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martes, 29 de marzo de 2016

Bucéfalo



Macedonia, año 327 A.C. 
Eran muchos los atrevidos jinetes, entre ellos los mejores de Macedonia, los que osaban acercarse para intentar montar a aquella gran bestia negra de ojos brillantes. Prácticamente hacían cola para ser derribados. Uno tras otro iban cayendo sobre la arena del suelo, del que, con las rodillas ensangrentadas, se volvían a levantar lo más rápidamente que podían.
Nunca antes se había visto un equino tan grande e impresionante como aquel, en su cuerpo, completamente negro, no se lograba distinguir ni la más mínima mota de diferente color, salvo una mancha blanca en su frente a la que la caprichosa naturaleza había dado forma de estrella. El Rey, Filipo II, lo había comprado la semana anterior por una importante suma,  por lo que en su inexpresivo y frío rostro empezaba a dejarse ver un ligero reflejo de arrepentimiento.
"Nadie podrá montar jamás a este caballo..." Había llegado a pensar el Rey, observando con impotencia aquel lamentable espectáculo.
Desde una de las ventanas del palacio, dos niños pequeños observaban la escena, viendo como caían, uno tras otro, cada uno de los que ni siquiera lograban rozar aquel negro lomo.
—Yo voy a montar a ese caballo.—Le dijo uno de los pequeños al otro, que lo miró con una expresión de sorpresa, a medio camino entre miedo y la incredulidad.—¿No te has dado cuenta? Se asusta de su propia sombra.
El decidido joven se acercó al corro que los hombres tenían formado alrededor de los jinetes derribados, estos, en cuanto lo vieron venir, formaron un pasillo entre ellos para facilitarle el camino hasta el Rey.
—Si me dejas intentarlo, yo lo montaré.—Le dijo a Filipo con decisión.
Por unos segundos, el Rey lo miró asombrado, pera después soltar una carcajada que contagio a todos los presentes. Solo el imaginar a un niño de 9 años consiguiendo lo que ellos llevaban intentando toda la mañana les daba ganas de reír.
—Está bien, adelante.—Le indicó el Rey sin dejar de sonreír.
El silencio se hizo de nuevo cuando el niño se acercó cauteloso hacia el animal y comenzó a acariciar sus duras y ásperas crines para, en un momento de  distracción de la bestia, agarrarlas fuertemente y dirigir su gran cabezota hacia el sol del mediodía. El caballo quedó encandilado en seguida, tiempo que el chico aprovecho para subirse rápida y ágilmente a su lomo. La bestia se quejó con un fuerte relincho y echó a correr, llevando al joven jinete sobre él. La nube de polvo que dejó a su paso hizo que los presentes lo perdieran de vista en seguida.
Todos quedaron boquiabiertos, incluso Fipilo, que ni siquiera pestañeó, manteniendo sus ojos grises fijos en el horizonte.
Pasaron varios minutos y aún no había ni rastro del caballo ni de su montador. Los hombres comenzaron a pensar que el chico habría caído del lomo del animal, pues no habría podido aguantar mucho la fuerza que este rezumaba. Pero de repente, una sombra negra volvió a hacerse visible en la lejanía, y para sorpresa de todos, el pequeño iba sentado sobre ella.
La actitud del fiero caballo parecía haber cambiado de repente, parecía haberse tranquilizado... No parecía el mismo… Con paso lento, firme y relajado avanzó hacia el Rey Filipo, frente al que se detuvo a menos de un palmo de distancia, dejando entonces bajar a su joven domador.
Fipilo abrazo fuertemente al pequeño con el rostro empapado por lágrimas de orgullo. Después lo miró, y le hablo:
—Alejandro, hijo mío. Macedonia es muy poco para ti.

Aquel imponente caballo negro, al que las más osadas lenguas se han atrevido a calificar como híbrido entre camello y elefante a lo largo de la historia, llevó por nombre Bucéfalo, y fue el regalo más importante con el que el Rey Filipo obsequió a su hijo Alejandro. Bucéfalo acompañó a Alejandro el Grande durante toda su vida, y nunca, jamás, permitió que nadie que no fuera él lo montara. 

lunes, 21 de marzo de 2016

Nuevo libro ya en Amazon!!


