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viernes, 10 de marzo de 2017

Inteligencia artificial.


¡Hola a todos!

Esta semana pensaba compartir otro de mis relatos dedicados a personajes célebres, más concretamente uno destinado a Edgard Allan Poe, titulado "Catherina", pero ha pasado algo... Me he enterado de un inminente concurso de relatos de ciencia-ficción y, ya que me estoy animando últimamente a ello (estoy escribiendo un libro dedicado completamente a esta temática, "El prisionero de Marte"), me he animado a participar.
La culpa de que haya aplazado la publicación de "Catherina" es de Noemí Hernández, de ella y solo de ella, ya que fué la que me informó de la existencia de ese certamen. Ja, ja, ja, ja, ja, amiga, ¡ya sabes que te culpo con todo el cariño! También espero que dos más de mis lectores asiduos a mi blog, y también amigos (al menos yo los considero así, ja, ja, ja), Isidoro y David, amantes revelados de esta temática, pasen un buen rato entre mis líneas. ¡Desde aquí un gran besote a los tres!
Todavía no sé si será este, una vez completamente pulido y mejorado, el relato elegido para participar, ya que su idea viene a ser demasiado clásica en esta clase de literatura, pero para empezar a pulir este estilo en el que nunca pensé que me fuera a adentrar tanto.
Espero que disfrutéis de mi segundo relato CIFI, "Inteligencia artificial".




INTELIGENCIA ARTIFICIAL


Lo que usted quiere hacer es un disparate, profesor. —Se quejó de nuevo Marta, al ver que su jefe seguía adelante con su plan. Una mañana más lo encontraba sumergido en sus incansables y ambiciosos quehaceres.

Hacía ya varios meses que trabajaba en un concienzudo y aterrador proyecto en el que había invertido grandes cantidades de dinero, ella misma sospechaba que incluso había volcado en él los ahorros de toda su vida. Quería hacer historia, quería el premio Nobel, a costa de lo que fuera.

El Profesor Grant era el dueño de una de las mayores empresas robóticas del mundo, la cual se encargaba de suministrar todo tipo de androides cualificados para algunos oficios, desde pequeños nanos destinados a ayudar en el avance de la medicina, hasta humanoides prácticamente indistinguibles de los seres humanos para tareas de asistencia y limpieza, desempeñar determinadas profesiones o, incluso impartir clases en universidades. En este último punto era donde entraba la joven Marta, ya que esos robots necesitaban, aunque fuera de manera mínima, preparación para ejercer dichos trabajos, y Marta, una de las más cualificadas robopsicólogas del mundo era la más indicada para trabajar con el gran Grant.

Durante décadas la marca autentificada Grant Industries había sido la más vendida del mundo, hasta que apareció CiborWord, una industria similar, la cual estaba a punto de desbancar en el ranking de las más exitosas del mundo, y aquello, el gran magnate de la cibernética no lo pensaba permitir.

Un día, de la noche a la mañana, comenzó a trabajar en lo que él mismo denominaba la solución a su problema, aquello que le devolvería de nuevo la supremacía sobre toda la empresa tecnológica del mundo, cuando le contó su idea a su ayudante ésta no supo que contestar… ¿Qué podía responder cualquier persona mínimamente racional a aquello? ¡Era una auténtica locura! Y tal cual se lo hizo saber, pero él no se rindió y comenzó a trabajar en ello de inmediato.

—Profesor, ¿me escucha usted? —Volvió a preguntar la joven.

El no le contestó, estaba lo suficientemente concentrado ensamblando los dedos del robot que ni siquiera advirtió su presencia. Todo el laboratorio estaba patas arriba, había suciedad por todas partes, recambios de extremidades humanas, otras estropeadas, tejidos artificiales que conseguían imitar cualquier tipo de piel de una manera sublime, piezas inútiles de diferentes unidades esparcidas por el suelo, y aquel ser… Aquel ser estaba sentado en el sillón situado justo en el centro de aquella sala, ya estaba completado en su totalidad, su activación era inminente.

—¡Profesor!

