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miércoles, 7 de febrero de 2018

Sin huesos.


Este es quizá uno de los relatos más ambiciosos que he escrito, ya que en él intento más que nunca intentar transmitir al lector las sensaciones y manera de pensar de un vikingo, esos bárbaros nórdicos a los que el resto de Europa, por aquel tiempo, veía más semejantes con los animales que con los seres humanos. Siempre he pensado que ponerse en la piel de alguien tan diferente a lo que conocemos del resto del mundo no es tarea fácil, incluso llegaría a decir que imposible, pues por mucho que lo intentemos, seguramente nunca podríamos llegar a imaginar hasta donde llegaban estas mentes (en cualquier sentido) en su época.
Indagando en internet en busca de información interesante sobre estos fieros guerreros no pude evitar sentirme atraída por las leyendas que hablan sobre un hombre que, según se cuenta, fué el vikingo más estratega, ambicioso, a veces cruel, a veces benévolo... Más famoso de los que haya existido jamás. Os hablo de Ragnar Lodbrok, un rey legendario, cuyas tierras comprendían Suecia y Dinamarca en el siglo IX. Actualmente acaba de terminar de emitirse la 5ª temporada de una estupendísima serie (según mi punto de vista, claro), que habla precisamente de la vida de este rey. Sinceramente, se la recomiendo a todo aquel que le guste lahistoria, está super bien hambientada ¡y logra engancharte conn cada capítulo como pocas!


Rey Ragnar Lodbrok, serie "Vikingos".

Como iba diciendo, Ragnar era un gobernante pagano y bastante deboto a sus deidades. De acuerdo con muchas leyendas que hablan de él, pretendía ser reconocido entre los suyos como descendiente directo del dios Odín. Una de las cosas que más le gustaba hacer era atacar a las ciudades cristianas durante sus fiestas sagradas, ya que lo prefería así para causar una sorpresa mayor en los soldados que entonces solían estar en el templo. Pasó buena parte de su vida en expediciones vikingas, durante las cuales puso sus ojos en el Báltico, Francia e Inglaterra, arrasando ciudades y solíendo aceptar el pago de un rescate o tributo para dejar en paz a los pueblos atacados y abandonar sus tierras. Realmente, los vikingos debieron de encarnar algo parecido a lo que hoy podríamos llamar auténtico terror a los ojos de los invadidos. Una vez más, estos personajes me hacen querer desear poder mirar a traves de un agujerito, aunque solo fuera por unos segundos, cómo debieron de ser en realidad, cómo vivían y cómo sentían en aquella época.

Ragnar Lodbrok tuvo varios hijos a lo largo de su vida, todos ellos varones y que seguían sus mismos ideales. Tras su muerte, fueron ellos los que siguieron con sus incursiones, formado un gran ejército pagano, aún más grande que el de su padre y liderado por el mayor de ellos, Bjorn Brazo de Hierro. Cuentas las crónicas que los hijos de Ragnar llegaron a Italia, y que incluso pusieron su pié en España, ¡y eso es algo que me encantaría seguir investigando!
Ragnar, como todo buen deboto a sus dioses, pensaba que éstos le habían mandado a todos y a cada uno de sus hijos por alguna razón, ya que creía firmemente que ellos harían grandes cosas siguiendo sus pasos, como si de alguna manera el capricho de los dioses estuviera ligado a su sangre e,incluso, llego a ver significativas señales de los dioses en ellos. Por ejemplo, su hijo Sigurd, también conocido como "ojo de serpiente" por una extraña y caprichosa mancha en uno de sus iris, que casualmente tenía forma de serpiente, fué uno de los que más mostró hasta dónde estaba dispuesto a llegar para seguir con honor el linaje de su padre. En cambio, otro de sus hijos, Ivar, no tubo la suerte de nacer con un físico y una fuerza semejante a la de sus hermanos, ya que vino al mundo con una enfermedad extraña, algo parecido a lo que conocemos hoy como huesos de cristal.
Para el Rey Ragnar, el nacimiento de su hijo Ivar fué algo muy duro en su vida, teniendo en cuenta que los pueblos vikingos solían deshacerse de los deformados o enfermos de una manera similar a los espartanos, todo para que sus ejércitos fueran lo mas perfecto posible a la hora de atacar. Cuenta la leyenda que Ragnar llevó a su hijo recién nacido al bosque con intención de dejarlo a merced de los lobos, pero que una vez allí no tubo el valor de abandonarlo. Con el tiempo, fué precisamente este chico el que más destacó de entre todos los hijos de Ragnar, ya que, al no poder coger una espada, ni luchar ni hacer la mayría de las cosas que el resto de los hombres hacían, ayudó a desarrollar las más perfectas estratégias que después siguió el ejército de sus hermanos. Realmente, Ivar demostró que los dioses lo habían enviado a este mundo por alguna razón, ¿quizá fueran ellos los que le hablaron directamente a Ragnar la noche en la que no se decidió a abandonarlo?
Al leer un poco más profundamente sobre guerras vikingas me encontre con lo que debieron de ser auténticos espectáculos de carnicería, y precisamente es eso lo que ha ayudado a que, con el tiempo, sigamos recordándolos como auténticos bárbaros, más salvajes que civilizados. Fueron ellos los que desarrollaron una especie de ritual que realizaban con sus enemigos de más alta estirpe, un horrendo y sangriento ritual llamado "Aguila de sangre", del cual me gustaría hablar por aquí, pero si lo hago la entrada se hará super larga, por eso dejó  aquí  este enlace para aquellos que quieran conocer un poco sobre dicho ritual. Es por esto último por lo que no puedo ni imaginarme lo que debió de ser sentir esa impotencia para un vikingo como Ivar, teniendo en cuenta la cantidad de cosas que tenía al alcance de su mano debido a su estirpe. Con este relato pretendo de alguna manera meterme en la mente de Ivar, la que yo me imagino, claro, cómo debía de ser, cómo debía de pensar para compensar esa gran discapacidad que tenía. He de deciros que dicha tarea se me tornó un poco más fácil al conocer la curiosidad de que Ivar se llevaba a matar con su hermano Sigurd, ¿sentía envidia de su hermano porque éste podía hacer cosas que él no? ¿Era simplemente odio? ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar para hacer notar su sanguinariedad?