Hola a todos!!
Ya está disponible en Amazon mi segundo libro, HISTORIAS EXTRAÑAS DE JAPON, podréis obtenerlo a partir mañana, y durante 5 días. Espero de todo corazón que disfrutéis leyéndolo tanto como lo he hecho yo mientras escribiéndolo.

A continuación os dejo el enlace, la portada, y un mini resumen con un ejemplo de las diferentes criaturas que podréis encontrar en su interior. ¡¡Muchos besos!!





SINOPSIS: Desde tiempos antiquísimos, los monstruos y seres sobrenaturales han formado parte del folklore y la superstición de todas las culturas de nuestro planeta. En la mayoría de los casos, estas criaturas se han ido transformando de generación en generación, pasando de ser verdaderamente temidas a simplemente leyendas bonitas y curiosas de recordar. La legendaria cultura nipona no iba a ser menos, contando con una gran variedad de criaturas mitológicas. Algunos de estos seres son terroríficos y, además de asustar, buscan dañar a los humanos. Otros son representados como criaturas encantadoras, amables y guardianes de la naturaleza. Es a estos seres a los que dedico estas historias.

Mini resumen:


ROKUROKUBI: Las rokurokubi siempre son femeninas. Durante el día viven con normalidad bajo el aspecto de mujeres normales, generalmente jóvenes y hermosas, pero cuando llega la noche sus cuellos pueden llegar a estirarse a voluntad. Hay tres tipos de rokurokubi, las que solo buscan a sustar, las que son unas verdaderas asesinas, y las que ni siquiera saben de su naturaleza demoníaca.





DODOMEKI: Es un monstruo con múltiples ojos que cubren su cuerpo. Se dice que los ladrones y carteristas se convertiran en dodomeki al morir y habítarían en los límites de la ciudad.




GASHADOKURO: Son esqueletos gigantes de hasta quince veces el tamaño de una persona normal. Estps yokais se forman a partir de una colecta de huesos de personas que han muerto por inanición, cuyos espíritus se unen en un hambre colectiva.




KITSUNE: Según la mitología japonesa, el zorro es un ser inteligente que posee habilidades mágicas, las cuales ve incrementadas con la edad y la adquisición de conocimientos. Por lo demás, la edad, la sabiduría y el poder de un kitsune son también mayores a medida que aumenta su numero de colas, siendo el más poderoso el kitsune de 9 colas.



TEKE-TEKE: Cuenta la leyenda que una vez vivió en Japón una chica bastante miedosa de la que sus compañeros de clase siempre se burlaban. Un día, la bruma llegó tan lejos que la joven fue empujada a las vías del tren justo cuando este pasada, siendo arrollada y partida en dos por el veloz transporte. Desde entonces, su espíritu vaga por las estaciones de su país, buscando venganza por lo que le pasó...


martes, 15 de marzo de 2016

La dinámica del asteroide.

Siempre me he considerado una enamorada del personaje de Conan Doyle, Sherlock Holmes, que si no es mi personaje de ficción favorito poco le falta para eso. 
Muchas han sido las historias en las que he introducido a este personaje, sin dejar atrás a su buen amigo Watson, por supuesto. No podía dejar de dedicar no unas cuantas líneas, sino unas cuantas hojas a quien había hecho que me volviese más observadora, ja, ja, ja, ja.
Pero hoy quiero citar a otro de los grandes personajes de Doyle, un personaje poseedor de una mente no menos privilegiada que la del propio Sherlock, y sin cuya existencia, el mérito de este súper detective nunca hubiera sido el mismo. El es el Profesor James Moriarty.



La dinámica del asteroide.


