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viernes, 7 de septiembre de 2018

"¡Palabra de monstruo!" Continuación, capítulo II.


¡Muy buenas tardes a todos!
Hace unos díascompartí con vosotros el comienzo de la última historia que escribí, pero dado a lo cortita que ha resultado (no es más que un relato largo), me gustaría ir compartiéndola con vosotros poquito a poco, por capitulos, jijijijiji, era algo que nunca había hecho y me hace ilusión. Nunca había compartido un relato seriado, ¡y la verdad es que será una uena manera de saber si logro enganchar a los lectores! Espero que os intrigue un poquito más el saber un poquito más de esta historia. 
¡La semana que viene, el próximo!



 Capítulo II. Unas merecidas vacaciones.

A medida que iban pasando los meses todo fue volviendo a la normalidad. Daniel y Julia se habían adaptado muy bien a su vida en el centro, es más, les encantaba. Habían convertido su habitación en un pequeño estudio que bien podría pasar por un apartamento, con su cocina americana, su cama de matrimonio y sus vistas de Madrid. No era gran cosa para dos personas cuyas nóminas estaban tan infladas como las de ellos, pero les daba igual, para ellos valía más la vida de sus pacientes y lo que ellos pudiera hacer por los demás y por la ciencia que el dinero que pudieran ganar. Entre los dos daban generosas donaciones a campos de estudios como la prevención del cáncer, el SIDA, o para todo el material necesario para la construcción de órganos artificiales, el siguiente gran paso de la medicina moderna.
Ellos nunca habían pensado en tener hijos, Julia nunca había sentido aquello que llamaban instinto maternal a pesar de sus treinta y ocho años, ni Daniel tampoco. Ellos dos solos se bastaban para ser felices, y en aquel momento lo tenían todo. Salían a cenar y a pasear por las calles de la ciudad cuando les apetecía, nunca percatándose de la deforme figura que los seguía o los observaba a través de la ventana del restaurante en el que cenaban, o desde el otro lado de la calle... Todo en sus vidas era perfecto, salvo por un detalle… Los pacientes seguían llegando en manadas, ya que, solamente él era capaz de realizar un trasplante de corazón perfecto. Desde que el Señor Fernández se recuperara, ningún otro hospital había tenido el honor de contar con un sólo paciente que hubiera sobrevivido a la misma operación, lo más cercano a eso fue una chica de veinticinco años que sobrevivió hasta dieciocho días después de la misma, pero no hubo suerte...

Las semanas pasaban, y los meses también... La agenda de Daniel Travers rebosaba cada vez más de citas con pacientes, reuniones y conferencias, algo que hizo que en el ánimo del buen doctor apareciera el sentimiento de angustia. Cada vez se sentía más ahogado por sus obligaciones, aunque su trabajo siempre había sido por pura vocación, los límites humanos a veces les hace tomar un rumbo distinto...
Todo esto llevo a que Daniel terminara saturándose y, como consecuencia, empezar a necesitar algo que todo humano necesita de vez en cuando; unas buenas y merecidas vacaciones.

—¿Por qué no te tomas un descanso? Llevamos meses trabajando sin parar, incluso diría que casi un año. Nos lo merecemos, Daniel... —Le había dicho Julia, mirando a su marido a los ojos, unos ojos en los que sólo vio seguridad, una seguridad intensa como en pocas ocasiones había percibido.
Ella sabía cómo era, lo conocía... Conocía su amor por la medicina y, a decir verdad, jamás había observado aquella misma o parecida pasión en ninguna otra persona que dominara otro campo. Siempre se había sentido orgullosa por él por aquello. Era un hombre seguro, regio, frío a veces, pero sabía lo que quería, cuanto lo quería, y hasta donde estaba dispuesto a llegar por algo que amara o que creyera justo.
—Sólo serán unos días, amor —continuó julia, ya prácticamente resignada a quedarse sin sus tan deseadas vacaciones—. Los pacientes que están ahora mismo en espera están completamente estables, por suerte. No les pasará nada porque salgas fuer una semana, además, quedarán en buenas manos.
Pocas más súplicas le hicieron falta a Júlia para terminar de convencer a su marido, pues el cansancio también es humano entre los hombre, y cuando se sobrepasan ciertos límites, acaba devorándolo todo.

El resto del equipo médico no tardó en ser informado por el matrimonio del comienzo de sus inminentes vacaciones, animándolos además a ellos a hacer lo mismo. Sólo serían unos pocos días, tendrían muy mala suerte si durante ellos sucedía algo fuera de lo normal. Pero la noticia no solo quedó dentro del hospital… Aquel ser que parecía esperar por los alrededores del Puerta de Hierro se hizo rápido con la noticia.