Ivar en la serie "vikingos".

SIN HUESOS. 

Abrí los ojos un día más, las voces y el barullo de la calle me despertaron, y también aquella maldita voz de mi hermano Sigurd… Con gran dificultad me senté en la cama y me asomé a la ventana, como todas, demasiado alta…

El sol ya empezaba a asomar por encima de las colinas, la ciudad despertaba poco a poco. El sonido de los carros no tardó en dejarse oír sobre la húmeda tierra de las calles. Los campesinos cargaban con varios animales, en brazos o sobre carros, algunos para venderlos, otros para sacrificarlos… Otros cargaban y afilaban armas y utensilios de trabajo para empezar la jordana, y otros se apelotonaban y empujaban alrededor de la gran valla que delimitaba el patio de mi casa, la más grande y ostentosa de toda la capital.

Mis dos hermanos mayores, Sigurd y Ubbe, se encontraban allí, justo delante de mi ventana. Al menos una docena de gallinas corrían despavoridas cada vez que uno de ellos caía al suelo, levantando nubes de polvo y pienso. Ver manejar la espada, aunque solo fuera a modo de diversión, a dos de los hijos del fiero Ragnar Lodbrock era todo un espectáculo digno de pararse a mirar, y eso era lo que más le gustaba a mis hermanos… Les encantaba ser el centro de atención…

Junto al gran gentío también estaba Eyra, mi esclava personal, la misma a la que mi madre había destinado todas las tareas que tuvieran que ver conmigo, como traerme la comida, la ropa, asearme y ayudarme a levantarme de la cama.

Sabía que mi hermano la había utilizado en más de una ocasión, y no precisamente para que le sirviera la comida o le trajera unas botas… Distrayéndola así de sus verdaderas obligaciones. Aquello me fastidiaba y mucho…

Con gran torpeza logré incorporarme un poco más, dando gracias a los dioses de que mis brazos fueran lo suficientemente robustos como para ayudarme a moverme, y puse los pies en el suelo. Hacía frío y los huesos me dolían, aunque todavía quedaran varias semanas para que llegase el auténtico frío, el viento era ya tan gélido que incluso me hacía pensar que, en realidad, se trataba del aliento de la giganta Skaoi. Al ser aquella una población tan cercana al río, la fuerte humedad lograba calar la gruesa alfombra de piel que cubría el suelo de mi habitación. Mis pies estaban helados, me dolían, me duelen… Mis pies, delgados e inútiles, ya había perdido la cuenta de las veces había deseado poderlos separar de mí de un solo tajo…

