¡Hola a todos! ¡Me encanta estar tan de seguido por aquí, y más si tengo tan buenas noticias como la de hoy! Y es que mi libro "Historias extrañas de Japón I" ¡ya está a la venta en amazon.es en formato físico!
Los que ya conozcáis mi blog sabréis que soy una amante de todo lo que pueda venir y venga de Japón, sobre todo lo relacionado con su faceta sobrenatural. Por eso no me pude resistir a escribir un libro de relatos, cada uno de ellos dedicados a una criatura mitológica del país nipón. Os recuerdo esta entrada antigua que resumía un poquito mejor a algunos yokai que incluyo en dicho libro, Historias extrañas de Japón.
Y por supuesto, lo podréis obtener aquí, en amazon.es: Aquí.
Pues bien, aparte de esto, también quería informaron de que ¡la segunda entrega de "Historias extrañas de Japón" está a puntito de salir del horno! Por supuesto, esta vez dedicado a los yurei.
Y muchos de ustedes se preguntaran, ¿qué es un yokai? ¿Y un yurei? ¿En qué se diferencian? Pues bien. para empezar los yokai son esas criaturas que forman parte del folklore y la mitología de Japón, son seres vivos y algunos de ellos con grandes poderes mágicos, como el kitsune o Yuki Onna. Digamos que serían algo así como los cíclopes o las sirenas en la mitología griega. Por otro lado, los yurei son su equivalente a nuestro fantasma tradicional, aunque a veces más especialitos que los que nosotros conocemos...
Por supuesto, también existen distintos tipos de yurei, no solamente se ciñen al típico fantasma. Por ejemplo, los ubume, los espíritus de las mujeres que
normalmente han muerto durante el parto dejando a sus hijos en el mundo de los
vivos. Ellas vuelven para cuidar de ellos, y a veces incluso hasta le dan de
mamar de sus pechos fantasmales. Otros yurei bastante conocidos son los
funayurei, que son las almas de aquellos que han perecido en el mar y no
parecen del todo contentos con la visita de los vivos. Otros son los goryo, que
son los fantasmas vengativos de la clase aristocrática, sobre todo
pertenecientes a aquellos que fueron martirizados.
Es a estos tipos de seres a los que dedico estos nuevos relatos.
Pero mientras termino o no de prepararlo quería dejaros un entrante con uno de los relatos que compondrán esta segunda entrega, algo así como para que vayáis haciendo boca. Y para que veáis que también soy un poquito bicho malo os dejaré solo la primera parte, con la promesa de publicar la segunda la semana que viene. Ji, ji, ji, ji... Si es que me encanta hacer rabiar...
AHOKIGAHARA YUKAI
Aquel hombre había irrumpido en el local como un huracán
desesperado, varios mechones de su pelo lacio estaban pegados a su frente a
causa del sudor que lo cubría, sus diminutos ojos apenas podían abrirse por el
llanto que parecía haberlo estado atormentando durante horas. Dos de los
escoltas del local lo condujeron al reservado que ocupaba el Señor Ishiguro, a
quién personalmente buscaba. Fueron necesarias una copa o dos para que empezara
a tranquilizarse.
Normalmente, a nosotros acudían esas personas desesperadas que
buscaban una solución a sus problemas, ya sabéis… De esas que solo se compran
con dinero. El dinero… Esa maldita creación de la raza humana que no hace más
que endurecer el corazón de los hombres. Poseyéndolo, se puede conseguir todo
lo que se anhela, por muy lejos que esté de la ley, y en dichos procesos,
normalmente participábamos nosotros.
Mi jefe, el Señor Ishiguro, escuchó atentamente al recién llegado
sin mostrar ni un asomo de emoción en su rostro, un rostro tan duro y frío que
no parecía haber sido hecho para sonreír. Mientras atendía, hacia bailar una
navaja entre los dedos de su mano derecha, algo que hacía con bastante
habilidad, dando así un mensaje no menos amenazante que subliminal. Yo me
encontraba a su derecha, y mi hermano Kylo a su izquierda, diferenciándonos de
dos estatuas solo por nuestro pestañeo.
Por lo que pude escuchar, aquel hombre era el dueño de uno
de los más grandes imperios textiles de Japón, y el mismo que en más de una
ocasión había estado haciendo tratos con los Yakuza de Tokio. Pero aquella
noche el asunto que lo perturbaba era bien distinto, ya que, según contó, su
hija menor estaba teniendo relaciones con un chico que a él no le gustaba nada.
