Toda mi vida me he sentido atraída por los monstruos, especialmente por los vampiros, me enamoré de Dracula la primera vez que leí al inmortal de Bram Stoker. Es por esto que entre mis manuscritos no podía faltar una romántica historia protagonizada por estos fantásticos seres. Aquí os presento uno de mis primeros libros, DRAGOS, su sinopsis y primer capítulo. ¡Ya estoy deseando de colgar los enlaces para su descarga!
SINOPSIS: Llevaba desde pequeña viajando con su padre de país en país,
y ya apenas se acordaba de lo que era hacer nuevos amigos o tener una
residencia fija, poder hacer su vida… Aunque a todo esto Mary ya estaba
acostumbrada.
Pero el destino de su padre en aquel país, una aldea perdida
en plena Transilvania que parecía aún anclada en el siglo XVIII, no le gustaba
nada. Pero aún le quedaba un consolador refugio en sus amados escritos
infantiles. “Ningún lugar te podrá arrebatar nunca tus fantasías y mundos mágicos”,
se decía a sí misma.
Pero desde el primer día, algo le llamo poderosamente la
atención en aquel lugar, una extraña luz que veía desde su ventana. A partir de
ese momento Mary descubrirá que ni siquiera la más poderosa de las
imaginaciones puede superar la realidad. ¿Era posible que aquel ser, buen
merecedor de ser protagonista de sus peores pesadillas, pudiera despertar en
ella el mayor de los deseos?
CAPITULO I
La noche iba
cayendo cada vez más, y una ligera niebla se iba apoderando de aquel camino. La
luz de la luna, junto con la de las dos pequeñas lámparas de aceite que se
encontraban a ambos lados del carruaje, era la única que iluminaba el sendero.
El cochero, asiendo fuertemente las riendas de los dos equinos a los que
guiaba, daba las gracias a Dios de que fuera una luna llena la que iluminaba el
cielo de aquella noche.
A ambos lados
del camino solo había oscuridad, a cuyo aumento ayudaban la gran cantidad de
árboles que atravesaban. En aquella época del año sus ramas estaban totalmente
desnudas, y entre ellas, una curiosa y extraña niebla, que se deshacía como lo
haría una telaraña al atravesarla, ayudaba a darle el aspecto de largos dedos
huesudos de cadáveres que intentan escapar de sus tumbas. El enorme círculo
lunar se recortaba en el cielo, ascendiendo poco a poco de una manera que le
hacía parecer querer salir de la maraña de zarpas.
Hacía ya
varias horas que Mary no se asomaba por las ventanas del carruaje. La última
vez que lo había hecho aún no había anochecido, y ya le parecía que aquel desolador
lugar no se atrevería a atravesarlo ni el más valiente.
Iba ya medio
dormida cuando un profundo aullido de lobo la despertó, era el último toque que
le quedaba para hacer más aterrador aún a aquel lugar, si es que aquello era
posible… Miró a su derecha y vio como su padre dormitaba, la cabeza se le había
venido hacia adelante con el traqueteo del carro y su sombrero parecía estar a
punto de caer de su cabeza.
—Papá...—Le
susurró ella, dándole un pequeño toquecito en el brazo.
El hombre no
contestó, solo se revolvió en su asiento y se giró hacia el otro lado, dándole
la espalda a la joven.
Peter, un
cincuentón y simpático abogado croata, al que habían conocido en Bucarest y que
casualmente también se dirigía a Valaquia, cabeceaba igualmente en su asiento con
los brazos cruzados sobre su pecho, como si sintiera frío. Su largo y rizado
bigote se mecía con cada fuerte respiración acompañada por un ligero ronquido.
"Vaya
compañía de viaje", pensó Mary, volviéndose a acomodar en el sillón.
Hacía algo más
de seis años que Grazy, su madre, había muerto tras una larga enfermedad, por
lo que ella y su padre viajaban juntos por casi toda Europa debido al trabajo de
éste, era burócrata del Gobierno francés. Mary no tenía hermanos, por lo que
viajaban ellos dos solos. Rumanía era el quinto país que visitaban, con
intención de permanecer en Valaquia los próximos cinco meses. A Mery no le
hacía especial ilusión aquel lugar, pues, aparte de que no podría tener una
vida normal, tampoco podría conocer a gente de su edad con la quien juntarse
mientras su padre acudía a sus numerosas y soporíferas reuniones profesionales,
aunque solo fuera dentro de su círculo de trabajo. En Londres, de donde ahora
venían, había hecho muchos amigos, aunque allí solo permanecieron tres meses en
lugar de cinco, aquel había sido el lugar en el que había conocido a la que
consideraba ya una amiga para toda la vida, la también profesora, Sarah. Le
dolía tener que dejar a la gente que había aprendido a querer en los diferentes
lugares en los que había vivido, a sus veinticinco años aún no había pasado más
de uno en una misma ciudad desde que su madre había muerto, y le gustaría
encontrar un sitio en el que poder vivir finalmente y formar una familia, el
cual era su sueño desde pequeña.