Aquí, tener unas buenas piernas es muy importante, así como unos buenos brazos para poder manejar bien un arma, una espada, un arco, un hacha… A mi edad ya debería dominar todas esas cosas y muchas más pero, por el contrario, lo máximo que había logrado manejar con algo de destreza era el arco. Mi madre siempre me dice que tengo buena puntería, en cambio, mis hermanos insisten en que eso no me servirá para nada… Sé que ella lo dice con buena intención, pero es una mentirosa, una maldita mentirosa a la que los dioses habían castigado con un hijo deforme como yo… Sus grandes debilidades siempre habían sido mis hermanos, los que eran hombres de verdad, sobre todo Sigurd, a él se le daba bien todo… La espada, el arco, el hacha, las mujeres… En todas las reuniones, o delante de invitados, le encantaba alardear de ser hijo de quien era, y que si los dioses lo habían dotado con aquella marca, una marca en forma de serpiente en su amarillento iris, por algo sería… En todas partes, en todas las tierras que formaban el reino de mi padre se le conocía como el más fiero de los hijos del Rey Ragnar. ¿En serio? ¿Sigurd, ojo de serpiente? Cuanto desearía poder decirle que eso que tenía en el ojo en realidad era un gusano, como él…

Apreté los dientes intentando ahogar algo de dolor, y me volví a asomar por la ventana. Sigurd seguía en pie, sosteniendo firmemente su pesada espada, sin mostrar la más mínima muestra de cansancio, y ella lo miraba… Lo miraba con una admiración palpable para cualquiera que caminase por la calle, como si el resto del mundo hubiera desaparecido para ella. El también la miraba, divertido, sonriendo, orgulloso… Como un niño caprichoso que mira un juguete que le gusta, y con el que sabe que puede jugar cada vez que le diera la gana, pero no solo era eso… Había algo más en aquella mirada, algo que iba más allá del simple capricho. Entonces sonreí… Pues, a diferencia de mi hermano, yo prefería observar al enemigo, conocerlos e investigarlos antes que lanzarme sobre ellos como un bárbaro que confía plenamente en sus fuerzas. Solo de esa manera puedes acertar en la diana más fácilmente.

“Sigurd, Sigurd… Me acabas de enseñar tu punto débil…”

Odiaba aquella situación, odiaba que la mirara, que la apartara de sus deberes de servirme a mí. Quizá solo fuera cosa mía, pero me daba la sensación de que mi hermano odiaba que precisamente aquella esclava me perteneciera a mí.

Ya sin poder soportarlo más, golpeé la pared, llamando la atención de Eyra. Aquellos golpes me produjeron un dolor tan grande entre los dedos que incluso me cortó la respiración. Desde la ventana vi como su rostro cambiaba de repente, como si de pronto hubiera sido consciente del peligro más atroz. Rápidamente agachó la cabeza y se dirigió a mí casa. De reojo pude ver como mi hermano la observaba con un claro gesto de desaprobación y enfado.

Ella entró en la habitación y me saludó sin levantar la cabeza. No me gustaba que me miraran a los ojos, y ella lo sabía. Tranquilamente le indiqué que me acercara la ropa que estaba encima de un sillón bastante alejado de la cama. Ella obedeció, sus manos temblaban cuando me alcanzó las ropas.

Era preciosa, realmente lo era. Su cuerpo no estaba encallado ni quemado por el sol como el del resto de las mujeres que sufrían las consecuencias del duro trabajo en las granjas o en la ciudad. Su pelo era rubio, tan rubio que lo hacía parecer blanco, al igual que sus cejas y pestañas. Su piel era blanca como la leche, y el tacto de su piel era lo más agradable que había sentido en años. Pero, a pesar de todo, lo que más me gustaba de ella era el miedo que yo le provocaba. A diferencia de mis hermanos, que perseguían incansablemente la admiración, adoración y aceptación de los demás, algo que ya poseían desde que nacieran por ser hijos de quien era, yo buscaba el miedo… Reconozco que la admiración es reconfortante para cualquiera, y mucho más en el caso de alguien como yo, pero el miedo… El miedo no es superado por nada…  esa sensación que se siente cuando saber que eres capaz de producir miedo en todo aquel a quien meres, no lo supera nada.

—Acércate, Eyra... —Le dije lo más suavemente de lo que fui capaz—. Tengo algo para ti.

La chica no supo cómo reaccionar. Nerviosa, miró a su alrededor, buscando a alguien más en la enorme habitación, pero estábamos solos, ella y yo… Alargué el brazo para indicarle que quería que se sentara a mi lado, el contacto de mis dedos le cortó la respiración, su rostro estaba más blanco que nunca, pero finalmente obedeció.

