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lunes, 6 de marzo de 2017

Sobre las pirámides.


Hace ya algún tiempo que vengo escribiendo relatos relacionados con grandes personajes, tales como músicos, grandes filósofos, nobles y escritores que nos dejaron a su paso grandes cosas, sin algunas de las cuales seriamos incapaces de concebir el mundo tal y como lo conocemos hoy. Todas estas personas a las que me refiero, hombres y mujeres, dejaron una huella imborrable en nuestra historia, pero algunas veces se trata de unas huellas tan especiales que, según quién las observe, serán más o menos apreciadas.
El último relato de estas caracteristicas que compartí con vosotros fué "Ranas eléctricas", el cual dediqué a la madre de uno de los monstruos más conocidos y queridos de toda nuestra literatura universal, pero antes de la historia de Mary Shelley hubo algunas más... Tales como "El Maestro", dedicado al gran Aristóteles, o "Y tú, ¿temes a la muerte?" Que trataba sobre una curiosa y especial entrevista de trabajo hecha por el mismísimo Barbanegra. Hoy es el turno de otro escritor, Howard Philip Lovecraft.
La verdad es que para mí hubiera sido mucho más facil recurrir directamente a su hermano del siglo IXX, mi eternamente amado, Edgard Allan Poe (del que, por supuesto, también tengo preparado otro relato, aunque de una forma algo diferente al de Lovecraft), pero... Pensándolo fríamente, este sumo sacerdote, hacedor de nuevas religiones, creador de grandes monstruos, de grandes mundos, de grandes pasiones... También se ha ganado poco a poco un hueco bastante importante en mi corazón, razón por la cual llegué incluso a emocionarme mientras escribía su relato.

Aunque nunca publicó un libro, siempre llegó a nosotros en forma de relatos, principalmente orientados al terror cósmico, que nos trajeron un mundo fantástico imposible de olvidar. Lo cierto es que en sus escritos hay suficiente, por no decir demasiado material como para haber hecho un digno homenaje a su creador, pero en cambio me decanté por una opción que siempre me ha parecido más interesante... En este relato podría haber hablado de Cthulhu, de Dagón, del Necronomicón... O de él mismo, aquel que paseaba por las tumbas, de aquel que odiaba la luz y que revivía por las noches para reencontrarse con sus fantasías angustiosas... Pero, en lugar de eso, me centraré en su niñez, época de su vida que tubo que tener para él (igual que para todos nosotros) una extrema importancia para que todas sus historias se desarollaran y llegaran hasta nosotros. He querido centrarme en la infancia de un gran maestro que, como cualquier fan suyo sabrá, siempre tubo una especial relación de odio y temor con el mar, y he querido jugar con la posible circunstancia que pudo llevarlo a eso. ¿Qué clase de trahuma pudo afligir a este chico como para llevar su "miedo" al lado más extremo?
Espero que disfrutéis de este pequeño y humilde homenaje. 
¡Hasta pronto!



SOBRE LAS PIRAMIDES.


Siempre me ha dado miedo el mar, aunque pase ante él todos los días soy incapaz siquiera de mojarme los pies por miedo a terminar cayendo por uno de esos grandes fosos submarinos, allí donde ya no vive ningún ser conocido hasta ahora, allí donde habitan esos seres gigantescos y de grandes tentáculos de mis pesadillas… Bueno, creo que empezaré desde el principio…

Me llamo Philip, y nací en el Condado de Providence (Rhode Island) hace ya casi nueve años, y realmente me encanta mi ciudad. Me gusta pasear por sus calles, preferiblemente cuando son acariciadas por las brumas de la noche, cuando la gente ya se resguarda en sus casas. Me gustan los sitios salvajes y naturales, donde no se escuche el sonido de la vida de esta “colmena de la industria”. Por suerte, muy cerca de mi casa había un lugar en el que podía disfrutar de esa soledad que tanto me gusta, además, contaba con hermosas vistas al mar, al menos cuando aún me parecían hermosas…

