Al principio pensé que aquella extraña sombra solamente era
producto de mi imaginación, pero no tardé mucho en descartar aquella idea.
Desde la ventana de mi habitación pude ver claramente cómo iba tomando
forma, como desplegaba una especie de alas como queriendo saludarme, y como lo
que parecía ser un pico curvo se distinguía claramente en la masa negra que muy
probablemente era cabeza. ¿Un águila en medio de esta gran ciudad? No,
imposible… ¿O no?..
Ya llevaba varios minutos observándola,
¿qué era aquella sombra? ¿Quién o qué la proyectaba? ¿De dónde venía?
Quizá mi sabia abuela tuviera razón y mi imaginación era más poderosa que mi
concentración a la hora de centrarme en los estudios, pero el caso era que
aquella caprichosa forma parecía bailar al ritmo de la música que salía de mis
auriculares. ¿Era posible que la estuviera escuchando?
Sacudí la
cabeza mientras me decía a mí mismo lo tonto que era, ¿cómo podía siquiera
imaginar esas cosas cuando debería estar estudiando? Dejar de mirar aquel
suceso tan extraño me costó un esfuerzo tremendo, tanto que aún me resultó casi
imposible no dirigirle fugaces miradas de reojo, pero pasados unos minutos la
responsabilidad gano terreno a la fantasía. A duras penas seguí estudiando.
El examen
final de matemáticas era dentro de dos días, y aquellas dichosas decimales
seguían atascadas en mi cabeza. Casi sin darme cuenta, alargué la mano y cogí
una de las manzanas que tenía sobre el escritorio, mi madre estaba obsesionada
con que comiera frutas, y para merendar no me costaba trabajo hacerlo. Pero en
vez de llevármela a la boca lo que hice fue dar pequeños rebotes sobre la mesa
con ella, a la vez que repetía mentalmente la lección para memorizarla mejor.
Cuál fue mi sorpresa cuando, al levantar de nuevo la vista, vi como aquella
sombra movía su cabeza de lado a lado con cada rebote de la manzana.
Lentamente
me levanté y saqué la cabeza por la ventana, quería verla más de cerca, aunque
de nada me sirvió, ya que la pared sobre la que se proyectaba continuaba
estando a varios metros de mí. De repente su movimiento se detuvo, ¿me había
visto? ¿Sabía que la estaba observando?
Durante
cinco largos minutos mantuve la vista clavada en aquella sombra que seguía sin
moverse… Cosa que me hizo pensar que quizá sería una figura que alguien había
colocado en su tejado, después de todo, las fiestas navideñas se acercaban y
había demasiada gente previsora. Pero no… Me equivocaba, porque lo que vi a
continuación me hizo dejar de respirar…
Aquella…
¿Aguila? Se movió, se puso en pie, y con sus cuatro patas… Sí, sus cuatro
patas, comenzó a caminar sobre el tejado, acercándose a mi ventana. Finalmente,
dejó atrás una hilera de chimeneas y se dejó ver, ¿qué demonios era aquello? No
era un águila, o al menos no completamente, pues aparte de sus dos patas
delanteras, totalmente fieles a la naturaleza de las aves, contaba con cuartos
traseros de león.
Lentamente
descendió del tejado y se acercó a mí, mirándome con aquellos ojos astutos,
haciendo balancear mi realidad con cada paso que daba. Al principio sentí
temor, tanto que me dejé caer hasta sentarme sobre el alféizar, pero aquella
sensación fue corta. Cuando la extraordinaria criatura estuvo lo
suficientemente cerca de mi pude apreciar la gran bondad que se reflejaba en su
rostro, sus picudas orejas estaban inclinadas hacia atrás, y las garras de sus
patas encogidas. Estaba claro que no quería hacerme daño, o al menos ese fue el
mensaje que recibí.
Quizá me
sentí más valiente de lo que hubiera debido, pero el siguiente en avanzar fui yo. Despacio, muy
despacio… Con sumo cuidado para que mis deportivas no patinaran sobre las
tejas. El águila se agachó, esperándome, mirándome con su cabeza ladeada. Su
gran ojo dorado me inspiraba amabilidad, parecía una criatura mansa, y en
seguida sentí el irrefrenable deseo de acariciarla. Y aquella muestra de cariño
pareció gustarle, pues empezó a restregarse contra mi mano como lo haría un
gato o un perrito manso. Con mucho cuidado fui alargando las manos hacia sus
alas de color pardo, y estas eran grandes, enormes, y sus plumas laaaargas…
Como esas que siempre salen en las películas animadas de televisión sostenidas
por la graciosa caricatura de algún famoso escritor.
Tras
largos minutos haciéndole carantoñas su atención se centró en mi mano
izquierda, la mano en la que tenía la manzana. Su mirada fue cambiando, de mi
cara, a mi mano, de mi mano, a mi cara, ¿era posible que quisiera la manzana?