El anciano se giró hacia ella con gesto cansado, sus ojos estaba completamente rojos, señal de que no había dormido en varios días. Sus manos también estaban cubiertas de manchas de grasa a medio lavar y de llagas provocadas por el continuo roce de las herramientas.

—Que sí, Martita, te escucho… ¿Otra vez con el complejo de Frankenstein? Vuelvo a decirte que no es un disparate. —Le espetó con voz cansada, volviendo a concentrarse en el acoplamiento de las falanges.

—¿Qué no? ¡Usted mejor que nadie debería saber que es así! Ha metido en ese cerebro artificial todo lo que se conoce hasta ahora, todo lo que se domina, y además, todo lo que se quiere hacer. ¿Cómo espera usted que esa cosa funcione? Es peligroso… ¡Ya verás cómo nos pillen! ¡Iremos a la cárcel!

El anciano se levantó bruscamente del taburete, arrojando un destornillador al suelo con gesto enfadado.

—Ya te he dicho que lo tengo todo pensado, ¡esto es el futuro! Nadie antes se ha atrevido a hacerlo, ¿entiendes? Unir en una sola unidad todo el conocimiento de la Tierra y más allá es un paso de gigante para la investigación científica y robótica. ¡Es el futuro! Todos querrán hacerse con uno de estos ejemplares capaz de ejercer cualquier tarea, asistencia a personas mayores, a bebés… Puede hacer de jardinero, ingeniero, ¡profesor! Dominará todas las materias, podrá pensar y razonar como una persona corriente,  ¿para qué hacerse con tres costosos equipos, cada uno destinado a un fin diferente, si puedes englobar todo el potencial de la robótica en una sola pieza? ¡Nos vamos a hacer millonarios, Marta! ¿No te das cuenta?

Ella, como estudiante de todos aquellos procesos mentales que podían darse en los seres artificiales, sabía que otorgar a un solo cerebro robótico todos los conocimientos y habilidades que se les podía otorgar hasta aquel momento era verdaderamente peligroso. ¿Quién sabia cuántas de las normas e instrucciones de cada actividad, de cada conocimiento y cada creación podían chocar entre sí? Hasta el momento, las tres únicas leyes de la robótica habían funcionado a la perfección, pero claro, funcionando exclusivamente en un campo, no en todos a la vez. Lo que era algo correcto para un camarero no tenía por qué serlo para un bombero, ¿verdad? Si incluso la posibilidad de una amputación total o parcial de una extremidad dañada podía variar según los cirujanos que llevaran el caso… Todo era relativo, al menos ella siempre lo había visto así.

De un salto bastante inusual para su edad, el profesor se dirigió al ordenador principal de la sala, de repente, el enorme brazo mecánico destinado a ayudar cargar y a transportar objetos especialmente pesados se puso en movimiento, deshaciéndose uno a uno de los cables que conectaban al androide con las baterías artificiales. Entonces la joven pudo ver con mayor claridad a aquel robot de estética masculina, cuyo cuerpo humanoide estaba completamente cubierto por una película plateada y flexible que cubría sus entrañas mecánicas, en la que todo a su alrededor se reflejaba como si fuera un espejo, no era como la típica que siempre había imitado a la piel. Sus manos y pies contaban con la proporción perfecta a la de un humano normal, y su rostro, firme y argentado, contaba con las dimensiones exactas en su nariz, mentón y frente formaba un conjunto especialmente atractivo, cuyas facciones se encontraban en perfecto reposo. Desde luego, era una máquina de la que Marta difícilmente podía apartar la vista, eso lo tenía que reconocer…  Aún no lo había visto de pie, pero calculaba que debía medir al menos unos diez centímetros más que ella. El viejo profesor soltó una sonora carcajada de triunfo cuando su esperado prototipo de accionó, iluminándose así sus dos humanizados orbes, como poseídos por un resplandor turquesa. Algo en su interior le seguía diciendo a la joven que de aquello no podía salir nada bueno.

—Bien, ¿ya está todo listo? —Preguntó impaciente.

—Casi, solo falta una última cosa, introducir las tres leyes en su memoria.

—¿Cómo? ¿Aún no había hecho eso?