No voy a negar que la lujuria sea una de las principales necesidades de los vikingos, una manera de poder desahogarse que no precise de armas o, al menos, no siempre… Nuestras mujeres suelen ser receptivas, sobre todo si se trata de guerreros, o de los hijos de un rey… Pero para mí aquello era un asunto sin importancia. Al no poder satisfacer a una mujer, con el paso de los años las fui viendo cada vez más como meros objetos o animales pequeños, a los que poder torturar a tu antojo, sin que nadie, absolutamente nadie a tu alrededor fuera capaz de decirte ni una sola palabra en contra, ni siquiera juzgarte. Claramente, era otra de las ventajas de ser el vástago de un rey.

—Tengo algo para ti. —Le dije de nuevo, alargando la mano hacia la mesita de noche, sobre la que descansaba un collar bastante llamativo y de gruesa y dorada cadena, propio solo de damas de alta cuna. Lo cogí, y se lo ofrecí—. Es para ti, un regalo. Me gustaría mucho vértelo puesto.

Ella abrió la boca para responder, pero de aquel agujero con dientes solo salió un leve sonido parecido a un suspiro. Me sentía impaciente por que lo aceptara, no teníamos mucho tiempo…

No tuve que esperar mucho hasta que Sigurd irrumpió en mi habitación como un animal rabioso, en su mano derecha aún portaba la espada de filo enrojecido con la que se divertía con Ubbe. Su larga cabellera rubia estaba revuelta, y su rostro bañado en sudor. Su respiración era fuerte y su aliento entrecortado a causa de haberse dirigido a mi habitación a toda velocidad. Sus grandes ojos ámbar se clavaron sobre mí, reptando por mi cuerpo como lo haría un gusano, e intentando entrar en mi carne con su misma torpeza, como queriendo introducirse dentro de mí para descubrir lo que estaba pensando, pero aquello no me asustaba… Pues mientras que él continuaba con su túnel sin dirección, mis ojos se clavaron sobre el cómo afilados cuchillos, abriéndolo directamente en canal, mostrándome su interior, mostrándome la turbación y la apresion que le hacía sentir. Ninguna clase de sentimiento era desconocido para mí cada vez que observaba a alguien, y mucho menos a él.

—Hola, hermano. —Lo saludé con una de mis mejores sonrisas.

—¿Dónde está? —rugió con fuerza.

—¿Dónde está quién?

—¡No te hagas el tonto! ¿Dónde está Eyra? Sé que ha entrado aquí.

De las comisuras de su boca asomaban hilos transparentes que se desperdigaban con cada grito.

—Ella es mi esclava, nuestra madre me la entregó.

—¡¿Dónde está?! Dímelo ahora mismo, maldito duende, o haré que en menos de un minutos eches de menos tu asquerosa cabeza.

Con una gran violencia, se lanzó sobre el sillón que estaba bajo la ventana y lo levantó, estampándolo en el suelo con un golpe tan fuerte que ni siquiera la gruesa alfombra fue capaz de amortiguar.

Con toda la calma del mundo, no fingida, pues tan seguro me sentía, aparte la gruesa piel que cubría mi cama, sobre la que aún permanecía sentado. El cuerpo inerte de la joven estaba junto a mí con los ojos cerrados, pareciendo dormir plácidamente con una mueca de serenidad en la cara, incluso muerta era realmente hermosa… Su cuerpo estaba totalmente desnudo, solo había algo que la cubría, mi regalo… Un regalo que había rodeado su cuello con tanta gracia que no me había costado mucho hacerla expirar.





4 comentarios:

  1. Me tiene encandilado cómo trabajas tus relatos, Ana. Pero sobre todo cómo sabes mezclar la ambientación y documentación conseguida con una historia con cara y ojos. La historia de hoy tiene un tema universal como es la rivalidad entre hermanos, esa lucha por el reconocimiento paterno y el odio que puede nacer en el débil. Luego la crueldad que nace de la frustración. Y esta historia universal sabes encajarla en un ambiente histórico determinado como son los vikingos. Es toda una delicia poder leerte, no solo por tu capacidad narrativa, sino por la seriedad y profesionalidad de las propuestas. Fantástico, de verdad. A ver cuándo te animas a participar en el concurso que organizo en mi blog. Un fuerte abrazo!!

