Título: El hijo de Rosemary.
Autor: Ira Levin.
Numero de páginas: 233.
Precio: 8,99 Euros.
Editorial: Mondadori.
Tapa: Blanda.
Sinopsis: “La semilla del diablo” estremeció con la
sorprendente y tenebrosamente brillante historia del nacimiento del hijo de
Satán en el Manhattan de hoy, y se convirtió en un clásico como novela y
película.
“El hijo de Rosemary”, su continuación, arranca en Nueva
York a finales de 1999. En el umbral del nuevo milenio, Rosemary se reúne con
su hijo y se libra la batalla definitiva entre el bien y el mal.
Opinión personal: Empecé a leer este libro nada más terminar
de ver por primera vez la gran obra de Polanski, y la verdad es que, a pesar de
que cierra varias puertas que el final de esta cinta dejó tan abiertas, pienso
que si solo hubiera quedado “la semilla del diablo”, así, sin secuela, hubiera
sido mejor.
Personalmente también, la narrativa de Levin no es una de
mis favoritas, pero hay que reconocer que sabe poner al lector en el mismo
sitio en el que se sitúa Rosemary utilizando las palabras justas.
Esta obra empieza con una Rosemary que recientemente acaba
de cumplir 50 años, llevando los últimos 27 en un coma profundo del que pocos
confiaban que despertara. El último recuerdo que tiene antes de caer dormida,
que aún sigue tan vivo en su cabeza como si solo hiciera unas horas que hubiera
pasado, es el de su pequeño Andy, de 6 años, viendo una serie animada en la
televisión.
Presa de un terrible terror e impotencia, Rosemary no deja
de pensar en qué podría haber sido de su hijo, desde entonces en mano del
oscuro matrimonio Castevet y del resto de vecinos que formaban tan siniestras
reuniones. ¿Qué clase de horrores habrían metido en la cabeza de su pequeño?
Afortunadamente no pasa mucho tiempo hasta que la nueva
Rosemary tiene noticias de su hijo, ahora un atractivo joven de 33 años con un
gran parecido a Jesucristo. Sus ojos amarillos han desaparecido para dejar paso
a unos hermosos orbes color avellana, su cabello es largo y castaño, y sus
manos no tienen el aspecto de garras tan propio de su verdadero padre.
Andy es el representante de una gran plataforma llamada
Hijos de Dios, la cual llega hasta el último rincón del planeta. Su objetivo es
claro, unir a todos los habitantes del globo tal y como lo haría el hijo de
Dios en la tierra. Al conocer estas intenciones, nuestra protagonista se ve
envuelta en un torbellino de dudas, en el que lo único seguro es el amor tan
puro que siente hacia su hijo. ¿Tan efectivo fue el trabajo que ella hizo
durante los primeros 6 años de la vida de Andy, o fueron sus siniestros vecinos
los que lograron disfrazarlo tan extraordinariamente para que fuera capaz de
engañar al mundo entero para conseguir sus objetivos?
No sé en que lugar leí una vez una especie de profecía que decía (más o menos): Llegará el día en el que el mal vuelva a la tierra disfrazado de la más infinita bondad, intentando ganarse con curaciones y bienes a todos los habitantes de la mismas. Ese día y no otro, es el que los mortales más deberíamos temer.
Y esta, según mi opinión, es la frase que mejor resume este libro.