—Pues no, me pareció mucho más importante todo lo demás. Además, no importa cuándo se las introduzcas, ya que estarán presentes en su disco duro antes de que empiece a funcionar completamente. —El anciano rebuscó sus gafas de cerca en el cajón del escritorio, y con sus manos sacudió los restos de polvo y pequeños metales que se habían ido acumulando sobre el teclado durante aquellos meses —. Bien… Primera ley: Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.

—Segunda: Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la primera ley. —Le recordó Marta en voz alta, como queriendo que su demente jefe no se olvidara de nada, pero fue al pronunciar esta segunda ley cuando sintió un extraño pálpito que la llevo a consultar su ordenador.

—Y tercera: Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.

Una vez introducidas las tres leyes, el profesor pulsó un último botón, los ojos del nuevo robot parecieron brillar con más intensidad. Marta seguía buscando información, había algo que sabía que escapaba a su capacidad, y también a la de su profesor, que comenzó a acercarse lentamente a su creación, acariciando suavemente una de sus mejillas cromada.

—Esta es la inteligencia suprema, la mayor creación que ha podido llevar a cabo el ser humano… Debido a todo lo que ahora hay en su inteligencia artificial podrá darnos la respuesta a todas las preguntas, por increíbles que parezcan… Incluso con su especial cerebro podrá darnos las respuestas a preguntas que llevamos haciéndonos desde hace siglos. —El anciano dio un paso atrás y se dirigió directamente a la máquina —Hola, modelo B134.

—Hola —Respondió el robot con voz suave y metálica, clavando sus quiméricos ojos sobre su creador.

—¿Cuántas clases de vida hay? ¿Cuál es realmente el secreto de la Gran Pirámide de Gizah?

La máquina no tardó ni un segundo en responder.

Mientras a máquina hablaba, Marta leía. Recordó que existía una ley 0, una ley reciente que aparecía automáticamente en todas las unidades que funcionaban bajo las tres principales, y que a su jefe parecía habérsele pasado por alto. Nada más leerla, la joven comenzó a retroceder, alejándose todo lo que podía de la máquina pero sin salir de la habitación. Todos los poros de su piel comenzaron a crear un sudor frío que no tardó en cubrir todo su cuerpo, algo no iba bien… Aquello que acababa de descubrir podía llevarlo todo al traste, al desastre… Al mayor desastre de la humanidad. La ley 0 decía así: Un robot no hará daño a la Humanidad y, a toda costa, evitará que la Humanidad sufra daño, aunque esto entre en conflicto con las tres primeras leyes.

—Pro… Profesor… —Empezó a decir la joven, pero el anciano no parecía escucharla, no dejaba de mirar con gran admiración y orgullo a aquel hermoso robot que estaba ante él, el mismo que acababa de descubrirle uno de los más antiguos misterios del mundo egipcio, el mismo que podría descubrirle tantas cosas… Ya casi podía acariciar el Premio Nobel con la punta de sus dedos.

—Modelo B134, dime otra cosa… ¿Existe Dios? —Volvió a preguntarle emocionado.

De repente, todos los ordenadores de la sala se encendieron a la vez, el gran brazo robótico empezó a girar sobre su base con una energía que nunca había tenido, incluso algunos de los órganos y desechadas extremidades biónicas que descansaban sobre las mesas empezaron a funcionar sin tener ninguna conexión o energía aparente. Pero aquello no fue lo peor, aquella nueva unidad B134 se puso en pie y avanzó lentamente hacia su creador, en cuyo interior ahora tenía lugar una cruenta batalla entre el miedo y la alegría. Y sonreía… Sonreía de una manera siniestra, con una mueca artificial terrorífica e imposible de describir, pero que nunca antes ningún humano había tenido ocasión de ver.

Una vez estuvo a menos de diez centímetro de su iniciador, contestó a su pregunta con dos únicas palabras, las suficientes como para provocar un inevitable arrepentimiento ante algo que ya no tenía solución:

—Ahora… Sí.


