CAPITULO III
Cassius llegó al aeropuerto de
Stansted a las 8:55 de la mañana. Estaba incómodo y dolorido por la estrechez
del asiento del avión pero, gracias al poco tiempo que había durado desde
Madrid, lo soportó bien.
Atravesó la terminal cargando con su
pequeña maleta de mano repleta de periódicos junto a las pocas pertenencias que
había necesitado mientras vigilaba el hospital. La mayoría del resto de viajeros
que se cruzaba en su camino no pudo evitar volverse para observar mejor a
aquella figura bajita de aspecto siniestro. Pero él ni siquiera se molestó en
devolver una sola mirada, mejor así. Por suerte, los militares que rodeaban el
recinto, ya que en aquellos momentos era el único aeropuerto inglés disponible
a causa del temporal de nieve, se centraban más del paso de los pasajeros de las naves que acababan de
aterrizar, todo con el fin de que no pisaran partes de una terminal destinada a
aviones militares.