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miércoles, 22 de agosto de 2018

El viaje de los corazones rotos.

Hacía tiempo que no volvía a Japón, ¡y la verdad es que me apetecía muchísimo! Espero que ese sueño se haga realidad algún día, no muy lejano... Mientras sigo con mis sueños...
Esta vez me he dejado llevar por el valor de la amistad, lo que debe de significar, y significa, encontrar en este complejo mundo a alguien que, pase lo que pase, siempre estará a tu lado, en lo bueno y en lo malo, además de que, a pesar de los años que pasen, del tiempo que puedan llevar sin hablarse y sin saber el uno del otro, lascosas vuelven a encajar perfectamente cuando se vuelven a juntar, porque la verdadera amistad es para siempre. a lo largo de nuestra vida, con suerte, tedremos la oportunidad de conocer a varias de estas personas, las cuales podremos contar perfectamente con los dedos de una manos, en mi caso soy afortunada de haberme topado con una de ellas.
El que tiene un amigo, tiene un tesoro, ¡y que verdad que és! Este relato se lo quiero dedicar a esa persona especial en mi vida, esa que, a pesar de todos los años que hace que nos conocemos, entre nosotros no ha cambiado nada, al contrario, ¡todo se ha hecho más fuerte! Quisiera dedicar este relato a mi amiga Rocío Mora Martín. Amiga, en alguno de mis sueños, nuestra amistad ha sido igual que la de las protagonista de nuestra historia... Así te quiero.
Por supuesto, en este relato ambientado en Japón (guiño a nuestro eternamente amado Sailor Moon) tampoco faltará la parte sobrenatural. ¡Disfrutadlo!

EL VIAJE DE LOS CORAZONES ROTOS

¿Quién es? ¿El otra vez?
Mierda,  Mei y su especial cualidad para pillarte en los momentos menos oportunos…
—No, ya hace dos días que no me llama… —dije escondiéndome el móvil, pero antes de que me diera tiempo a hacerlo, mi amiga me lo quitó de las manos con un movimiento tan rápido que hasta me sorprendió.
—A ver, ¿qué mirabas? —dijo mientras deslizaba el dedo por la pantalla con toda su poca vergüenza—. ¡Ohhh! El balneario de Kinokuniya… —De pronto, y como si se hubiera dado cuenta de algo importante, se calló y me miró, clavándome esa también típica mirada suya de “lo siento, he metido la pata”—. Perdona… ¿Pensabas ir con él? Me han dicho que es un lugar bastante romántico.