La oscuridad se iba apoderando poco a poco del campus universitario de Cambridge, a pesar de los nervios que recorren mi cuerpo, me acerco lentamente a la ventana de mi despacho y me asomo por ella. Varios, cientos de jóvenes estudiantes se apresuran a abandonar las aulas, era viernes, y seguro que más de uno de ellos tenía pensado trasnochar.
“Igual que yo”, pensé al mismo tiempo que cerraba la ventana, la fría brisa del mes de noviembre me calaba los huesos, los años no pasaban en balde por nadie…
Me dirijo de nuevo hacia mi escritorio, esta vez más rápidamente, el cuero del sillón cruje bajo mi peso. Me siento cansado… El no debería venir esta noche, no debería estar aquí… No hacía mucho que había estado en su casa para advertirle, para avisarle de que si no me dejaba en paz lo mataría, acabaría con su vida al igual que hago con aquellos que me estorban o traicionan. Pero no… El tenía que ir más allá de eso, no podía parar… Tenía que meter las narices en los asuntos que no le incumbían… Siempre había sido así, no había nada que se escapara de su privilegiada mente de sabueso. Un sabueso capaz de seguir hasta los más completos pasos que yo daba, y ya empezaba a hacer tambalear todo lo que yo, durante tanto tiempo, había creado. Sabía que mi trabajo llevaba ya varios años siendo un gran rompecabezas para las más altas élites de Scotland Yard, y él no pararía hasta demostrar que yo estaba detrás de toda aquella maraña de robos y crímenes, no se detendría, jamás… Por eso tenía que ponerle fin a su existencia, no podía esperar más… Una pena, pues realmente era alguien brillante, un genio adelantado a su tiempo, como el mismo solía definirse a menudo, alguien cuya inteligencia contaba con el honor de ser comparada con la mía.
“Realmente es una lástima que tenga que morir… Pero él se lo ha buscado, por excéntrico…” Pensé, dirigiendo la mirada hacia el tablero de ajedrez que había sobre una esquina de la mesa, el próximo movimiento era suyo, pero esta vez no me ganaría… No.
Dicho instrumento de distracción descansaba sobre uno de los ejemplares del libro que me había llevado al lugar en el que me encontraba ahora, un tratado sobre el binomio de Newton que ya hace 30 años se me antojó tan pequeño a la hora de escribirlo. Estaba harto de ver copias de ese manuscrito, harto… Si tuviera que contar a todos y cada uno  de los que, de forma tan tardía, me daban la enhorabuena por él, me volvería loco. Aunque ese había sido el primero de mis trabajos escritos, no era del que más orgulloso me sentía, “la dinámica del asteroide”, mi segundo libro, sí que lo era, desde luego que sí… Nadie había sido capaz de rebatirme ni una sola de las teorías que describía en él, ni una sola persona… Mi obra era perfecta, exacta, como todo lo que yo hacía, como las matemáticas… A veces pienso que ese libro me describe perfectamente, una mente inquieta, impredecible… ¿O sí? Creo que solo con él podría mantener entretenidos debates sobre los temas que aquel escrito encerraba, sí… Quizá algún día me anime a regalarle un ejemplar, ¿Por qué no? Así le daría la oportunidad de entender un poco más mi dinámica.