No se trataba de que aquel chico fuera malo o tuviera intereses ocultos,
simplemente era porque no pertenecían a la misma clase social. A pesar de su
evidente nerviosismo y desesperación, un odio ruin pareció incluso palpable en
los ojos de aquel hombre cuando habló del muchacho.
El Señor Ishiguro le dio su palabra de que ya no tendría
que volver a preocuparse más por aquel indeseable pretendiente, y lo hizo como
si tal cosa, con la total y más absoluta indiferencia, demostrando con creces
que ya estaba acostumbrado al trabajo sucio… Después de todo, ya estaba hasta
aburrido de escuchar discursos y peticiones como aquella todos los días. El
“cliente” cumplió su parte del trato poniendo encima de la mesa un gran fajo de
billetes que perfectamente podrían haber formado la temible cantidad de ………
Realmente, en el mundo en el que me movía, si tienes dinero lo tienes todo…
Todo tiene precio, sea cual sea, pero todo lo tiene.
Yo me acerqué a agarrar el dinero, pero justo en aquel
momento, un impulso nervioso en la mano de aquel hombre hizo que todo el
contenido de su copa de alcohol se volcara sobre mí camisa. Yo no reaccioné,
solamente sentí como el líquido dulzón calaba la tela y llegaba a mi piel. El
hombre me miró con ojos de cordero degollado, yo le hice un gesto instándole
calma.
Mi jefe se levantó pesadamente y, acercándose a mi hermano,
le hizo una señal con la cabeza. No hubo si quiera un ademán en su rostro, era
como si quisiera hacer el mínimo movimiento posible para llegar a cabo su
trabajo, como si no quisiera molestarse más de lo necesario.
—Cámbiate, nosotros vamos a por ese chico. —Me dijo Kylo al
oído—. Nos desharemos de él allí. Te esperaremos en el coche. Te avisaré cuando
estemos en la puerta.
Los observé alejarse hacia la puerta del local, aquel
último cliente era un auténtico manojo de nervios, incluso sentí alivio al pensar
que no era precisamente yo quien tendría que estar a su lado todos los días. El
Señor Isaguro iba a su lado, avanzando con pasos lentos de tortuga, aunque más
bien, con su aspecto encorvado y su cráneo brillante, incluso él parecía una
tortuga. Mi hermano iba justo a su lado, sus pasos estaban perfectamente
acompasados con los de Ishaguro, era increíble hasta dónde podían llegar las
manías de alguien.
La organización a la que pertenecía era tan poderosa que,
justo encima del local en el que me encontraba, había una especie de hotel
ocupado exclusivamente por miembros de nuestra banda. Al igual que todos los demás,
contaba con amplias cocinas y salones de juego de los cuales no dejaban de
entrar y salir las hermosas mujeres que formaban su servicio. Todas ellas
exquisitamente maquilladas y vestidas para deleitar la vista de todos los que
estábamos allí.
No muy a mi pesar, tuve que atravesar la sala de póker de
camino a mi habitación. Una hermosa chica bailaba sobre una de las mesas
de la sala de póker de forma sumamente libidinosa, seguramente a uno de los
jugadores le había tocado el premio gordo y había querido celebrarlo así,
aunque también el resto de jugadores la miraban como niños a un juguete.
Aquellas chicas se prestaban a todo, algunas ya rondaban los cuarenta años,
mientras otras apenas alcanzaban los diecisiete. Durante mis primeras épocas en
la banda me pregunté muchas veces en qué necesidad podía tener una chica tan joven
y bella para tener que estar desempeñando aquellas lascivas funciones, pero no
tardé mucho tiempo más en descubrirlo por mí mismo. Todas ellas estaban allí
por decisión propia, preferían ganar en una sola noche lo mismo que recibirían
por un mes de trabajo en cualquier otro oficio más normal. A fin de cuentas, a
todos nos gusta vivir bien… ¿O no?
Subí a mi habitación y antes incluso de cerrar la puerta
detrás de mí, ya me había desecho de la pringosa camisa que se me pegaba al
torso. Me metí en la bañera y restregué mi pecho eliminando los restos de
alcohol. No era que me desagradara su olor, al contrario, pero personalmente
suelo preferirlo dentro de un vaso con hielo y no derramado por un cliente
nervioso.
