CAPITULO III
Cassius llegó al aeropuerto de
Stansted a las 8:55 de la mañana. Estaba incómodo y dolorido por la estrechez
del asiento del avión pero, gracias al poco tiempo que había durado desde
Madrid, lo soportó bien.
Atravesó la terminal cargando con su
pequeña maleta de mano repleta de periódicos junto a las pocas pertenencias que
había necesitado mientras vigilaba el hospital. La mayoría del resto de viajeros
que se cruzaba en su camino no pudo evitar volverse para observar mejor a
aquella figura bajita de aspecto siniestro. Pero él ni siquiera se molestó en
devolver una sola mirada, mejor así. Por suerte, los militares que rodeaban el
recinto, ya que en aquellos momentos era el único aeropuerto inglés disponible
a causa del temporal de nieve, se centraban más del paso de los pasajeros de las naves que acababan de
aterrizar, todo con el fin de que no pisaran partes de una terminal destinada a
aviones militares.
Fuera lo esperaba una destartalada
furgoneta verde, a la que el recién llegado subió con un costoso salto. No pudo
evitar soltar un suspiro de cansancio nada más sentarse.
—Bienvenido a casa, hermano —saludó
una voz a su lado.
Cassius se volvió hacia ella y sonrió
cansadamente.
—¿Qué tal, Gregg?
—Bien, aunque ahora, gracias a ti,
tengo un dolor horrible en los pies. Hace mucho tiempo que no cojo este trasto,
incluso me sorprende que funcione.
Cassius bajó la mirada hacia los pies
de su hermano, sí que debía de ser verdad que le dolían… Si los suyos cabían en
sus zapatos a duras penas, Gregg simplemente era incapaz de usarlos ya que,
directamente, a lo que tenía no se le podía llamar pies, solamente eran grandes
masas de carne sin forma, llenas de llagas y heridas por caminar descalzo.
Llevaba un grueso pantalón de pana marrón y un chaleco azul marino. Su estatura
era igual que la de su hermano, aunque él carecía de giba. Su rostro era
redondo y de un tono amarillento, y su nariz aguileña y violácea en la punta,
al igual que sus labios… Por debajo de su sombrero de lana gris asomaban varios
mechones de cabello completamente blanco, casi como hilos de seda, que no
llegaban a rozar sus hombros.
—Hay que cuidar la furgoneta, sobre
todo para cuando empiece el trabajo. ¿Cómo está papá?
—Se alegrará de verte —respondió
Gregg, arrancando el coche y apretando el acelerador con uno de los bultos que
tenía por pies.
Cassius tumbó el respaldo de su
asiento y se recostó sobre él mientras tapaba su rostro con el sombrero. La
furgoneta verde, con un débil ronroneo de ancianidad, tomaba el desvío de la
autopista para empezar a atravesar la campiña inglesa.
Aterrizaron de forma brusca, dando un fuerte giro al
casi resbalar sobre la pista de hielo. La nieve acumulada en los alrededores
del aeropuerto evidenciaban el enorme trabajo llevado a cabo por los
quitanieves, con el fin de dejar incomunicada a la cuidad de Londres el menor
tiempo posible durante aquella tormenta.
Afortunadamente, sólo soplaba un viento gélido cuando los pasajeros bajaron del avión.
Daniel no había tenido un buen vuelo. Siempre le habían asustado un poco los aviones, por no decir bastante. Saber que una tormenta de nieve sacudía Inglaterra no fue la mejor información que pudo conocer a escasas horas de embarcar. No le había costado mucho evitar que Julia se percatara de aquel miedo, con fingir que los viajes en avión no le sentaban bien era suficiente, y ella creía que podía arreglarlo todo con una simple pastilla.
Su esposa sonreía, estaba impaciente por ver a sus padres tras un largo año de sólo hablar por teléfono y por carta, ni siquiera el cansancio se reflejaba en su cara de lo feliz que se la veía. Pero él parecía tener otros planes para aquella primera noche de vacaciones, y ya se había encargado de reservar la mejor habitación en un apartado hotel que había de camino a Windsor, el Oakley court, bastante elegante, y lujoso...
Afortunadamente, sólo soplaba un viento gélido cuando los pasajeros bajaron del avión.
Daniel no había tenido un buen vuelo. Siempre le habían asustado un poco los aviones, por no decir bastante. Saber que una tormenta de nieve sacudía Inglaterra no fue la mejor información que pudo conocer a escasas horas de embarcar. No le había costado mucho evitar que Julia se percatara de aquel miedo, con fingir que los viajes en avión no le sentaban bien era suficiente, y ella creía que podía arreglarlo todo con una simple pastilla.