De repente, un toque a mi puerta me sacó de mis tan lejanos pensamientos.
—Adelante.—Anuncié. Mi voz llenó toda la habitación, y el alumno que ahora abría la puerta, me miraba con cara asustada, como si fuera una presa que teme de un posible depredador. Sí, me encanta causar ese efecto en la gente con solo decir una palabra.
Aquel joven solo venía a preguntarme alguna que otra duda que tenía sobre la clase impartida aquella misma mañana. Se llamaba Jhon, y era un alumno muy prometedor, o al menos, eso era o que otros profesores decían, yo solo veía en él una mente curiosa que simplemente resaltaba entre las demás, que a su lado solo parecían meras ovejas…
El joven Jhon se levantó de la silla que quedaba justo delante de la mía, agradeciéndome las aclaraciones con una vivaz, aunque reservada sonrisa. Cuando se dio la vuelta pude ver el estuche negro que colgaba de su espalda.
—Disculpe, Jhon…—El joven detuvo sus pasos en seco, lo que casi le hace tropezar. No sé por qué, pero me recordó a esas tantas personas a las que había amenazado con un arma por la espalda.— ¿Qué es eso que lleva? ¿Quizá un violín?
—Oh… No, Profesor, es una viola. Esta noche toco en el Teatro con la Orquesta de la Universidad.—Me respondió orgulloso.
—Estoy seguro de que será una agradable velada.—Le respondí yo, esforzándome para que mis labios dibujaran una sonrisa que estaba muy lejos de sentir. Odiaba los violines y a todo aquel que los tocara.
El joven estudiante salió de mi despacho, volví a quedarme solo, la oscuridad cada vez era más intensa en el exterior.
Me levanté y encendí la lámpara de pie que había junto a la puerta, volví a sentarme en el sillón… Desesperado, alcancé él compás con el que había estado trabajando aquella mañana y, al ritmo de la música que ahora sonaba en la dorada gramola de mi derecha, comencé a dar pequeños golpecitos en la mesa. Cuando mi fiel amigo Moran irrumpió en el despacho, me apresuré a cubrir con una hoja de papel las cientos de picaduras que ahora cubrían el escritorio.
—¿Sí?—Casi ladré.
—Ya ha llegado, Profesor.
Mi cansado corazón dio un vuelco al oír aquellas palabras.
Rápidamente me incorporé del sillón al mismo tiempo que una alta y delgada figura atravesaba la puerta, sus ojos de rapaz se clavaron en mí, escrutándome con cierto recelo, no pude evitar regocijarme al ver en ellos ese inconfundible brillo inteligente que solo lo caracterizaba a él.
—Bienvenido…—Le anuncié amablemente, señalando la silla frente a mí, frente al tablero de ajedrez.—Hacía ya rato que le esperaba, Señor Sherlock Holmes…