Yo le quité el móvil de las manos y me lo guardé. No quería que también descubriera todas las fotos de Akemi que tampoco me había atrevido a borrar aún. Akemi y yo habíamos sido una pareja muy amante de la naturaleza, y cuanto más salvaje mejor. También era cierto que llevábamos bastante tiempo con ganas de visitar aquel balneario, uno de los más privilegiados que teníamos en Hanoke, a solo quince minutos en coche desde nuestro vecino lago Ashi, que se extendía justo debajo del volcán del mismo nombre, el mismo que daba calor a las famosas termas. Por desgracia, todo se fue al traste antes de que pudiéramos realizar aquella visita.
—Sí, íbamos este fin de semana. —admití. No sería capaz ni de describir el desgarro tan grande que sentí al decir aquellas palabras.
Mei cogió mi mano y la apretó con cariño. Ella siempre había estado cuando más la había necesitado, y aquella vez no era para menos. Hacía menos de dos semanas que había roto mi relación con Akemi después de cuatro años de noviazgo, incluso habíamos hablado de boda… Pero claro, todo aquello había ocurrido antes de que me lo encontrara con esa estirada de Yoko en nuestra cama, en nuestro propio apartamento… ¿Cómo había sido capaz?
Un nuevo apretón de Mei me arrancó de mis pensamientos.
—¡Toma! Bébete esto, te sentara bien —dijo acercándome un generoso baso con un líquido verdoso, ni siquiera me había dado cuenta del par de vasos que ella había dejado sobre la mesa.
—¿Qué es? —pregunté, alcancé el vaso y acerqué mi nariz a la bebida—. Huele muy dulce.
—Es mojito, pruébalo, ¡está buenísimo! —Mei dio un largo trago a su mojito con los ojos cerrados—. Ahhhh… ¡Dá la vida!
Yo la miré con cariño, ella siempre había sido una chica optimista, miraba la vida con los ojos y los pensamientos más felices que había podido conocer jamás. Todo para ella tenía una parte positiva, por mínima que ésta fuera, y ella siempre la encontraba. Por muchos obstáculos que se cruzaran en su vida, como en la de todos, ella siempre salía adelante, luchaba por lo que quería, nunca se rendía, siempre sonreía… Realmente, eran las personas como ellas las que verdaderamente eran dignas de envidiar, no a esas delgaduchas con cuerpos esculturales y rostros de ángel, el optimismo era una de las mayores facultades de las personas.
—¿Sabes qué? —Continuó Mei—. Voy a ir contigo a ese fin de semana, sería una pena que perdierais el dinero y no disfrutáseis de esas termas. Yo nunca he estado allí, pero me han dicho que son maravillosas.
No se me había ocurrido aquella idea. Lo cierto era que pensaba tirar los papeles de la reserva y llamar para cancelar la reserva nada más llegar a casa, pero aquella era sin duda una mejor idea.
—Pues sí, estaría genial… Me encantaría pasar contigo este fin de semana.
Ella me sonrió y me abrazó.
—Para eso están las amigas, ¿no? Y para celebrarlo, ahora mismo tú y yo nos vamos a cenar unas ricas hamburguesas grandotas, ¿te apetecen? ¡Oh! ¡Espera, vamos a inmortalizar este momento! —dijo mientras sacaba de su bolso su nuevo palo selfie, colocó su móvil en el mecanismo y lo estiró por encima de la mesa. Toda la gente de la cafetería nos miraba, pero a mí no me importaba, me sentía feliz—. ¡Di “hamburguesas”!