Con todo el
esfuerzo de su corazón, empujó la puertecita de madera de la ventana del carro
y se asomó por ella, al ver la niebla se le puso el vello de punta. Apenas
podía ver a los animales que tiraban del transporte a causa de ella.
—¡Disculpe!—Le
dijo al cochero.—¿Falta mucho para llegar?
—No, Señorita.
Un desvío más y podréis descasar.
Mary se
percató de que el cochero le señalaba al frente, donde el camino se bifurcaba.
Cuando estuvo a punto de cerrar de nuevo la ventana pudo ver a través de la
niebla el resplandor de unas llamas. Varios metros más adelante, en la bifurcación,
pudo comprobar que aquel resplandor correspondía a varias antorchas cargadas
por las personas que formaban una comitiva, algunas de las cuales también
transportaban un ataúd.
"Oh, Dios
mío..."
El conductor
dio un tirón de las riendas de los equinos, que se detuvieron con un ligero
relincho mientras la comitiva pasaba por delante del carruaje. Aquellas
personas parecían no tener expresión, ni luz en los ojos... Simplemente
caminaban como lo haría un autómata, como si ya conocieran a la perfección el camino
que estaban recorriendo. Mary ya no fue capaz de cerrar la ventana, parecía
hipnotizada por el lento paso de aquellas figuras enlutadas. La falta de
movimiento pareció despertar a su padre y a Peter, el cual lo hizo con un
inesperado sobresalto. Ambos se asomaron a la misma ventana por la que lo hacía
Mary.
—No es más que
un entierro,—les indicó el cochero.—Es tradición dejarlos pasar, no detener su
paso.
Los viajeros
no contestaron, miraban embobados aquella peregrinación. Cuando aquellos que
cargaban el ataúd pasaron justo por delante de ellos, Mary vio horrorizada que
este carecía de tapa y que el cadáver que contenía, el de una joven más o menos
de la misma edad que ella, estaba boca abajo, lo cual no pareció captar solo su
atención.
—Es tradición
aquí que se entierren boca abajo a las personas suicidas—les informó el abogado
al ver sus caras, utilizando un precario alemán—. Esa joven debe haberse
quitado la vida.
A Mary se le
encogió el corazón y una cálida lágrima le recorrió la mejilla. De pronto
sintió que no podía respirar, que algo oprimía fuertemente su pecho, y se dejó
caer pesadamente en su asiento.
—¿Está muy
lejos el cementerio?—Preguntó su padre al conductor, al mismo tiempo que ponía las
manos sobre los hombros de su hija.
—No, faltaran
unos cincuenta metros para llegar.
Cierto, solo
cuando esforzaron la vista a través de aquella ligera niebla pudieron ver la
baja valla que rodeaba el camposanto. Cuando la comitiva llegó a su puerta se
detuvo, dejando el ataúd en el suelo.
El carruaje
por fin adelantó al grupo en la puerta del cementerio, y los viajeros pudieron
ver como el que parecía un sacerdote se acercaba al cadáver con cuatro clavos
en una mano y un martillo en la otra, disponiéndose a clavárselos a la
fallecida en las manos y en los pies.
—¿Qué es
eso?—Pregunto alterado el padre de Mary.—¿Qué van a hacer?
El mismo
abogado, que parecía muy puesto en las costumbres valacas, le respondió casi
sujetándolo, pues el burócrata parecía querer saltar del carro para evitar esa
barbarie.
—Es una
suicida, el ritual para el entierro es así.—Le dijo con voz tranquilizadora.
El hombre se
volvió a sentar junto a su hija, poniendo una de sus manos sobre las suyas a
modo de seguro, Peter cerró la pequeña ventana de madera.
En seguida
llegaron a la aldea de Brasov, en la que las campanas de la torre de la iglesia,
repicando después del funeral de aquella joven, parecían darles la bienvenida.
Me encantó cuando lo leí. Lo recomiendo!!!
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