lunes, 7 de marzo de 2016

Alas blancas, alas negras.

Este relato lo escribí gracias a un compañero de clase, como si fuera un desafío, ya que su estilo es muy diferente al mio.Pero como considero que los escritores, al igual que los cantantes, deben darle a todos los palos, accedí.
¡Y es gracias a esas cosas que surgen las mejores ideas! La idea que tuve me gusto tanto que espero algún día poder plasmarla en forma de novela, que se titulará precisamente así: ALAS BLANCAS, ALAS NEGRAS.
 De momento os dejo aquí ese primer texto que la inspiró.


ALAS BLANCAS, ALAS NEGRAS


Aquella cafetería apestaba… Las mesas estaban sucias y las ventanas tan cubiertas de polvo que apenas se podía ver la calle a través de ellas. Incluso la taza en la que le habían servido el café tenía el borde manchado de carmín.
Con un gesto de repulsión, apartó la taza de café de él, no tenía ninguna intención de probarlo. Mientras inspeccionaba el crepe de chocolate antes de llevárselo a la boca, sonó su teléfono. Con la otra mano lo buscó en el bolsillo de su chaqueta.
—¿Quién es?—Contestó.
Una voz femenina le respondió desde el otro lado de la línea.
—¡Jake! ¿Estás preparado?
–Claro, estoy en el sitio que me indicaste. Aunque me lo imaginaba más acogedor, no sé por qué...—Dijo mirando asqueado a su alrededor.—Pero dime, hermanita… ¿Estás segura de que son ellos?
—¡Por supuesto! ¿Acaso dudas de mí? No solo están acabando con demonios, Jake, sino también con personas, personas que han traspasado la línea que separa el bien del mal.
—El mal está presente en la tierra no solo en forma de demonio, sino también de mortal, pero eso ya lo sabemos todos…
—Nuestros hermanos parecen confundir esos dos conceptos. Tenemos que pararles los pies, ya han caído más mortales de la cuenta, papá empieza a enfadarse… Pero a enfadarse de verdad.
Jake se quedó callado, algo a otro lado de la polvorienta ventana había llamado poderosamente su atención. Dos figuras vestidas de negro avanzaban decididamente al unísono, su imponente aspecto hacía que destacaran con facilidad en medio de aquella hormigueante calle de los barrios bajos de Anchorage.
—¡Jake! Contesta, ¿qué pasa?
—Dawn, luego te llamo.—Dijo secamente, y colgó el teléfono y se levantó.
Tras la barra, una chica con más pinta de puta que de camarera, masticaba chicle con la boca abierta.
—Son dos dólares, guaperas.—Le dijo.
Jake sacó su cartera y comenzó a rebuscar en ella, sin apartar la vista de las dos negras figuras que ahora se detenían frente a la entrada de un callejón, justo delante de la cafetería. En la pared, justo en la esquina de esa entrada, se apoyaba una esquelética prostituta yonki, a la que ambos agarraron fuertemente por los brazos, arrastrándola al interior del callejón.
—¡Es para hoy! Tengo más clientes esperando.—Le presionó la camarera, impaciente.
Jake vació el contenido de su cartera en la palma de su mano y lo arrojó sobre la barra, las monedas salieron rodando en todas direcciones. Pero antes de que la chica volviera a protestar, Jake ya había abandonado aquel andrajoso local.
Cuando llegó al callejón comenzó a oír los gritos de la chica al final de él, pero estos no duraron mucho… Avanzó con grandes zancadas unos metros más, hasta toparse con aquellos oscuros hombres, que se volvieron hacia él. Aquellos tres hombres tenían un aspecto muy similar, casi idéntico. Los tres vestían pantalones, camisa y chaqueta de cuero negro. Sus ojos, de un curioso e inusual color dorado, eran enormes y penetrantes, y su estatura era imponente, alta y fuerte. Solamente el color dorado del pelo de Jake lo diferenciaba de los otros dos, que lo tenían negro como el ébano, que lo tenían negro como el ébano.
—Sabíamos que vendrías, hermanito…—Dijo uno de ellos, riendo sarcásticamente mientras guardaba una daga en su bolsillo, resplandeciente bajo la tenue luz de la farola que iluminaba el callejón.
—¿Quién te ha dicho que estábamos aquí? ¿Nuestra querida Dawn?—Preguntó el otro.
Nada más oír el nombre de su hermana hizo que la sangre pareciera hervirle en las venas.
—No metáis a Dawn en esto, Dann.—Amenazó Jake, con dientes apretados.
Ambos se miraron y sonrieron de una manera desagradable.
—Vaya, vaya, de modo que estáis los dos en el ajo...—De repente algo interrumpió la frase de Dann, que quedó a medias.
Dos coches de policía se detuvieron en la entrada del callejón, el sonido de su sirena hizo que los oídos de Jake sintieran un fino y desagradable pinchazo. En seguida, los tres hermanos oyeron como el sonido de varias y gruesas botas avanzaban hacia el fondo de la calle.  
—Te has salvado por los pelos, Jake. La próxima vez acabaremos con vosotros, con Dawn y contigo. No nos detendréis jamás.
Los dos hermanos chasquearon los dedos y se desvanecieron en el aire, Los pasos de los policías sonaban cada vez más cerca…

El cadáver de la famélica prostituta, sobre un charco escarlata que se hacía cada vez más grande sobre el suelo de la calle, fue lo último que vio Jake antes de chasquear también sus dedos.



Luna

Este minirelato surgió un día en que pensaba en los amores imposibles. ¡Espero que os guste!