La tarde del viernes, ya tenía todo preparado antes de salir. Mai y yo habíamos quedado en que ella me recogería con su coche, para así evitar tener que pagar una plaza doble en el parking, y también para ir cotilleando por el camino, claro. Pero por desgracia, mi amiga me llamó solo quince minutos antes de salir, diciéndome que le había surgido un problema de última hora y que si no me importaba ir adelantándome.
Durante un momento me sentí confusa, bloqueada. ¿Qué quería? ¿Qué fuera yo sola a aquel spa en el que iba a pasar el fin de semana con mi ex? Bueno… No sería para tanto, además, me dijo que lo que la retenía era un asunto sin mucha importancia y que solo tardaría dos horas más en llegar.
Yo no estaba muy acostumbrada a conducir, a Akemi le encantaba hacerlo… Pero no me vino mal reencontrarme con el volante y la carretera. El viaje hacia a las afueras me despejó bastante, los paisajes eran magníficos y soleados, menos cuando alcancé los últimos cuatro kilómetros de camino… Una densa niebla lo inundaba todo, como si solo quisiera dominar aquella parte de las montañas. No me sorprendió, normalmente por aquella zona solía aparecer bastante niebla, pero se suponía que iba a ser un fin de semana soleado según el tiempo.
Cuando por fin llegué, un amable chico se ofreció a llevar mis maletas hasta la recepción de las termas. El edificio que las componía era realmente espectacular… Hasta aquel momento solo había tenido la oportunidad de verlo por fotos, pero una vez allí mi concepto sobre él cambió por completo, para bien, por supuesto. Contaba con al menos cuatro plantas al estilo totalmente tradicional, lo que dotaba al lugar de un encanto especial. El tatami que cubría el suelo estaba limpísimo y era especialmente cálido, todos sus detalles habían sido mimados para la mayor comodidad y desconexión de sus huéspedes o clientes. Mirara a donde mirara, todo evocaba paz y relajación… Y precisamente así fue como me sentí en aquel momento.
Tras el mostrador de recepción me esperaba una señora con una sonrisa amable. Llevaba un peinado y un kimono gris impecable. Nada más acercarme a ella me extendió unas cómodas zapatillas de algodón para que la sustituyera por mis zapatos.
—Bienvenida al balneario Kinokuniya. ¿Ha tenido un cómodo viaje? —Me preguntó amablemente.
Su voz era dulce, encajaba perfectamente con su apariencia. Debía tener más o menos la edad de mi madre, y sus ojos desprendían una gran bondad y amabilidad.
—Oh, desde luego. Tienen ustedes unas vistas privilegiadas. Yo soy Ayako Takamura, tenía una habitación reservada para esta noche.
—¿Una habitación para dos? —preguntó la señora consultando el pequeño ordenador cuya presencia era casi inapreciable para los huéspedes.
—Oh, sí. Mi amiga llegara un poco más tarde.
La seguí hasta mi habitación, por el camino pude seguir viendo lo extremadamente cuidado y limpio que era el lugar. A la hora de pasar por una zona totalmente cubierta de ventanales, los mismos que deberían permitirme ver parte de las termas calentadas por el volcán. Descubrí con desanimo que aquella dichosa niebla no me permitía verlas.
Mi guía pareció darse cuenta de mi decepción, se giró hacia mí sin dejar de sonreír:
—No te preocupes, hija. La niebla solo estará aquí esta noche, mañana tu amiga y tú podréis disfrutar de las montañas…
—Es un alivio —respondí queriendo esconder mi molestia—. Hasta parece que ya es de noche.
No nos cruzamos con ni un solo cliente más durante el camino hacia nuestra habitación, seguramente de haber estado haciendo aquel camino sola me hubiera dado escalofríos…
La habitación que nos habían asignado estaba casi al final de uno de los pasillos, era bastante espaciosa e igualmente decorada y amueblada al más puro estilo tradicional. El baño se separaba del dormitorio principal a través de unos paneles casi transparentes, al igual que la pequeña sala provista de su correspondiente mesa para el té. Sobre ella, varias varitas de incienso inundaban la habitación con el dulce aroma de la rosa y de la flor de algodón. Sobre el futón, lo suficientemente grande para dos, varios pétalos de rosa formaban la silueta de un corazón.
“Vaya… Sí que es un lugar romántico, una pena habérmelo perdido con Akemi. Podríamos haber venido hace ya tanto tiempo…”
La amable recepcionista colocó una bandeja con una tetera humeante y un par de tazas de porcelana, la cual no tenía ni idea de donde había sacado, y se retiró con la mayor de las educaciones.
—Que tengan una agradable estancia —dijo al despedirse.
Yo le respondí con una inclinación de cabeza y dejé mi mochila en el suelo. Saqué mi móvil del bolso para comprobar la hora, pero justo antes de verla empezó a sonar. Era Mai.
—Hombre… ¿Dónde te has metido? Te estoy esperando y está empezando a hacerse de noche. —Le reñí entre bromas.
—Disculpa, Ayako ¿Ya estás en el ryokan?
—Sí, salí a la hora que acordamos. Acabo de llegar.
—¿Y está pasando algo raro?
No puedo negar que aquella pregunta me extrañó y me puso algo nerviosa.
—¿Algo raro? ¿De qué hablas? ¿A qué hora vas a llegar?
Un largo silencio se antepuso a su respuesta. Aquello me hizo ponerme algo más nerviosa, ¿Qué le pasaba a Mai? Su voz sonaba rara, ¿estaba preocupada por algo?
—Tardaré al menos un par de horas más en llegar.