Esperaba que aquel baño despejara mi mente. Me sentía
nervioso, muy nervioso, y lo odiaba… No era la primera vez que mi jefe me pedía
que los acompañara a aquel lugar, pero ninguna de aquellas visitas había sido
igual que la anterior. No sabía por qué, quizá por la influencia de la sociedad
en la que me había criado, o por todo lo que había oído desde niño, sobre todo por
parte de mi abuela, la mujer más creyente y respetuosa que jamás conocí. Pero
algo dentro de mí me hacía sentir un gran respeto hacia determinadas cosas,
aunque no creyera en ellas. Si me llevaban allí era por una razón muy sencilla,
ya había tenido la oportunidad de estar allí en varias ocasiones y sabía
perfectamente que las brújulas no tenían nada que hacer allí. En cambio, yo
contaba con un talento natural para orientarme en cualquier sitio, cualquier
lugar… Por lo que era la herramienta perfecta para no perderse en ninguna parte.
Tampoco podría dar una explicación lógica a esta curiosa habilidad, pudiera ser
que tuviera que ver con mi memoria fotográfica, con mi oído tan agudo, o con
ese líquido que tenemos en el cerebro, el del equilibrio, ¿no es así? Qué más
daba… Lo importante es que sé sacarle partido y en aquel momento me era
bastante útil.
Rápidamente me sequé, pero en lugar de empezar a vestirme,
me detuve unos segundos a observar mi imagen en el espejo del baño. Mi Horimono
ya estaba casi terminado, algo que me hacía sentir tremendamente orgulloso.
Justo en el pecho me había grabado para siempre el símbolo de nuestra
organización, ya conocía el riesgo que conllevaba hacer aquello, pero en aquel
momento seguía estando totalmente seguro de llevarlo. Desde mis hombros a mis
muñecas, un tigre y un dragón parecían resbalar por mi piel con semblante
amenazante para todo aquel que se acercara. Mi espalda también estaba cubierta
por símbolos y kanjis pertenecientes a leyendas e historias de mis antepasados
ronin, antes samuráis dispuestos a todos por defender a su señor, ahora lo que
hacíamos era defender nuestro honor, nuestro sitio en la sociedad.
Cubrí de mi torso con el mismo antibalas que siempre usaba
para el trabajo sucio y después con una camisa limpia blanca, inmaculada. No me
gustaba llevar corbata, normalmente solo la usábamos en ocasiones especiales, y
aquella no era una de ellas. Toda mi ropa cubría a la perfección mis enormes
tatuajes, viéndome así, nadie diría se atrevería a decir que los llevaba.
Me apresuré a buscar mi reloj entre la ropa encharcada que
había tirado en el suelo del baño. Sabía que no debía demorarme mucho, ya que
ese nuevo trabajo era de los típicos que realizábamos en muy poco tiempo,
apenas una noche, pero tampoco era necesario correr.
Cuando ya estuve listo, salí de mi habitación, y nada más
salir de ella vi a Nikko cruzando el pasillo, una de las más atractivas chicas
que se ocupaban de nuestras necesidades en aquel lugar, e hija del Señor Ishiguro.
En su mano derecha portaba una bandeja de plata, sujetada con la maestría de
las geishas para no derramar nada de lo que contenían. Su larguísimo y negro
cabello estaba recogido en una alta cola de caballo que se tambaleaba
elegantemente con cada paso que daba, como un péndulo, cayendo como una cascada
de tinta por su espalda, en cuya base llevaba grabado un pequeño dragón del
color de las esmeraldas. Aquel tatuaje era el único detalle de su cuerpo que su
ceñido vestido negro dejaba a la vista de todo aquel que la mirara.
Sinceramente, todo en aquella mujer formaba una combinación demasiado
irresistible para mí, siempre lo había hecho…
Ella se detuvo nada más escuchar mi puerta, se giró hacia
mí y me sonrió. Claramente estaba provocándome como sabía que me gustaba,
invitándome a seguirla a uno de las habitaciones vacías.