LUNA


Desde pequeñito se había sentido atraído por su luz, y muchas habían sido las noches en las que se había quedado dormido mientras la observaba por la ventana… Sobre todo los días en los que algo le preocupaba, como si solo ella fuera capaz de calmar su mente y su corazón, como si solamente ella lo entendiera…
Su visión lo fascinaba, para él no había en el mundo una belleza que osara a compararse con la suya... Su reflejo lo hipnotizaba… Las noches en las que más redonda estaba tenía la sensación de que podría incluso llegar a tocarla, innumerables eran las veces en las que levantaba las manos hacia el cielo queriendo alcanzarla.
Esto era lo que Bran siempre había sentido por la luna, reconocía estar completamente enamorado de ella. Hasta que un día, sin ser capaz de pasar más tiempo de su vida separado de ella, improvisó un ligero equipaje, se equipó bien para el invierno, y, tras despedirse de su familia, salió en busca de su tan deseada luna.
Durante largos y duros días estuvo caminando por los páramos y bosques que tan infinitos se extendían ante él, y noche tras noche se quedaba dormido con la vista fija en el cielo, maldiciendo aquellas nubes que en ocasiones tan impertinentemente se interponían entre él y su amada luna. A Bran no le importaba el frío, ni el calor, ni que la lluvia calara sus ropas mientras seguía caminando hacía su tan inalcanzable destino, lo único que lo animaba a seguir adelante era pensar en el mágico momento en el que por fin pudiera estar junto a ella… Pero el tiempo pasaba, y los años pasaban… Y nunca la alcanzaba…
Una noche, mientras seguía un escarpado camino de roca que se perdía en las montañas, Bran vio a un anciano sentado en la entrada de una cueva. Su barba era larga, espera, y tan gris como las pobladas cejas que cubrían sus ojos rasgados. Vestía una túnica gris, y zapatos del mismo color.
—¡Hola, chico!—Lo saludó con una dulce pero enérgica voz.—Estás muy lejos de todo. ¿Hacia dónde te diriges?
—Vengo desde Ándalon, estoy buscando a la luna.—Respondió el chico, sentándose en otra roja junto al anciano.
—¿A la luna dices?
—Si, a la luna. Estoy enamorado de ella.
Aquel hombre lo miraba sorprendido, como si hablara con un loco, pero después su expresión cambió, y con su huesuda mano le hizo una señal para que se acercara.
—Ven, acércate a mí.—Bran se acercó aún más a él y el anciano puso su mano sobre su pecho, sobre su corazón. De repente sus ojos se abrieron de manera sobrehumana.—Esto que te sucede no es ningún capricho pasajero, muchacho. Realmente estás enamorado.—Le dijo.—¿Cuánto tiempo llevas buscándola?
—Varios años, y nunca llego a estar más cerca de ella de lo que estoy ahora.
Aquel hombre le sonrió, mostrando unos hermosos dientes blancos a través de sus finos labios.
—Te entiendo. Yo seguí al agua una vez, también estaba enamorado.
—¿Y lograste alcanzarla?
—En cierto modo si…—Suspiró.—Si quieres te daré un consejo, muchacho.
—Claro, ¿cuál es?
—Tienes que tener algo que ofrecerle a la luna para que ella venga a ti. No esperarás poder alcanzarla y seguirla subiendo al cielo, ¿verdad?
Bran no había pensado en eso.
—Es cierto. Mientras este allí arriba jamás la podré alcanzar. Todo lo que tengo por ofrecerle es lo que llevo en mis fardos.
—¿Me lo enseñas?—Le preguntó el anciano.
Un par de manzanas secas, pan duro, una gruesa manta, unos zapatos de repuesto y algunas herramientas de trabajo eran lo único que abultaban las bolsas de Bran. Desanimado, el chico volvió a guardarlas y a anudar las bolsas.
—Con esto que tengo no será suficiente para que la luna venga a mí.
—¿Por qué no? Con estas herramientas podrás construirle lo que seguramente necesitara ella aquí en la tierra: Una casa.
Bran lo miró con los ojos muy abiertos, sorprendido.
—Una casa... ¡Es cierto! Puedo construirle una casa en la que los dos podamos vivir.
—Claro, eso justamente.
—¡Pero eso me llevará años! Tardaré años en construir toda una casa yo solo...
El semblante del joven volvió a entristecerse, hasta que la delgada mano del anciano se posó sobre su hombro, transmitiéndole una sensación reconfortante y segura.
—¿Qué son esos años al lado de poder pasar todos los del resto de tu vida junto a lo que amas?
Era cierto. Después de todo, ya llevaba varios años caminando para poder alcanzarla.
—Tienes razón.
—Pues será mejor que empieces ya, chico.—El anciano no dejaba de sonreír, mostrando sus blancos dientes.—Eres fuerte y joven, seguro que la terminas enseguida. Quizá antes de lo que imaginas.
