¡Palabra de monstruo! Desenlace.
Era Hare, uno de los guardaespaldas
que el gobierno le había asignado, con el que hacía solo un rato acababa de
cenar… El joven descansaba sobre la camilla, pareciendo dormir realmente en su
habitación del hotel y no en aquel quirófano improvisado por monstruos que
querían extraer su corazón. Su pecho subía y bajaba de forma relajada, pausada,
descansada… No estaba conectado a ninguna máquina que lo mantuviera con vida
después de extraerle el corazón, en realidad, ¿para qué? Estaba lo
suficientemente sedado como para morir sin dolor y sin conciencia una vez
dejara de tener pulso.
El cirujano volvió a
mirar a su alrededor. Aquel ser enfermo, del que agradecía que sólo sus pies
fueran visibles debajo de la sábana quirúrgica, aquel monstruo… No merecía
vivir… No merecía que un chico de menos de treinta años, aun con toda la vida
por delante, diera su vida por la suya, cuyo tramo final estaba destinado a una
silla de ruedas aunque recibiera el corazón más fuerte del mundo. No… Las cosas
no se hacían así… No se podía secuestrar a alguien en contra de su voluntad
para sacar de él lo que otro necesita. Pero desgraciadamente, a Daniel le había
tocado vivir aquella situación, y su desenlace solo dependía de él…
Volvió a pensar en
amenazarlos con que le trajeran un nuevo corazón o dejaría morir al enfermo,
suicidándose después. Pero, según las advertencias que le habían hecho, aquello
no salvaría la vida de Julia, ni la de su madre, vigilada por uno de aquellos
engendros… Además, si pudieran traerle un nuevo corazón dentro de aquel tiempo
límite, lo cual dudaba, pertenecería a otra persona, alguien moriría
igualmente. No le quedaba otra…
Apretando los ojos para
aguantar las lágrimas, extendió la mano para pedir un nuevo bisturí, el cual
fue colocado en su mano antes de que terminara de pedirlo. Sin pensarlo dos
veces, Daniel enterró la cuchilla en la piel de Hare, y empezó a realizar una
apertura vertical. Pero… Antes de llegar a la mitad, un fuerte golpe en la
puerta del quirófano, y un grave grito, hizo que el escalpelo callera de su
mano.
—¡Policía! ¡Levanten las
manos! ¡Están rodeados!
Ya han pasado casi tres meses de aquel incidente, tres largos
meses desde que salvara la vida de forma casi milagrosa o, pensándolo bien,
quizá no tanto…
Nada más irrumpir la policía en el quirófano, Gregg lanzó la
bomba de humo que tenía en el bolsillo. El plan era simple, lanzar aquella
bomba en el caso de que el estúpido doctor, tan regio en sus principios, se
negara a hacer cualquiera de las cosas que le pedíamos. Era complicado
orientarse en un lugar tan laberintico y tan grande como aquel, por lo que
Daniel no hubiera tenido escapatoria, lo único que podría haber salido mal es
que se hubiera quitado la vida, pero aquello no llego a pasar… En cambio, más
que para impedir que el doctor escapara, aquel artefacto había hecho posible
que yo lograra salir a través de un pasadizo perfectamente escondido en la
pared, e imperceptible para cualquier extraño, para cualquiera que no conociese
bien el lugar.
Lo primero que hice fue correr… Correr y ponerme en contacto
con mi primo, el mismo que había estado vigilando a la madre el médico.
Desgraciadamente, no tuvo mucho tiempo de huir, pues los monitores de
localización de la casa de aquella vieja habían hecho posible que una patrulla
lo capturara antes de que tuviera oportunidad de escapar. Por suerte, mi
destino fué distinto.
Tuve que pasar unos fríos y largos días escondido, esperando
el momento en que toda aquella noticia del secuestro del médico dejara de estar
en a boca de todos, entonces comencé a desplazarme…
Llegar de Londres a Madrid en un medio diferente al avión fue
algo complicado para mí, pero por suerte encontré una plaza en un tren que
pasaba por París. Solo lo sentí por el señor que viajaba a mi lado… Durante el
viaje, no deje de estar al tanto de las noticias que aún se publicaban sobre el
escurridizo y enigmático Doctor Travers, pero poca cosa pude sacar en claro.
Tanto él como su esposa habían llegado a un pacto con los medios de
comunicación, a los cuales, a partir de entonces, solo le transmitirían
información en el caso de que solo fuera estrictamente necesario, y solo
relacionado con su trabajo, por supuesto… También pude enterarme de que se
habían comprado una propiedad a las afueras de la capital, en una zona en la
que es más sencillo permanecer seguro, pues para entrar a la misma había que
atravesar cinco estrictos controles de seguridad. Era evidente que estaba
asustado, que temía por su vida y por la de los tenía alrededor, pero nada de
aquello fue un impedimento para mí…
Ahora mismo, siete meses más tarde del peor incidente de su
vida, me encuentro observando su casa, pudiendo distinguir perfectamente un
bonito árbol de Navidad a través de la ventana. El matrimonio está sentado a la
mesa, junto con la madre de él y los padres de ella. Parecen tan felices…
Realmente era una bonita estampa, tierna y navideña, y
aquello era precisamente lo que me gustaba… Daniel, disfruta de los pocos y
felices momentos que aún te quedan con tus seres queridos, porque solo es
cuestión de tiempo que te atrape… Sí, la primera vez lograste escapar, gracias
a la llegada de aquellos policías, pero la suerte no es eterna… Desde entonces
te observo, te sigo al trabajo, a casa, vigilo a tu familia y a aquellos que
más quieres, a la espera de que esos seguratas que te rodean y velan por tu
seguridad tengan un momento de debilidad que pueda permitirme acabar contigo.
Esta vez no me importa tu mujer, ni tu madre, ni tus estúpidos suegros, tampoco
tus extrañas amistades… No… El que me interesa eres tú, tu vida tiene que terminar
de forma agonizante, como tú hiciste con mi padre… Algún día te pillare, tarde
lo que tarde, cueste lo que cueste, y acabaré contigo…
¡PALABRA DE MONSTRUO!
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