7 comentarios:

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  2. Hola Ana
    Esta Noemí, je, je… En todo caso, podemos esperar a tu relato sobre Poe, porque esta incursión en el mundo de la CiFi tiene pinta de ser una delicia. Por supuesto, yo encantado, ya sabes. Me voy a lelerlo, ahora vuelvo…
    Ya estoy aquí de nuevo. Bueno, lo primero una cosilla: en el primer párrafo, no sé, algo se ha quedado sin ser escrito, porque suena raro… No sé, tú léelo otra vez y me dices. Además, como es el primer párrafo, choca (lo digo por la acotación, no por las palabras de Marta)
    Gran trabajo de preparación e imaginación, primero para desarrollar coherentemente una historia así, y luego para inventar todo un mundo futuro sobre ello, incluso con profesiones relacionadas, como la robopsicología, ja, ja.
    Me gustan muchos detalles: lo del complejo de Frankenstein (cómo no), el diálogo desenfadado y “casual” que contrasta hábilmente con el mundo científico y tecnológico que has diseñado. Por cierto, fenomenal ese planteamiento del choque de normas de cada actividad, de cada conocimiento. No es ningún disparate. De ahí la especialización y separación actuales, algo necesario para mantener el equilibrio.
    Sabes, tu robot me recuerda al superhéroe Estela plateada, o Silver Surfer, como creo que se le llamó en la peli de los Cuatro Fantásticos. ¿Sabes quién te digo?
    Y lo de las tres leyes, ja, ja genial. Creo que sería imposible escribir una obra sobre IA sin tener en cuenta esas tres leyes… Hasta ahora todos los grandes del asunto, el primero Asimov, han dicho lo mismo, ja, ja… pero al final la cosa se ha ido por peteneras, como siempre… En tu caso, la máquina no podría hacer nada contra UN ser humano, pero sí contra la HUMANIDAD, que no deja de ser más que un conjunto de seres humanos (lo único que el androide no sabía o… no quería saber, je je)
    Magnífico relato, estructurado a la perfección en su extensión, con introducción, nudo y desenlace calculado con precisión robótica, ja, ja
    Con respecto al certamen, diré que, como tú observas ya, este tema es muy clásico y, probablemente bastante usado, pero a mí el relato me parece bastante bien construido y con un final muy bueno. Ya sabes lo que pasa con esas cosas, nunca se sabe…. Lo que si te recomiendo, si decides presentarlo, es que revises alguna letra que te ha cambiado el editor de texto (o se ha comido), la frase inicial y esas cosas… Ah, bueno, ya dices que tienes que hacerlo… No he dicho nada, je, je.

    Encantado de leerte Ana, me has hecho disfrutar un ratillo, sin duda. Y te agradezco mucho la mención y el cariño. Aquí tienes, desde luego, a un admirador y a un amigo. Cuenta conmigo. Te espero en el próximo reto

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    1. ¡Hola, Isidoro!
      ¡Gracias por lo del primer párrafo! Debió pasar al publicar la entrada, lo corregiré en cuanto pueda.
      ¡Me alegra que te haya gustado! Sibque es difícil escribir cualquier cosa futurista sin recurrir a Asimov, ya sea tomando prestadas sus tres leyes o en cualquier otro aspecto, para mí fue un genio, realmente.
      ¡Claro que conozco a Silver Surfer! Soy una súper friki... pero la verdad es que no lo había relacionado con mi robot, ahora que lo dices, ¡totalmente! Espero que Stan Lee no lo lea y me acuse de plagio, jajaja, porque solo le falta la estela.
      Me ha parecido interesante la línea tan fina que hace posible que esas tres leyes se compaginen bien, pero, ¿hasta cuando? Pueden chocar por miles de cosas, y si encima le das a la máquina la posibilidad de razonar ya... puedes haber creado un monstruo sin haberte dado apenas cuenta. Creo que la ambición del ser humano nunca llegara a tanto, por mucho que avance la tecnología, creo que antes conseguiríamos dejar nuestros cuerpos físicos atrás, siendo entonces ja especie de partículas capaz de viajar por el espacio profundo, libre de enfermedades, pudiendo llegar a vivir cientos de años más y sin límites por conocer a nuestro alcance antes de crear un modelo masivo de máquinas que puedas servirnos con pleno uso de facultades semejantes a las humanas. Pensar eso sí que da miedo...
      Si que es verdad que es un tema ya demasiado clasico, por eso creo que no es un buen candidato para un concurso. Muchas veces, al leer a cualquier otro escritor, ¡me da la sensación de que no tengo nada de imaginación! Con este relato me comen, Jajajaja. Ya tengo otro en mente, a ver qué tal ese...
      ¡Muchas gracias por leerme, amigo! Un placer recibir tus comentarios y opiniones.
      Un abrazo!