Bran se levantó rápidamente, recogió sus fardos del suelo y volvió a cargarlos sobre sus hombros.
—¡Claro que sí! ¡Comenzaré ahora mismo! Gracias... Disculpe, ¿cuál es su nombre? Si no le importa que se lo pregunte, claro.
—Claro que no me importa que me lo preguntes, siempre que no te importe que no te conteste. Si conoces mi nombre tendrás poder sobre mí, ¿no?
—Ah, ¿sí?
—Sí, si conoces el nombre de alguien tendrás poder sobre él, y hará todo lo que tu desees.
Esas últimas palabras del anciano estuvieron presentes en la mente de Bran durante los cuatro años que duró la construcción de la casa para su amada luna. Durante esos años trabajo desde la mañana a la noche, y cuando ya la tubo acabada, culminó todos los detalles de su interior: La chimenea con su reja, las habitaciones con sus camas y sus muebles de madera de cerezo, los pasillos cubiertos por cálidas alfombras de piel de oso… En total la casa contaba con siete habitaciones, un salón, una terraza, un sótano y una cocina enorme. Y toda ella, desde el suelo hasta el tejado, estaba construida totalmente de madera.
Una vez estuvo totalmente acabada, Bran se instaló en ella y comenzó a preparar la primera cena que degustaría en ella, por supuesto, para dos. Decoró el enorme salón con manteles blancos sobre los que colocó hermosos candelabros, tallados cuidadosamente en madera, que lo iluminaban. Cuando terminó, se dirigió hacia la ventana que daba al lago de la parte de atrás de la casa. Sobre su cristalina agua el reflejo de la luna llena resplandecía como si fuera de plata.
—Luna, aquí tienes todo lo que te ofrezco. Si bajases a compartir esta cena conmigo, yo sería el hombre más dichoso de la tierra. Te estaré esperando, tuya es la decisión.—Dijo mientras miraba al cielo.
Volvió a entrar y se sentó en una de las sillas que presidian la mesa. Y esperó, y esperó....
No pasó más de media hora cuando un suave golpe en la puerta lo despertó de la ensoñación que le provocaba mirar fijamente las llamas de las velas. Rápidamente se dirigió hacia la puerta y la abrió, ante él estaba la más hermosa visión que había podido tener en su vida: Una chica descalza, de piel blanquísima y ojos negros como la noche. Su cabello, del color de la plata líquida, caía como una cascada sobre sus delicados hombros, hasta casi llegar a sus rodillas. Vestía una inmaculada túnica y, parada en su puerta, miraba a Bran y sonreía. Aquellos labios dejaron sin aliento al joven.
—Buenas noches—Lo saludó.
—Hola, buenas noches. ¿Quién eres?—Le preguntó él, casi tartamudeando.
—Soy la luna, hace una hora me ofrecías una cena desde tu ventana, he decidido aceptar tu invitación. ¿Puedo pasar?
Bran sintió una enorme alegría en su corazón al escuchar esas palabras.
—¡Claro, claro! Adelante.—Le ofreció emocionado.—La cena está lista, te estaba esperando.
Durante toda la cena estuvieron hablando de ellos. La luna tenía una melodiosa voz, tan fina y delicada como ella misma. Mientras Bran le contaba los años que había pasado buscándola, ella lo escuchaba silenciosa. Fue la primera vez en mucho tiempo en la que el joven se sintió importante. Ella era perfecta, inteligente, divertida, sabía escuchar, y lo entendía... Pero no era humana, no le podría corresponder jamás…
Sobre las tres de la madrugada la luna le dijo:
—La cena estaba estupenda y ha sido una grata experiencia conocerte, Bran. Pero me tengo que marchar, la noche no debe de seguir sin luz por mucho más tiempo, además, se acerca la hora en la que me toca desaparecer hasta mañana.
Ella se levantó de la silla, se acercó a Bran y le dio un cálido beso en la mejilla.
—Buenas noches, Bran. Y gracias.
—¡Espera! Por favor. ¿Puedo hacerte una última pregunta?
—Sí, claro. Dime.
—¿Cuál es tu nombre?
Ella lo miró cariñosamente, y le contestó:
—Selene. Me llamo Selene.
A partir de esa noche, Selene y Bran compartieron dos noches a la semana en aquella casa de madera. El paso del tiempo hizo que la luna comenzara a compartir el mismo sentimiento que Bran, quedando ya unidos para siempre.


sábado, 5 de marzo de 2016

¡Dragos ya está disponible en Amazon!

¡Hola a todos!
Quería deciros que mi primer libro, DRAGOS, ya se encuentra disponible en formato Kindle en la tienda de Amazon.
Como oferta de promoción, del día 7 al 11 de Marzo podréis descargarlo totalmente gratis. Espero de verdad que os guste mi historia, estoy encantada de compartirla con todo aquel que quiera leerla.

¡Aquí os dejo el enlace!

DRAGOS