—Mai, ¿estás bien? Te escucho rara.
—No, tranquila. Tú disfruta del spa. Espérame, ¿vale?
—¡Claro! U beso y ten cuidado por el camino, debe de ser muy peligroso cuando está oscuro.
Y colgué.
Que llamada más extraña… Mai no solía actuar así. De todas maneras no le di mucha más importancia, ya hablaríamos de ello cuando llegara.
Bueno… Estaba sola, sí, pero en unas termas preciosas, románticas y relajantes. ¿Qué tal si me daba un baño para evadirme y olvidarme del estúpido de Akemi?
No debí tardar más de cinco minutos en prepararme para las termas, el personal de aquel lugar parecía haber pensado en todo, ya que sobre el ancho futón encontré dos toallas y dos  cómodos y sencillos Yukata de algodón en color gris, de esos que parecen abrazarte cuando te los pones. Pero para cuando estuve lista y salí de la habitación ya se había hecho de noche.
Sabía que en Kinokuniya había dos clases de termas, las privadas, dentro del mismo edificio, y después estaban las naturales, o las que intentaban que parecieran más naturales, en la parte de atrás. Estas últimas eran mucho más grandes que las artificiales, en ellas podían caber hasta veinte personas y estaban separadas unas de otras por cañas de bambú. Elegí las segundas. Por suerte, nada más llegar, vi que no había apenas nadie en ellas, solo una pareja joven que se divertía sacándose fotos con un palo selfie.
Cuando me vieron llegar me saludaron sin dejar a un lado su contagiosa risa, y siguieron a lo suyo… Yo me deshice del yukata y me sumergí en el agua poco a poco, queriendo disfrutar cada uno de los segundos en los que mi piel entraba en contacto con aquel agradable líquido de temperatura perfecta. Cuando ya estuve totalmente sumergida, hasta la barbilla, me inundó la mayor sensación de bienestar que había sentido en toda mi vida… Realmente era relajante.
Cerré los ojos y me dejé evadir empujada por el embriagador olor que se desprendía de las baritas de incienso que rodeaban los baños, todo estaba especialmente pensado para invitar a la relajación y así fue como me sentí de inmediato. Todos aquellos malos pensamientos que me atormentaban abandonaron mi mente de una manera fugaz, todo era perfecto, me sentía super bien… Menos por el pequeño detalle de que estaba sola en aquel sitio maravilloso… Maldita Mei, ¿dónde se habría metido? Cuando la pillara se iba a enterar…
Abrí los ojos lo mínimo que pude y miré hacia arriba, la luna llena se veía claramente sobre todo el ryokan, iluminando los extremos puntiagudos de sus niveles tradicionales. Aquella imagen solo era digna de una postal, no parecía real…
Lentamente, fui girando la cabeza hacia la pareja que me acompañaba. Aunque no podía verlos a través de la separación de bambú sí que escuchaba sus risas cómplices y juguetonas, las mismas que yo debería estar dejando sonar en aquel momento, rodeada por los seguros brazos de Akemi. Fue la voz de la envidiada chica la que me lo arrancó de la mente.
—Ya nos vamos, que tengas muy buenas noches. —Me deseó con amabilidad.
Realmente le agradecí la despedida, ya que era una manera más sutil de decirme que me quedaba sola en las termas. Seguí a los tortolitos con la mirada hasta que desaparecieron de mi vista tras otro montón de varas de bambú, iban charlando, cogidos de la mano. Solo hubo una frase que pude escuchar antes de que se hubieran alejado demasiado:
—Con un poco de suerte, quizá veamos algún fantasma en las fotos. ¡Este lugar está lleno de ellos!
“¿Perdona? ¿Ha dicho fantasmas? Pues era lo que me faltaba… “ Pensé con fastidio.
Seguramente fue mi subconsciente queriendo mantenerme alerta después de escuchar aquello, pero me sorprendí salpicándome agua caliente a la cara. No me despejó mucho, ya que incluso debió de bajarme hasta la tensión de lo caliente que estaba. No sabía porque, pero de repente no me sentía muy cómoda en aquel lugar. Quizá la cena no me viniera nada mal, además, quizá Mei ya hubiera llegado y me estaba esperando en la habitación.
De un saltó me puse en pie y alcancé la toalla cubriéndome rápidamente, era tan grande la diferencia de temperatura que casi me pongo a temblar. De repente vi como algunas de las varas que estaban a mi espalda se movía, como si alguien hubiera estado al otro lado y hubiera huido para que no le viera.
¿Qué había sido eso? ¿Me estaban observando? ¿Quizá otro huésped rezagado para la cena? ¿O era un fantasma? No sé… Pero yo solo quería salir de allí.
Alcancé la entrada trasera, la misma por la que había salido, y comencé a recorrer el pasillo. Seguramente sería fruto de mi estado de ansiedad, pero una angustia enorme empezó a apoderarse de mi pecho y a impedirme respirar. Empecé a pensar en todas las cosas que creía injustas y que me molestaban, solo era capaz de ver el lado malo de todo, me apetecía mucho llorar… ¿Por qué estaba sola en aquel lugar? ¿Por qué Akemi me había dejado? ¿Por qué me había engañado? ¿Quizá yo le había hecho algo en otra vida, o en esta sin darme cuenta? Y sobre todo, lo que más me obsesionaba, ¿por qué Mei no había llegado todavía?
Comencé a llorar de impotencia, ya no tenía ganas de cenar… Poco a poco me fui dejando resbalar por la pared del pasillo, hasta terminar sentada en el suelo, ya solo tuve que esconder mi rostro entre las rodillas y romper a llorar…