Londres fue la ciudad elegida por la pareja para pasar su mes de descanso, de aquella manera, Julia podría visitar a su familia y pasar unos días con unos nuevos sobrinos que aún no había tenido la oportunidad de conocer. Además, para Daniel, aquel era el destino que más le gustaba de Europa, dentro de lo que viene siendo la tranquilidad, claro. Y además, siendo realista, sus pacientes necesitaban de todo su potencial físico y mental para tratar sus extremas cardiopatías, tenía que poder dar todo de sí en su trabajo, en su vida... Tenía que descansar.
Pero por supuesto, los medios empezaron a hablar a todas horas de las vacaciones que se iba a tomar el doctor, comunicando incluso el destino que había elegido para ello, algo que el ser deforme que ocupaba el banco de la puerta del hospital recibió con la mayor de las alegrías, sonriendo de manera inmensa ante el titular del periódico que sostenía en las manos, sobre el cual cayeron varias horas de saliva de aspecto sanguinolento. Era el momento, tenía que avisar a los demás...

Con pasos torpes se dirigió a la cabina más cercana, mientras sacaba un papel amarillento de uno de los bolsillos de su gabardina. El teléfono estaba ocupado, por lo que esperó paciente a que la gorda señora que parecía cotorrear como un loro terminase su llamada. Ésta, nada más volverse para salir del estrecho cubículo, no pudo evitar mostrar un gesto de repulsión al ver al hombre bajito, aun así le dió los buenos días, algo de lo que se arrepintió al ver la sonrisa que éste le devolvía.

Cuando la mujer se hubo alejado, el pequeño ser la observó alejarse durante algunos segundos. Era consciente de su aspecto extraño, pero aquello, más allá de molestarle, le gustaba. Realmente disfrutaba cuando los humanos se apartaban de su lado.

Lentamente entró en la cabina y desenrolló el sucio papel que llevaba, un número de teléfono extranjero estaba ya casi borrado sobre él. Descolgó el teléfono, introdujo unas cuantas monedas por la ranura y empezó a marcar.

Solo hicieron falta dos tonos para que desde el otro lado de la línea le respondiera una voz aguda, desagradable y de sexo indescifrable.

—¿Sí?

—Aquí Cassius, tengo noticias nuevas.

—Adelante…

—En doctor viajará a Londres en los próximos días, procuraré enterarme a que aeropuerto llegará. De momento, voy a ir sacando mis billetes, no quiero llamar demasiado su atención si viajamos en el mismo avión.

—De acuerdo. Procura enterarte del día de su salida, Cassius, tenemos que tenerlo todo preparado para enton… —La voz de su interlocutor se cortó para dar paso a una tos mucosa, algo normal en Jeff. Su hermano era incapaz de pronunciar más de dos frases seguidas sin que su tráquea se contrajese.

Por suerte, en la agencia de viajes, nuestro extraño personaje se enteró de que, a causa de un temporal de nieve, solamente el aeropuerto de Stansted de Londres estaría funcionando, lo que significaba que, sí o sí, el Doctor Travers saldría de aquel aeropuerto rumbo a la capital. Sabían cuál era su destino una vez llegaran al país británico, una aldea a menos de dos horas de Windsor, por lo que, a causa de los horarios, debían quedarse obligatoriamente en Londres aquella primera noche antes de partir a la mañana siguiente. Todo iba a salir a pedir de boca…

Unas pocas horas más tarde, Cassius abandonaba Madrid para desgracia de su compañero de asiento en el avión.

3 comentarios:

  1. Bueno, vengo a por el segundo. Ya vamos conociendo un poco más del amigo Cassius, ja ja. Menudo tipejo. Pero es que, además, no está solo... Esto se pone interesante. Un detalle: me ha gustado ver que has mantenido muy bien la coherencia cronológica, al situar un momento de la acción en una cabina telefónica. No podemos olvidar que estamos a mediados de los sesenta. Parece algo obvio, pero no es el primer texto que me encuentro con los personajes usando teléfonos móviles en épocas en las que ni existían, ja jaj
    Hasta pronto, besos

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  2. ¿Engancha? ¡Espero que sí!
    Sisi, poco a poco voy descubriendo cosas nuevas, como pequeñas miguitas de pan... O al menos es lo que he intentado. Ya verás como al final este personaje te resultará hasta entrañable, jajajajaja.
    ¡Hombre! Esas cabinas XD... No pueden faltar en ningún buen relato sesentero!! Me gusta que te fijes en esos detalles (ya me he topado con algún que otro relato de los que hablas, y su que estén muy bien escritos, si e verdad que choca. ¡Vaya fallos tienen algunos! Yo la primera...) ya que, como bien dices, los cuido bastante, ya lo iréis apreciando a lo largo de esta lectura.
    Espero que te caigan mejor los "amigos" de Cassius...
    ¡Nos seguimos leyendo! MUAC!!

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  3. ¡Cómo te gusta Londres! La ciudad perfecta para que ese Cassius ejecute lo que tenga planeado, nada bueno supongo. A ver cómo sigue...

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