No aparté mi vista de aquel dragón de su espalda reflejado
en el espejo del baño mientras la envestía con fuerza. El sexo me desahogaba
como nada lo hacía, y más aún antes de adentrarme en un lugar como aquel…
Mi historia con Nikko ya venía de largo, si os soy sincero,
exactamente desde mi segunda semana dentro de la organización, haría ya unos
cuatro años. Ella podría vivir como quisiera, pero una gran honra hacía que le
demostrara cada día a su padre que no necesita su dinero sin hacer a cambio
algo por sí misma. Ella era fiera, dura y para nada sensible, sobre todo
teniendo en cuenta todo lo que le había tocado ver y vivir. Aunque al igual que
yo ya rozaba la treintena, su aspecto seguía siendo tan terso y perfecto como
el de una chica de menos de veinte, y tan delicada como una muñeca de porcelana
que rivalizaba constantemente con su espíritu indomable.
Durante todo aquel tiempo solo habíamos tenido encuentros y
citas a espaldas de Ishaguro, ambos sabíamos que si nos descubría no solo sería
el final de nuestra relación, sino también de mi vida. No puedo negar que en
más de una ocasión no me lo planteara, que más valía una vida que una tía,
sería por tías… Pero no pude, fui incapaz. Nikko me volvía loco… Además, no
solo era atracción física lo que nos unía.
—¿Vas a volver? —Me preguntó cuidadosamente mientras volvía
a brocharse el sujetador, cubriendo sus dos exquisitos pezones castigados por
mis dientes. Adoraba su voz, tan fina, sensual y musical. Sería capaz de
tirarme horas solamente escuchando su voz.
—Sí, ya sabes que me necesitan para eso. —Le respondí sin
mirarla, queriendo demostrar una tranquilidad que estaba muy lejos de sentir, y
ella lo sabía…
Nikko se acercó a mí y acarició el colorido tigre de mi
brazo para luego sujetar mi rostro a solo unos centímetros del suyo.
—Ten cuidado, los yurei son peligrosos, más de lo que
ustedes pensáis. Toma, ten esto. —Rodeó mi cuello con una cadena de plata de la
que colgaban pequeñas placas cubiertas de símbolos que representaban la
protección del espíritu, después terminó de abrochar mi camisa sobre ellas.
—No es necesario, Nikko… —Empecé a decir, pero ella me
detuvo con un beso.
Mi teléfono sonó cuando ya estaba bajando las escaleras, pero
aun así, cuando llegué a la puerta del local el coche ya me estaba esperando.
Era largo, negro y clásico, igual que todos. Nunca supe como lograban que
parecieran salidos del confesionario, desde la pintura hasta las llantas estaba
impecable. El Señor Ishiguro estaba sentado en la parte de atrás del vehículo,
junto con Kylo. Nada más volver a ocupar mi lugar a su derecha, el coche se
puso en marcha.
—Ha sido muy fácil dar con ese chico, su cara al vernos ha
sido lo mejor que he visto hoy. —Me informó mi jefe sin mirarme —. Nos queda
una hora y media de camino hasta allí, más todo lo que hagamos a pie después.
¿Quieres un café?
Yo asentí con un gesto. Mi jefe sacó un vaso y una cafetera
de la compuerta que había tras el asiento del copiloto, realmente aquellos
coches tenían comodidades solo al nivel de las limusinas, al menos, aquel las
tenía.
Di los primeros tragos al café mirando a mi jefe de reojo.
Una vez más me pregunté que sería lo que haría aquel hombre conmigo si
descubriera mi relación con su hija, y una vez más me poseyeron los
escalofríos. No sé qué era lo peor, el miedo que me producía mi propio jefe,
aquel del que dependía mi vida, o que aquel peligro me hiciera sentir bien,
satisfecho, triunfador…
Atravesar Tokio en un coche como aquel y con un hombre
amordazado en el maletero me volvió a hacer sentir como un auténtico gánster.
Las pocas personas que deambulaban por las iluminadas calles del centro a
aquella hora de la mañana eran de muy bajo nivel social, la ciudad era suya
entonces, cuando la gente de bien aún descansaba. Era entonces cuando nosotros
tomábamos nuestro papel, éramos los amos, los defensores de lo que para
nosotros era el bien. Cada casino, cada negocio de prostitución y drogas estaba
bajo nuestro mando, incluso empresas tan importantes como Suzuki y Kawasaki
permanecían bajo nuestro control desde hacía ya décadas.