Nunca tuve amigos en realidad, mi madre solía decirme que era lo suficientemente raro y feo como para que otros niños quisieran ser mis amigos o jugar conmigo. En realidad,  digerí aquellas palabras con más alegría que tristeza, realmente me gustaba la soledad, por eso aquel escondite junto al mar era especial… Allí podía perderme con los libros que rescataba de la gran biblioteca de mi abuelo, en la que contaba con carta blanca para poder coger, leer y escribir todo lo que quisiera sin que nadie me molestara. Aquel lugar era hermoso, un aislado paraíso que parecía haber sido echo exclusivamente para mí, un lugar que era capaz de mantener despiertos todos mis sentidos, y dormirlos a la vez… Por aquella razón me dolió tanto, y a la vez me sorprendió, que un lugar que fuera capaz de despertar en mí cosas tan hermosas, acabara siendo el escenario principal de mis peores pesadillas…

Aquel día hacía calor, mucho calor… La humedad que provocaba la cercanía del Atlántico aumentaba esa sensación pegajosa que, al cabo de dos horas bajo los árboles, fui incapaz de soportar un minuto más. Sin miedo alguno, dejé a un lado la entretenida lectura de “Los sauces”, realmente uno de los mejores relatos de terror que había leído jamás, me quité los zapatos, me remangué los bajos del pantalón y me dirigí hacia la orilla. El agua fría sobre mis pies y tobillos me hicieron sentir un alivio instantáneo, tanto que aquello fue lo que hizo que me decidiera a ir al día siguiente con ropa apta para un baño.

Cerré los ojos y sentí como el agradable líquido acariciaba mis pies, el calor que me sofocaba disminuyó considerablemente, fundiéndome en un confort que me arrojó a un placentero letargo en el que me perdí sin ni siquiera darme cuenta.

Ya estaba agradeciendo que se me hubiera ocurrido la idea de meter los pies en el agua, y también sintiéndome dichoso por poder hacer aquello cada vez que quisiera sin que nadie me molestara, pero… Aquella  sensación duró poco, ya que, como venidas de un oscuro abismo, unas manos gelatinosas rodearon mis tobillos, tirando de ellos y haciéndome caer.

Cientos de trozos de conchas rotas se me clavaron en la piel y en todo mi costado izquierdo, pero no sentí dolor. Casi sin respiración por el miedo, intenté deshacerme de aquella fría ligadura a base de patadas, pero aquella criatura, o lo que fuera, tenía muchísima más fuerza que yo. Por mucho que intenté distinguir que clase de criatura era la que me agarraba, no pude apreciar ni lo más mínimo bajo la superficie del agua, era como si aquel ser aprovechara su oscuridad para atacarme sin ser visto. Parecía querer arrastrarme hacia el fondo del mar.

Tras infinitos empujones logré zafarme de aquellos dedos viscosos, y con una fuera que incluso a mi me sorprendió, conseguí salir del agua para dejarme caer sobre la arena de la orilla.

Tardé varios minutos en restablecer mi respiración, aunque el temblor de mis manos y mis piernas no cesó. Minuciosamente busque entre mis pantorrillas algún signo que me dijera que aquello que acababa de pasarme había sido real, que no solamente había sido un sueño lúcido como alguno que otro que solía tener, pero no encontré nada. Me sentí un estúpido… ¿Quizá lo había soñado? Normalmente solía, y sigo teniendo, sueños bastante lúcidos que incluso alguna vez he llegado a tocar, pero nunca ninguno como aquel.

Tambaleándome, recogí mis zapatos y los libros y regresé a casa, poniendo especial cuidado para que mi madre no me viera completamente mojado y magullado, pero de nada sirvió aquel cuidado… Ni tampoco mis explicaciones con respecto a ese algo que me había agarrado, mi madre no me escuchaba… Solamente me reñía diciéndome una y otra vez que era por cosas como esa por las que los demás niños no querían ni nunca querrían ser mis amigos o jugar conmigo, y que tenía que empezar a distinguir los sueños de la realidad, que seguramente solo me hubiera enganchado el pie con algún trozo de alga, y nada más. Yo simplemente asentí… No era la primera vez que me atacaba de aquella manera, de hecho, ya apenas escuchaba sus continuos ataques hacia mí, solo me atravesaban como si fuera un fantasma que cada vez sufría menos por sus palabras.

