienen su chispa, lástima el final trágico de Mai. Un abrazo!
ResponderEliminar¡Hola, Novelesco! Me alegro de que me hayas encontrado gracias a David, al cual se lo agradezco, ya que en este mundo es muy difícil avanzar su no nos brindamos la mano unos a otros.
EliminarEsta historia en particular me resultó muy fácil de escribir, cuando te inspira algo tan bonito como la amistad las palabras nacen solas. Quizá Mai no se mereciera ese final, ¡le cogí mucho cariño! Pero ha sido mi forma más sincera de lo que es la amistad para mí. Aún así, ¡ha sido de mis pocos personajes que me ha dado penita matar!
¡Un besote y bienvenido! Es un placer tener un nuevo lector por aquí.