Dejamos la ciudad en menos de una hora, pasando de
atravesar largas y exageradamente iluminadas calles para pasar a carreteras
menos transitadas y naturales. En menos de otra hora las primeras luces de la
mañana empezaron a iluminar el horizonte y la ladera del imponente Fujisan,
que parecía erguirse orgulloso ante nosotros como un enorme y majestuoso titán
de forma perfecta. En su base el verde predominaba, sobre todo por la parte
sur. Aquel verdoso sur era nuestro destino…
Estupendo, Ana
ResponderEliminarSabes, siempre que leo, o veo una historia de mafia, me gusta tener esa sensación de que, en cualquier momento, el menos esperado, algo chungo va a ocurrir... No sé, que el jefe mafioso, de repente, re corte la cabeza a su confiado gorila con una katana que está limpiando, o le reviente la cabeza con un palo de golf justo en medio de una frase graciosa cruzada con un amigo... Y sabes, ese tipo de cosas. La tensión narrativa que corresponde, vamos.
En tu relato la manejas a la perfección y, aunque no ocurre nada truculento (de momento) y solo parece que nos cuentes el día a día de un sicario (a lo mejor es eso lo que más miedo da), la tensión se palpa. Ese es el efecto. Muy logrado.
Por cierto, el derrame del alcohol es un recurso narrativo para mostrarnos los tatuajes del narrador ¿Verdad? Genial, muy cinematográfico
Vale, espero el final, ja ja... Seguro que alguien muere (perdón por el espoiler) :D
Besosss
¡Hola, Isidoro!
EliminarA mi también me pasa lo mismo, casi siempre que veo una película sobre eso o leo algún libro no puedo evitar sentir esa sensación de intranquilidad que deben vivir sus protagonistas. Ufff, nunca sientes que estas a salvo y en que cualquier momento te pueden matar, yo no serviría para sicaria, definitivamente...
Has acertado, lo truculento viene ahora, pero creo que será más terrorífico que sangriento, como tu te imaginas, ¡o al menos eso es lo uqe he intentado! Espero poder sorprenderte, jajajajaja.
¡Y no! Aunque hubiera sido la excusa perfecta para hablar de los tatuajes de mi protagonista, como ya podras darte cuenta en la segunda parte del relato, más que nada quería hacer más evidente el nerviososmo que ese cliente sentia al estar cara a cara con una persona como Ishiguro. Aunque claro, ¡no podía dejar de hablar de los tatuajes! Y esa situación que gustó más que otras para hacerlo.
¡Un besote, amigo! ¡Feliz año si no lo he hecho ya! Y que este año te venga cargadito, cargadito de inspiración!
Lo primero, muchísimo éxito con esta nueva criatura literaria. Sin duda se lo merece por lo visto en esta muestra. Ya te he comentado en ocasiones que tienes muchísimo talento y narrativa por aportar a las redes. En este relato he ido poniendo las imágenes de Kill Bill a esta banda de mafiosos, como dice Isidoro todavía no ha aparecido esa escena de violencia, pero nos has mostrado no solo tus conocimientos de la mitología nipona, sino una escena tremendamente visual que es como se consigue atrapar. Un abrazo y aprovecho para desearte un maravilloso 2018
ResponderEliminar¡Hola!
Eliminar¡Muchas gracias por tus palabras, David! ¡Que los dioses te escuchen! Eestamos trabajando en ello, y me hace sentir muy orgullosa de que a gente como tu le guste tanto lo que escribo, muchas gracias. Me encanta haber logrado atraparte en el hambiente que ha creado mi mente.
¡Igualmente te deseo un feliz 2018, y que te venga cargadito, cargadito de inspiración y nuevos proyectos como también le deseo a Isidoro! ¡Y, ah, queria recomendaros algo! Algo sobre lo que hablaré en mi proxima entrada en el blog y que me imagino que seguramente os guste, siendo los dos tan amantes como sois de la ciencia ficción. Recordando algunos relatos de Poe, y releyendome alguno que otro, topécon uno que puede ser el único relato sobre ciencia ficción de este genio de la pluma, se llama "La conversación de Eiros y Charmion". ¡Esperoque os guste si os animáis!
Hola, acabo de comprar tu libro en Amazon, pero como me llegó un poco maltratado y sin plástico protector, hablé a Amazon para ver si me lo podían cambiar o hacer el reembolso, y me dijeron que sí me iban a hacer el reembolso, pero que no era necesario devolver el libro, así que ya que me quedé con él, tengo la duda de que si a tí te van a hacer llegar lo de la venta del libro.
ResponderEliminarP.D: ya que lo terminé comentaré por aquí mismo que me pareció.