Aquella noche no dije una sola palabra más de lo que me había pasado, ni ya la diría nunca más, al menos en casa. Había pescado para cenar, normalmente me gustaba bastante, y sobre todo antes de irme a la cama, pero en aquel momento no me apetecía nada, ni ya me apetecería nunca más…

Después de dar las buenas noches me fui a la cama, no sin antes dar un seco “buenas noches”. Una vez en mi habitación me aseguré de que las ventanas y la puerta quedaban bien cerradas, corrí las cortinas y me metí en la cama tapándome hasta la cabeza. No sé hasta qué hora estuve dando vueltas en la cama sin poder dormir, cada vez que cerraba los ojos veía claramente como aquellas manos monstruosas se extendían hacia mí, señalándome con sus largas y afiladas uñas. A mi alrededor se escuchaban unas profundas voces que cantaban, pero poco pude comprender de aquellas palabras, ya que parecían venir desde tan lejos que prácticamente solo eran ecos distantes. Las paredes de mi habitación daban rápidas y mareantes vueltas en torno a mí. El bote de tinta que descansaba sobre el escritorio se volcó sobre los blancos papeles aún sin estrenar, y la pluma fue empujada por el viento que ahora entraba por las ventanas abiertas. Pero aquello no era lo peor… Mi cama se movía, como si de debajo de ella quisiera salir algo enorme atascado entre su borde y el suelo. Quise gritar, pero no me atreví… No quería recibir otra bronca de niño pequeño que teme a las pesadillas, si es que aquello lo era…

Desperté con el rostro encharcado en sudor. El latido de mi corazón era tan rápido que incluso entorpecía mi respiración. Miré a mi alrededor… La habitación estaba tan y como yo la había dejado, con las ventanas y la puerta cerrada. Mi negra pluma descansaba dentro del tintero sin volcar, junto a aquellas blancas y hermosas hojas que parecían esperarme, invitándome a sentarme frente al escritorio, todo había sido una pesadilla… Aunque, cuando ya estaba más calmado, pensando que todo aquello que había sentido no había sido más que un sueño, volví a sentir un temblor procedente de debajo de mi cama.

Todavía con un poco de calma, apreté lo ojos y empecé a pellizcarme fuertemente el brazo izquierdo, si aún dormía, quería despertar. Pero aquello no funcionó, mi cama se movía, o al menos yo creía que se movía. Varios tentáculos asomaban por sus bordes, como si una gran criatura marina quisiera alimentarse de mí… Aquellos brazos fríos rozaban mi piel ardiendo por la fiebre y los delirios.

Sin atreverme siquiera a respirar, esperé anhelante a que aquella visión se desvaneciera, deseaba con todas mis fuerzas que aquella criatura se fuera… Sin duda, aquella era la cosa que antes me había agarrado en la orilla, y solo el pensar qué era lo que querría de mí me aterraba, ni siquiera la más poderosa de las imaginaciones pudiera haber imaginado jamás que era lo que quería aquel ser tentaculado de un niño de nueve años.

Pero, desgraciadamente, los días paraban, y aquellas visitas, o sueños, no cesaban… Durante el día me escondía encerrándome en la vieja biblioteca de mi abuelo, rodeado de todos aquellos ídolos de la Grecia clásica, como Atenea, Ares y Zeus, que de alguna manera me tranquilizaban solo con imaginar que me protegerían.

De alguna manera terminé acostumbrándome al visitante, dejando volar mi imaginación a través del mundo del que supuestamente venían, dentro de mi imaginación, claro… En aquel mundo, cientos y cientos de criaturas aladas adraban a unos dioses que no tenían forma, o esta era lo suficientemente grotesca y deforme como para que mi imaginación pudiera componerla aún. El resto de los habitantes de la tierra dominada por estas criaturas no hacían más que huir de ellas, escondiéndose hasta en los más recónditos lugares del globo, lejos de la vista agua de unos inmensos verdugos, soñando con poder volar sobre las montañas, sobre las casas, los bosques, sobre las pirámides… Y así poder llegar a esos lugares en los que sus brazos, largos, fríos y blandos, no los pudieran alcanzar.

Con el paso del tiempo ya incluso esperaba las visitas de aquella criatura tentaculada que me despertaba dándome escalofriantes roces en las mejillas con sus ventosas pringosas. Empecé a imaginarme a aquella criatura de una forma diferente, menos terrorífica, ¿y si se trataba de una criatura llegada del espacio? Quizá algún día, cuando llegara a ser el astrónomo que soñaba, pudiera descubrir su procedencia, quizá una galaxia cercana a la nuestra, ¿podría ser Andrómeda? ¿Vega? ¿Y si procediera de un agujero negro y creara un portal parecido en ese punto de la playa en la que me bañé?  Solo el pensar en la posibilidad de que aquella cosa me hubiera podido arrastrar a uno de esos vórtices, en los que la gravedad es tan fuerte que nada de lo que cae en ellos volvía a salir jamás me robó el sueño de varias noches.