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    1. ¡Buenas, David!
      No sabes lo orgullosa de mi trabajo que me hace sentir tus palabras, que alguien como tú me diga eso para mi es todo un logro, ¡de verdad! Mil gracias.
      Pues fíjate que no pensé en el tema que estaba tratando en realidad, cuando escribí este relato. La rivalidad entre hermanos es algo legendario, ciertamente, pero me centré más en la mente perversa y frustrada del protagonista, ya lo de su hermano remató mi composición, dándole un toque aún más cruel. Al menos eso es lo que intenté.
      Pues fíjate que he pensado varias veces en presentarme a uno de esos concursos, incluso te pedí información una vez, pero no termino de lanzarme, jajajaja. Aunque, pensandolo fríamente, sin duda lo haré, amigo. El premio me vendría de perilla, la verdad. Hay algo que me resulta insoportable a la hora de escribir, y son esos fallitos que tengo. Se que algunos son más graves que otros y, aunque no resulten ser muchos tras las revisiones, siempre se me queda algo atrás. No sé por qué pero cada vez que leo uno de mis relatos, por muy repasado hasta la saciedad que esté, siempre le encuentro algo nuevo. Y empeño le pongo, ehhhh, pero es algo que siempre ha podido conmigo. ¡Todavía no me explico cómo a estas alturas de mi vida tengo tantos fallos con todo lo que leo! A pesar de estos errores nada me ha impedido compartir lo que tengo en la cabeza, pues a pesar de que hay mucha gente obsesionada con las faltas de ortografía, sé que siempre habrá gente, como sois los lectores de mi blog (cosa que os agradezco como no podéis imaginar), que sabrán apreciar lo que comparto. Aunque tengan fallitos, lo hago con la mejor intención, y no por eso mis trabajos tienen menos curre que otros.
      Antes todo esto me hacia sentir un poquito mal, ahora pienso que el que no quiera leer alguno de mis relatos porque tenga dos o tres faltitas él se lo pierde. Pero de todas maneras, me animaré a participar, ¡a por ese premio!
      ¡Un besote, amigo!

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  2. Estupendo relato Ana. Porque, cuando llegas al final, piensas, ¿Ya? Y eso es lo mejor, que te ha enganchado tanto que se acaba sin que te des cuenta. Magnífico cómo has interpretado todos los datos para dar forma a esa mente torturada por sus propias limitaciones físicas y que busca en el domino mental su liberación. Magnífico cómo retratas sin explicaciones lo habitual de la crueldad, de la esclavitud, de la tortura. Cosas que a nosotros, desde nuestra mentalidad, nos parecen horrendas, para ellos formaban parte de la vida con la misma naturalidad que para nosotros los móviles o internet. Porque la muerte no era más que un paso para ellos y lo creían con más fervor incluso que los católicos, y por eso era tan importante el tránsito, la forma de pasar. Yo también vi, aunque no todas, algunas temporadas de la serie que mencionas y me gustó mucho, la verdad. He leído tu comentario a David y, estoy de acuerdo contigo, los errores son normales, pero yo creo que, los que escribimos en un blog, sobre todo, buscamos compartir, comentar, disfrutar no solo de lo escrito, sino de la enriquecedora y agradable charla con todo aquel que te lee con gusto y a la vez comparte sus escritos. Nada más. Y nada menos. Si luego además, corriges y vas limando algunos defectillos, pues mejor que mejor, pero vamos, no es esto un examen, ja ja
    Y bueno, otra cosa, que me ha gustado el relato, pero esta vez te has explayado también en la presentación y nos has dado mucha información sobre esta cultura y la gestación de tu relato. Siempre me ha gustado mucho el mundo de los vikingos, desde que venía Vikie el Vikingo, ja jaaaa. Una vez leí una novela que se llamaba "la saga de Yago", sobre un gallego que se veía metido en ese mundo a raíz de una de las incursiones vikingas por aquellas tierras.
    Bueno, no me enrollo más, un beso grande Ana, y hasta prontito

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    1. ¡Hola, Isidoro!
      ¡Muchas gracias! Efectivamente, y como has podido ver, esta vez he decidido dejar un poco más de protagonismo a la imaginación del lector, que ellos mismos imaginaran en su propiamente el lugar en el que se desarrolla la escena, creo que en casos como este no hacen falta más palabras... Si es cierto que ellos debían de ver la muerte y la masacre como algo prácticamente natural desde niños, algo que me sobrecoge, ¿cómo llegarían a pensar esos niños? ¿Qué mente tan abierta o tan cerrada tenían que tener viendo todo lo que tenían que ver a su alrededor? Y por otro lado están sus creencias, ¡pero eso ya merece una entrada a parte!
      Tienes razón en que es más gratificante la charla que se tiene después con aquellos que compartes tus cosas que lo que se llega a compartir. Eso a mi es lo que me vale y más me llena. Después termino limando un poco más todo, jajaja.
      Ostras! Yo también veía Vicky... Jajajajaja, aunque me cogió muy pequeña. En cuanto a la serie "Vikingos", siempre creí que después de morir Ragnar daría un bajón significativo, ¡pero no! Espectacular... Por si alguna vez te animas a seguir viéndola.
      Un besote y nos seguímos leyendo!

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