¿Tenía hambre y me la estaba pidiendo? ¡Sí! Deje la pieza de fruta en el suelo
y me alejé unos pasos, hasta que no le di permiso no se agachó a cogerla.
Apenas la masticó, ¡pero que idiota soy! Tenía pico, ¡no podía masticarla!
Totalmente
fascinado no pude más que rendirme ante tan maravilloso espectáculo. Un grifo…
Un auténtico grifo estaba en el tejado de mi casa, ¡y además comiéndose mí
merienda! ¿Seguro que no estaba soñando? No… De haber estado soñando no habría
tenido miedo de saltar de aquel tejado, pero en aquel momento,
aquella fría brisa que me barría la cara me hacía sentir totalmente despejado,
tanto que incluso empecé a plantearme qué era lo que hacía aquella criatura
mitológica en mi ciudad, pues para mí ya era tan real como mi próximo examen.
En más de
una ocasión, aquella criatura levantó su emplumada cabeza, con las orejas
erguidas, observando con una gran curiosidad a los pequeños gorriones que
sobrevolaban los tejados. De repente sentí un gran cariño por aquel animal,
cariño y admiración. Durante lo que me parecieron horas estuve caminando,
siguiendo los pasos de aquella criatura tan especial que parecía disfrutar de
mi compañía, recorriendo los tejados del vecindario con una facilidad que
incluso a mí me sorprendió. Era como si aquel día todo me saliera bien, no me
sentía para nada torpe, me llegué a sentir un auténtico malabarista, incapaz de
caerme del tejado. Me fijé en las calles, completamente desiertas bajo mis
pies, bajo mi sombra que ahora parecía tan grande como la de un gigante debido
a las alturas. Era como si aquella visión, aquella visita mágica hubiera estado
solamente reservada para mí.
Con dos
grandes zancadas me volví a acercar a mi nuevo amigo, que raudo volvió a
olisquear mis manos, seguramente en busca de más manzanas. Me agaché a su lado
y me senté como pude, él lo hizo a mi lado, fue entonces cuando, con las más
dulces palabras que jamás habían salido de mi boca, le pregunté que de dónde
venía. Para mi sorpresa, sus orejas se irguieron y sus ojos volvieron a
clavarse en los míos, escrutándolos suplicantes. ¡Me había entendido!
De un
salto se levantó, haciéndome unas claras señas para que lo siguiera, como lo
haría un perro rastreador con el cazador. Lo hice sin dudar.
Con una
sorprendente agilidad felina me guío hasta la hilera de chimeneas de la casa
vecina, a las cuales no tuve problemas de acércame debido a que las casas de mi
vecindario son pareadas, nunca creí que fuera a agradecer tanto aquel detalle
tan simple. Justo bajo la última de ellas pude ver como una gran placa metálica
se apoyaba en ella. Fue ante aquella lámina donde se detuvo mi amigo.
Sin pensármelo dos veces me acerqué a la chimenea y me agaché
ante ella, Justo a su lado había un montón de placas, seguramente
pertenecientes a algún vecino que se encontraba reparando los canalones del
tejado. Sin duda el metal se había movido de su sitio debido al gran viento de
la noche anterior, quedando atascada entre la chimenea y dos tejas
superpuestas.
No me
costó mucho retirarla, pero solo cuando la hube movido dos centímetros, una
cegadora luz salió de debajo de ella. Confundido me detuve, ¿qué era aquello?
¿De dónde venía aquella luz? Bueno… Después de conocer a un grifo me iba a
sorprender de ver una luz procedente de un lugar imposible?
Cuando
terminé de retirar la placa descubrí la fuente tan inusual resplandor. Un
pequeño vórtice color verde esmeralda, de un tamaño lo suficientemente grande
como para que yo me hubiera podido introducir en él, parecía penetrar en el
tejado. Aquello no me asustó, solo me hizo sentir más confundido todavía.
Cuando volví
a mirar al grifo este me devolvió la mirada, sus ojos de ave no le permitían
expresar ningún tipo de emoción, pero a mí me dio la sensación de que si lo
hacían. Me mirada nervioso, triste, suplicante… ¿Era aquella la entrada a su
mundo? ¿Era aquella luz una puerta hacia otra dimensión, de la cual mi amigo
había salido y no había podido volver a causa de aquella placa metálica? ¿Era
posible que aquel mundo mágico del que el procedía estuviera tan relativamente
cercano al nuestro?
Con una
rápida caricia lo animé a entrar, a volver, pero él no se movió, siguió
observándome silencioso, inmóvil, majestuoso… No pasó mucho tiempo hasta que
empezó a dar los primeros pasos hacia la chimenea, dispuesto a entrar en el
vórtice, pero antes de hacerlo me dio las gracias con un suave toque de su pico
en mi mejilla. Aquel roce me produjo un cosquilleo que no había sentido nunca,
jamás me habían agradecido nada tan sinceramente como lo había hecho él.