Pero la verdadera y gran inspiración me llegó realmente el día en el que, justo acabando de leer uno de los preciados libros de mi abuelo, uno que precisamente hablaba de una posible existencia de vida bajo la tierra que nosotros conocemos, habitamos y exploramos, me senté ante ese inmaculado montón de papel, agarrando la pluma que desde aquella primera noche de pesadilla parecía haber estado esperándome. Allí, en aquel nuevo y solitario rincón lejos de la playa, empecé a escribir mi primera historia, una historia que hablaba de posibles criaturas monstruosas de un espacio tan desconocido como el mar, o quizá pertenecientes a alguna raza extraterrestre estuviera visitando nuestro mundo a través de portales ocultos. Quién sabe…

Desde aquel maldito día no he vuelto a acercarme a una playa a menos de diez metros, pero creo que aquella experiencia y esas visitas nocturnas, que ya temo que me acompañaran de por vida, fueron de las mejores cosas que me pasaron en la vida para desparramar mis ideas.

¿No está mal para empezar, no?

6 comentarios:

  1. Fantástico relato, Ana. Has parido una historia lovecraftiana en toda regla pero sin caer en el recargadísimo estilo de ese autor, tan enfático que me suele echar para atrás. En tu relato el tono es sostenido, creciente, con lo que el lector va subiendo esa escalera de tensión con el protagonista. Y, además, con esa atmósfera romántica o decimonónica. Me encanta tu versatilidad, recordando tu último relato de ciencia ficción, eso es muy bueno. Conseguir que el escritor pase desapercibido dejando todo el protagonismo a la historia. ¡Un abrazo!

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    1. ¡Muchas gracias, amigo!
      Mi intención fué precisamente esa, mantener mi estilo personal pero respetando el fantástico mundo que este autor creó, así como todas las sensaciones que era capaz de despertar en todo aquel que las leía, el de Cervantes está siendo un poco más complicado, jajajaja. A mi también me pasa muchas veces eso que dices cuando lo leo, ¡muchas veces las escenas estan tan sobrecargadas que ya no sabes ni lo que te estás imaginando! Pero en conjunto bien merecen la pena.
      ¡Muchas gracias por considerarme así de versátil! La verdad es que siempre he pensado fríamente en decantarme por alguno de los estilos que he escrito, definirme por uno de ellos, pero no... Realmente me llena escribir sobre cosas tan diferentes, porque son las cosas que realmente llaman mi atención y me interesan de una manera más o menos especial. No quiero dejar ninguno de esos estilos, aunque a veces se pisen entre ellos. ¡Pero lo que si me ha sorprendido es que haya gustado tanto ese relato de ciencia-ficción al que te refieres! Tengo guardados muchos más que ya iré sacando poco a poco, saber que al menos me defiendo algo en ese aspecto me da mucha confianza, y más aún si a tí, que eres capaz de hacer todo lo que haces, te ha gustado. Muchas gracias por tus palabras, ¡por las últimas sobre todo! Pero sobre todo, gracias por leerme.
      ¡Un besote!

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  2. Primero, me parece una gran idea esta serie de relatos sobre personajes históricos que estás llevando a cabo, de una gran calidad por demás. Mary Shelley, Aristóteles, Alejandro, Barbanegra, todos personajes sumamente atractivos que sin duda, en manos de una pluma apasionada y talentosa como la tuya, tienen muchas historias que no han contado, je, je.

    Segundo, estas pequeñas introducciones que haces a tus relatos es algo con lo que también disfruto. Me gusta conocer los entresijos de los textos, cómo se han gestado, curiosidades de sus detalles. Esto ya se lo he dicho a Noemí, y tus introducciones van en la misma línea. Y bueno, ya ves, yo lo digo pero no lo hago en mis propios escritos, ja, jaa… A ver si tomo ejemplo.

    Tercero, Lovecraft es otro personaje icónico y muy atractivo para los amantes de ese mundo, monstruoso y fantástico que tan bien supo transmitir. Aunque estoy de acuerdo con la opinión de David sobre su obra, no deja de ser alguien especial para todos los que gustamos de esta literatura. Yo he visto muchas de sus obras versionadas en cómic y la verdad es que, lo gráfico se luce gracias a su imaginación. Fíjate que yo, que tengo un portátil de HP, en lo primero que pienso cuando lo cojo es en el escritor, en lugar de la marca de informática, ja, jaaaa… “Deformación profesional” será.