—¡Ayako! ¡Ayako!
La voz de Mei, junto con sus sacudidas, me despertaron.
—Amiga… —Fue lo único que pude susurrar.
—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Tienes toda la cara hinchada y empapada en lágrimas.
Mi amiga me ayudó a levantarme, las rodillas me dolían del tiempo que había estado en aquella posición, me había quedado dormida en mitad del pasillo… Cuando estuve a su altura le di un fuerte abrazo, ni con todas las palabras del mundo hubiera podido expresar el gran alivio y alegría que sentí al verla.
—He tenido un bajón, no consigo sacar a Akemi de mi cabeza… Y lo he intentado, Mei, te juro que lo he intentado… —dije con voz entrecortada.
—No te preocupes, ya estoy aquí contigo. Vamos a nuestra habitación, creo que necesitas descansar. Te haré un té, ¿de acuerdo?
Mei me condujo hasta la habitación y me ayudó a tumbarme con cuidado sobre el futón. Después, me acercó una de las tazas de té caliente, aquello me sentó de maravilla.
—¿Por qué has tardado tanto? —Le pregunté volviendo a apoyar la cabeza en la almohada. Todo me daba vueltas, incluso a ella veía rara. Su silueta, de rodillas junto a mí, daba tumbos de un lado a otro, como si fuera una figura llena de agua.
—Había mucho tráfico, lo siento mucho, amiga. Pero ya estoy aquí, descansa, yo estaré aquí contigo. Si necesitas algo solo tienes que pedírmelo.
—Mei, ¿por qué eres tan buena conmigo?
Ella sonrió.
—¿Acaso tú no lo serías conmigo?
—Por supuesto… Oye, ¿a qué te referías antes con que si estaba sucediendo algo extraño en este lugar?
—¡Oh! Es una historia antigua, la escuché esta mañana. Por lo visto, hace ya unos cincuenta años o más este lugar quedó sepultado por una avalancha de nueve que vino de las montañas. Nadie sobrevivió.
De repente entendí esa curiosa frase que le había oído a la empalagosa pareja.
“¡Este lugar está lleno de fantasmas!”
—No sabía nada de eso… Pues me temo que tenemos de vecinos a dos jóvenes caza fantasmas, jajajajaja.
Ella se unió a mis carcajadas, luego sus ojos fueron derechos a su equipaje.
—¡Ah, se me olvidaba! Te he traído algo —dijo rebuscando algo en su bolso, del que sacó una fotografía que me extendió—. La he imprimido, pensaba que te haría ilusión tenerla.
Yo miré la instantánea, era la misma que nos habíamos sacado en aquella cafetería solo cuatro días antes. Las dos salíamos bastante bien, especialmente Mei, siempre con su sonrisa contagiosa.
—La foto de la cafetería… —susurré.
—Sí, nuestra foto memorable. Si lo piensas bien, marca un nuevo inicio en tu vida.
En parte, tenía razón. Aquella foto lo representaba todo.
—Muchas gracias, amiga. Eres muy especial para mí.
—Ahora descansa, lo necesitas. Estaré aquí al lado vale, llámame para cualquier cosa que necesites, agua o lo que sea. —Me dijo introduciendo la foto en mi bolso.
—Está bien…
Los rasgos y toda la silueta de mi amiga se fueron desvaneciendo cada vez más a medida que yo cerraba los ojos.