Su esposa sonreía, estaba impaciente por ver a sus padres tras un largo año de sólo hablar por teléfono y por carta, ni siquiera el cansancio se reflejaba en su cara de lo feliz que se la veía. Pero él parecía tener otros planes para aquella primera noche de vacaciones, y ya se había encargado de reservar la mejor habitación en un apartado hotel que había de camino a Windsor, el Oakley court, bastante elegante, y lujoso...
A los pocos segundos de recoger sus bultos, la pareja fue
interceptada por dos agentes de Scotland Yard y otros dos individuos que
parecían ser periodistas.
—Disculpe, ¿el Doctor Daniel Travers? —preguntó el agente de
mayor estatura, el que más imponía. Clavando sus pequeños ojos negros en los
del cirujano.
—Sssí… Soy yo.
—¿Ocurre algo? —interrumpió Julia. Su rostro estaba blanco
como el papel, ¿acaso había habido algún problema? ¿Por qué los interceptaban
aquellos policías?
—Somos los agentes Thomson y Mcdougal. No se preocupen, el aeropuerto
no ha sido cerrado, si es lo que temían. Estamos aquí para ocuparnos de su
seguridad —anunció el mismo agente, deshaciéndose de su gorro de forma calmada
al ver los rostro de estupefacción de los recién llegados.
Julia dejó caer su maleta al suelo, y suspiró. La noticia de
que no se quedarían encerrados en Stansted la alivió, pero, ¿qué hacía allí
Scotland Yard? Simplemente habían llegado a Inglaterra para tomar unas
vacaciones…
—¿Por nuestra seguridad?
—Sí, señora. Ahí afuera hay un centenar de periodistas
deseando verlos para acribillarlos a preguntas. Sabemos que van a pasar unos
días aquí, y la seguridad de nuestros conciudadanos es lo más importante para
nosotros. —Al pronunciar la última frase, Mcdougal miró a Julia. Los otros dos
hombres les mostraron las acreditaciones que llevaban colgadas del cuello, eran
comunicadores de the times.
Ella tragó saliva, sabía de sobra lo que aquellas cosas
incomodaban a su marido, de modo que, intentando ser lo más breve posible, fue
ella la que contesto a las preguntas que de repente cayeron sobre ellos como
lluvia nada más salir a la terminal. Al principio, incluso ella misma esbozaba
la mejor de sus sonrisas, pero con el paso de los minutos no pudo evitar
ponerse seria. Sentía que por mucho tiempo que pasara jamás se acostumbraría a
aquello. Ser el centro de atención a nivel mediático no estaba hecho para
ellos. Casi a empujones, la pareja fue guiada hacia la salida por los dos
agentes. Julia no pudo evitar lanzarle una mirada a su marido, tampoco ella
tenía la culpa de ser conocida en su propio país, y además estar casada con uno
de los más famosos cirujanos del mundo.
Al abandonar el aeropuerto, fueron los propios agentes los
que los escoltaron hasta su destino. Las colosales sombras que a aquella hora
formaban los monolitos de Stonehenge los hicieron cruzar un gran trecho de
carretera en pleno silencio, ni siquiera los cuervos que solían frecuentar el
lugar hicieron acto de presencia, seguramente refugiados del frío en sus
cuidados nidos. Julia no escondió su enfado al enterarse de que Daniel quería
pasar la primera noche en un hotel, deseaba ver a su familia… Pero, como ya os
había dicho antes, su marido era un hombre que sabía compensar muy bien las
cosas. Lo que no sabía el propio Daniel es que, precisamente en el Oakley Court
iban a toparse con uno de los personajes que peor le había caído en la vida…
La intervención de esos "siniestros" personajillos se hace de rogar, je je... Me tienes intrigado. Por lo demás, me ha gustado esa alusión a Stonehenge, le da un tono misterioso a la par que solemne al pasaje, como si esos dos, en lugar de dirigirse a un hotel, fuesen hacia algún mistérico ritual.
ResponderEliminarTe veo en el próximo. Besos
Sí, tienes razón, pero su intervención será intensa... Ya lo creo, jajajaja. Eso que dices del ritual me parece una idea super interesante, digamos que, de alguna manera se podría decir que lo que están preparando es un ritual... ¡Ya me diréis!
Eliminar¡Un abrazote y nos seguimos leyendo!
Se añaden personajes como ese hermano de Cassius y la atmósfera se va llenando de Stonehenge, esos cuervos... Me temo que pronto estas vacaciones en Londres se van a tornar en todo menos plácidas. Un abrazo!
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