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  3. ¡Hola, Ana! Lo que es la vida, tú adentrándote en la ciencia ficción y yo enfrascado en mi primera novela, en este caso negra. Pero eso es bueno, tocar distintos palos a ver cuál se da mejor.
    Como dice Isidoro, en este género todos los planteamientos han sido tratados, siempre encontraremos unas premisas parecidas en cualquier blog, fanzine o comic de los cuarenta.
    En este relato en concreto me ha gustado esa idea de hasta dónde puede llegar un cerebro electrónico que adquiere todo el conocimiento, a la propia conciencia? ¿Es Dios la suma de todos los conocimientos? Son temas apasionantes y siempre llamarán la atención.
    Solo un apunte que como lector me ha venido leyendo el relato, acorta por el inicio y desarrolla un poco más la parte en la que el robot toma conciencia, esto es lo que en el fondo llama la atención del lector. No sé si el concurso tiene límite de extensión, si es así entraría más rápido en el meollo.
    Es una historia potente. ¡Muchísima suerte con el concurso!
    ¡Ah! Y no olvides borrar esta entrada, la mayoría de las convocatorias exigen textos inéditos.
    Un fuerte abrazo

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    1. ¡Hola, David!
      ¿A qué si? Jajajaja, fíjate que había tocado de todo, pero la ciencia ficción no. Creo que la fantasía es mi punto fuerte, no sé si será por mi debilidad por los dragones y los seres mitológicos, la magia y cosas así, o porque lo primero que leí en mi vida estaba relacionado con la fantasía. ¡Eso es algo que nunca sabré! Aunque la ciencia ficción no deja de ser fantasiosa, es diferente.
      ¡Muchas gracias por tu consejo! Lo tendré en cuanta cuando corrija el texto, tienes razón en que darle más profundidad al momento en el que la máquina despierta estaría genial, además de que es el punto álgido del relato.
      Gracias también por aconsejarme retirar la entrada si la pretendonpresentar al concurso, no lo había pensado, aunque ya no lo haré, definitivamente no será este el que presente.
      Si que es cierto que en este tema ya está escrito todo, haría falta mucha imaginación, pero muuuuuucha, para crear algo verdaderamente nuevo y original. ¡Casi haría falta otro Asimov! Aunque en este caso adoro ser tan impresionable, pocas cosas me parecen mediocres.
      Un placer tenerte de visita y recibir tus consejos y comentarios, un abrazo!

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  4. ¡Hola, Ana! Estupendo relato. Nos tienes acostumbrados a un nivel muy alto. Como dice Isidoro, revisa el primer párrafo, ya que en la acotación del diálogo falta un verbo dicendi.
    Aparte de eso, genial.
    Me encanta el momento en que la protagonista se da cuenta de que algo va mal y empieza a alejarse.
    Por cierto, me alegro de ser la culpable de que te presentes a un certamen, ja ja, ja. Tienes mucho talento y quiero verte ganar y compartir tu alegría.
    ¡Un abrazote!

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    1. ¡Hola, guapa!
      Si, es verdad, en el primer párrafo se comió algo, pero se entiende perfectamente ehhhh, Jajajaja. En cuanto pueda lo corrijo.
      Como ya le he dicho a Isidoro y David, este texto está descartado para el concurso del que hablamos, ya os compartiré el otro, ¡solo espero que me de tiempo a tenerlo todo listo!
      Me alegra que te haya gustado y hayas apreciado esos detalles. ¡Y lo mismo te digo! Tienes talento de sobra para ganar un concurso de esos, y desde luego, si te presentas, ¡voy a tener una gran rival!
      Un abrazote!!

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