Cuando desperté a la mañana siguiente mi cabeza parecía un avispero, y sentía un malestar intenso en todo el cuerpo, como si estuviera magullado.
—¿Mei? —llamé, pero nadie respondió.
Pensé que había ido a buscar el desayuno, por lo que me empecé  vestir tranquilamente y empecé a recoger mis cosas. Teníamos que abandonar la habitación antes de las doce, por eso tampoco me extrañó no encontrar cosas de Mei por la habitación, seguramente había preparado ya su maleta y la había dejado en recepción. Pero los minutos pasaban, y ella no llegaba.
Ya harta de esperar, dejé la habitación para ir a recepción. Por el camino me topé con una señora que por su vestimenta gris también debía alojarse en el ryokan.
—Disculpe, señora. ¿No habrá visto por casualidad a la chica que estaba conmigo?
Pero ella negó con la cabeza de forma vergonzosa. Aquello sí que me inquietó.
La amable recepcionista tampoco pudo decirme nada sobre Mei, seguramente habría sido atendida por otro de sus compañeros al llegar. Mi corazón empezó a acelerarse, con lo que le entregué las llaves, pagué mi noche correspondiente, y salí del ryokan camino al aparcamiento. Mis manos temblaban como nunca mientras buscaba mi móvil en el bolso. Llamé a Mei.
—¿Sí? —respondió una cansada voz al otro lado de la línea. No tuve ninguna duda de que no se trataba de Mei.
—¿Eres Mei?
—Eres Ayako, ¿verdad? Yo soy Chiyo Sagawa, la madre de Mei.
—¡Oh, Disculpe, señora. No la había reconocido. ¿No está Mei con usted?
La Señora Sagawa pareció coger fuerzas para poder responderme, ya que tardó bastante en hacerlo. Aquello me puso más nerviosa todavía.
—Verás, Ayako…
—¿Qu… Qué pasa?
—Mi hija Mei murió anoche.
En aquel momento sentí como si mi corazón se detenía, como si los nervios y la angustia de la noche anterior hubieran vuelto de golpe, presionándolo, impidiéndole latir…
—Pero… ¿Cómo es eso posible? Yo estuve con ella anoche… —Logré balbucear, rezando para que mi voz se entendiera.
—Eso no puede ser. Anoche, cuando iba a reunirse contigo, un camión se cruzó justo delante de su coche, la arroyó, y la arrastró… No dejó de pronunciar tu nombre durante todo el camino al hospital, una y otra vez…
El teléfono resbaló de mi mano, no sentía fuerza en los dedos. Prácticamente, me sentía desfallecer.
Fue la voz de la Señora Sagawa la que me hizo volver a reaccionar. Rápidamente, volví a coger el móvil, sujetándolo con las dos manos para que no volviera a caer.
—De acuerdo, Señora Sagawa. Gracias por avisarme, en cuanto pueda iré.
Y colgué.
No sé cuánto tiempo pasó, quizá media hora o más, lo ignoro. Cuando por fín pude arrancar el coche y salir a la carretera ya respiraba a un ritmo más normal. Todavía no me había surgido el llanto, aquella noticia había sido todo un shock para mí. ¿Cómo era posible? La noche anterior ella había estado conmigo, en la habitación del ryokan, consolándome, cuidándome… ¿Quizá lo había soñado todo? No… No, definitivamente ella estuvo allí, pues lo que sucedió a continuación parecía estar destinado a responderme a todos aquellos interrogantes:
Claramente pude escuchar la voz de Mei, como si ella misma estuviera ocupando el asiento trasero del coche.
—¡Cuidado, Ayako!
De inmediato, y casi por inercia, pisé a fondo el freno, haciendo que el coche incluso se girara, quedando totalmente cruzado en la carretera justo en el momento en que un enorme camión de color rojo pasó justo junto a él, tan cerca que incluso lo hizo vibrar. No pude evitar gritar. Fue entonces cuando lloré.
Jamás hubiera visto ese camión que se cruzaba en la carretera, no estaba señalizado, y las señales del asfalto ya estaban más que gastadas. No pude evitar pensar en la probabilidad que había de que Mei hubiera encontrado su final en aquel mismo lugar, justo allí, donde yo me encontraba entonces.
Fue entonces, en aquel momento, cuando miré al asiento de al lado. Mi bolso se había volcado a causa del brutal frenazo, pero de él solo había logrado escapar una cosa. Con manos temblorosas recogí aquello que estaba sobre el asiento, una fotografía… La misma fotografía de la cafetería que Mei me había dado la noche anterior, la que ella misma había metido en mi bolso, la misma en la que las dos sonreíamos celebrando nuestra inminente escapada a las montañas. Nuestra foto memorable…
Entonces lo supe, ella había estado allí, conmigo, cuidándome, apoyándome con su eterna sonrisa… Aquella foto verdaderamente representaba un antes y un después en nuestras vidas, el gran cambio en la de Mei, que desde entonces me seguiría acompañando siempre, observándome y cuidándome, desde el cielo.