    Y cuarto, muy bien escrito y muy bien pensado tu relato. Exhaustiva y concienzuda en la documentación, original y coherente en la narración, incluso reflejando con tu prosa ese mismo mundo que Lovecraft expresó en su obra. Ya te digo que, en general, me parece una gran serie de relatos. Supongo que, tarde o temprano, caerá el maestro Poe, ja, jaaa (bueno, tú misma dices que ya tienes un relato preparado)

    Pues nada Ana, que sigas escribiendo tan bien y haciéndonos disfrutar con tus relatos. Es un placer pasar por aquí

    Muchos besos compañera

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    1. ¡Hola, Isidoro!
      ¡Qué bueno que te haya gustado tanto! La verdad es que casi veo inprescindibles esas introducciones en mis relatos ya que soy muy dada a introducir cierta información en ellos, y a veces esa información está tan cogida con pinzas que es muy difícil apreciarla si no se conoce el tema que toco con cierta profundidad.
      Si que es verdad que Lovecraft fue un escritor que adronaba en exceso sus relatos pero, como le he dicho antes a David, sus escritos merecen la pena de todas maneras, en realidad, todos tenemos un toque persona, ¿no? Es cierto eso de los comics, jajajaja, esa estética que creo es en realidad terrorífica... Nunca fuí muy dada a los comics (creo que porque nunca he tenido muchos de ellos en mis manos, algo que, por otro lado, me encantaría), peso si al cine, y hay una saga en particular que me gusta bastante, y además está basada en los escritos de Lovecraft, "Alien". Para solo haber dejado relatos y no novelas, ¡dió mucho de sí!
      Que bueno eso del portátil, el mio también es HP, y creo que me va a pasar lo mismo que a tí a partir de ahora, jajaja. ¡Me voy a acordar de él cada vez que lo coja!
      Muchas gracias por tus palabras sobre el relato, siempre me gustó saber de lo que escribo, al menos en las ocasiones en las que considero que profundizo de una manera especial, me alegra haber acertado. El de Poe era el siguiente que pensaba publicar, jajaja, el punto de vista de ese relato en particular es el que más me ha gustado.
      ¡Por supuesto que seguiré escribiendo, y lo mismo te digo ehhh! Espero algún día poder tener bastantes relatos de este tipo como para formar un libro con ellos.
      ¡Un besote, amigo!

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  3. ¡Hola, Ana! No sé cómo no me he dado cuenta antes de que estaba por aquí este relato... ¿Qué decirte que no te hayan comentado ya David e Isidoro?

    Como a Isidoro, me encantan las introducciones eruditas que haces, ya que contextualiza mucho más tu relato y nos ayudas a entender su propósito.
    EL relato está hecho con buena técnica y el estilo perfecto y el final, me ha encantado. A veces, nos pasan cosas que nos inspiran para escribir, ¿eh? Incluso cuando se trata de algo malo. AL leer tu relato, me dan muchas más ganas de leer a Lovecraft.
    ¡Un besote, amiga!

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  4. ¡Hola!
    Publiqué las dos ultimas entradas muy seguidas, es normal que no te dieras cuenta de que estaba aquí.
    Cierto, nunca se sabe que circunstancia de la vida puede dar pie a una gran historia, y más aún si esa historia te hace inmortal, otra cosa es la clase de circunstancia, buena o mala, que te lleve a ellas.
    Me encanta hacer este tipo de introducciones precisamente por lo que tú dices, para ayudaros a apreciar mejor esos fetales que de otra manera os pasarían más desapercibidos, o no...
    ¡Te sigo animando a leerlo! Si bien es cierto que muchas veces abruma con sus descripciones y sus frases larguiiiiisimas, desde luego merece la pena leerlo. Él escribía dos clases de relatos, unos que, si bien no están mal, le fueron encargados por ciertos personajes, como el Gran Houdini, quien precisamente le encargó el relato al que yo parafraseó en mi título, "bajo las pirámides". Y después están los de su cosecha, "la bestia de la gruta", "aire frío", "la exhumación" o "la llamada de Cthulhu", es ese segundo, ¡ese! Ese es el Lovecraft que a mí me gusta leer.
    Un abrazo, amiga!

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