4 comentarios:

  1. Tremendo relato, Ana. Lo que de inicio parece una historia de amor adolescente deviene en una lección magistral de cómo se narra y como se dosifica el suspense, como se ejecuta el in crescendo que hace que el lector no pueda dejar de leer.
    Retratas a Mai con un ternura tan grande, con una vitalidad tan contagiosa, que su muerte supone un mazazo, aunque también consigues emocionar con esa amistad más allá de la vida.
    Un relato que transmite y demuestra, una vez más, tu enooooorme talento para la narrativa.
    Una gozada leerte.
    Un abrazo!!!

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    1. Muchas gracias, David! ¡Te vuelvo a decir que esas palabras viniendo de un gran escritor como tú son todo un halago! Me has alegrado el día, jajajajaja. Pues fíjate que muchos de los que han leído este relato se se esperaba otra cosa con su comienzo, ¡Pero eso me gusta! También intenté despistar algo, por si el final resultaba ser previsible, con los fantasmas del riokan (no hay balneario que se precie en Japón que no tenga su historia de fantasmas). Y mi Mai.. Simplemente la amo, creo que hice un buen personaje a partir de esa persona especial que siempre está y estará en mi corazón. La amistad también ayuda para crear personajes entrañables... Un besote amigo, ¡Y mil gracias por compartir!

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  2. ¡Hola Ana! No estoy seguro, pero creo que acabo de descubrirte, precisamente gracias a David. Solo quiero decirte que me ha gustado mucho y te mantiene en vilo hasta el final. La historia me parece muy tierna, con esa amistad magnífica que va más allá de la vida. Y las protagonistas tienen su chispa, lástima el final trágico de Mai. Un abrazo!

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    1. ¡Hola, Novelesco! Me alegro de que me hayas encontrado gracias a David, al cual se lo agradezco, ya que en este mundo es muy difícil avanzar su no nos brindamos la mano unos a otros.
      Esta historia en particular me resultó muy fácil de escribir, cuando te inspira algo tan bonito como la amistad las palabras nacen solas. Quizá Mai no se mereciera ese final, ¡le cogí mucho cariño! Pero ha sido mi forma más sincera de lo que es la amistad para mí. Aún así, ¡ha sido de mis pocos personajes que me ha dado penita matar!
      ¡Un besote y bienvenido! Es un placer tener un nuevo lector por aquí.

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