Después se volvió, y de un salto desapareció del tejado, de mi mundo… La
verdosa luz no tardó en extinguirse tras la despedida.
Me sentí
confundido, emocionado, triste… Dentro de mí se libró una batalla entre la
fantasía y la coherencia, tan fuerte que incluso la cabeza me empezó a doler. ¿Era posible que lo
hubiera soñado todo? Casi temeroso, pasé las manos por los ladrillos de la
chimenea, eran normales, estaban fríos, no había sobre ellos ningún signo que
revelara que ningún vórtice se hubiera abierto sobre ellos.
No sé
cuánto tiempo permanecí ante aquella chimenea, ya sin vida, vacía, como todas
las demás… Solo sé que cuando volví a entrar en mi habitación el sol ya se
estaba poniendo, todo empezaba a estar oscuro. NO me acerqué al escritorio,
solo me dejé caer pesadamente sobre la cama, aunque sinceramente creo que si lo
hubiera hecho sobre el suelo me hubiera quedado igual, no me hubiera enterado
de nada, en aquel momento ni sentía ni padecía… El sueño no tardó en apoderarse
de mí.
Cuando
desperté a la mañana siguiente me dolía todo el cuerpo. Giré la cabeza y
descubrí la ventana abierta, el frío de la noche me había calado hasta los
huesos. Aún sin incorporarme recordé lo sucedido la tarde anterior, y de nuevo
las mismas dudas asaltaron mi mente, ¿lo había soñado todo? ¿Había visto algo
en la televisión que me hubiera llevado a imaginarme todo aquello? La respuesta
era negativa, pues cuando me levanté de la cama descubrí, sobre el suelo de mi habitación, una enorme
pluma de color pardo. Con manos temblorosas la recogí, era suya… No había
soñado, aquel mitológico animal había estado sobre mi tejado, ¡sobre el de mis
vecinos! Había jugado conmigo, se había dejado acariciar por mí, ¡se había
comido mi merienda!
Tan
embelesado me quedé con aquella pluma que no me di cuenta de la hora que era.
Miré el despertador, ¡no había sonado! Rápidamente me cambié de ropa y empecé a
preparar los libros de clase, se me hacía tarde, ¡llegaba tarde! Pero me daba
igual…
Justo
antes de salir de la habitación me volví hacia el escritorio, sobre el que había
dejado la pluma.
“Quiero
ir allí, quiero volver a verlo”, me dije a mí mismo, ¡me aseguré a mí mismo!
Quizá algún día me atreviera a cruzar aquella puerta, si volvía aparecer… Yo la
estaría esperando. Si… Quizá lo hiciera, si él había podido cruzar aquella
puerta yo también. ¿Sentía miedo? Un poco, pero, ¿era cobarde? No… Me gustaban
las aventuras, bastante además, y aquella bien merecía un suspenso.
Me encantan los grifos <3
ResponderEliminarParece un prólogo de algo más ;)
Que bueno que te gustes! A mi desde siempre me han fascinado de alguna manera, me parece un animal super elegante y hermoso.
EliminarEn un principio no pensaba continuar esta historia, solo surgió de mi cabeza una tarde, sin más. Pero al ver lo mucho que ha gustado este relato quizá me anime a continuarlo! Jajajajaja.
Gracias por comentar, amiga.
Guau! Me encantó tu historia. La has escrito taaan bien que no he podido despegar la vista de la pantalla. Esto podría ser el principio de una gran historia. Un saludo Ana!
ResponderEliminarHola, Fátima!
EliminarMe alegra mucho eso que me dices! El relato me quedó más largo de lo que en un principio me estaraba y temía que se hiciera un poco pesado al leerlo.
Un besote!
Ayyy, ese portal a la fantasía que todos hubiésemos deseando encontrar alguna vez en la vida y que a muchos guionistas y escritores les ha dado material para crear sagas enteras… Nuestro protagonista ha tenido la suerte de conocer a una de esas fantásticas criaturas del otro lado y, no me extraña que el resto de su vida la vida esperando que vuelva a aparecer, para atravesarlo. Muchas veces, las oportunidades hay que aprovecharlas cuando se presentan, ¿no te parece? Desde luego, por lo que a él respecta, bien vale un suspenso, aunque para ti, es un aprobado y con buena nota. ¿Tendrá continuación?
ResponderEliminarBesos
Ah, y una ilustración preciosa, hasta con el detalle de la manzana. ¿La has hecho tú?
Hola, Isidoro!
EliminarVerdad? Quién no ha soñado de niño encontrar una puerta tan especial? En nuestros sueños seguro que lo hacíamos todas las noches!
Como ya le decía a Alhana, la historia no tiene continuación, simplemente se me ocurrió y la escribí. La mitología siempre me ha llamado mucho la atención, sobre todo las criaturas tan fantásticas que salen en sus leyendas. Los grifos son una especie de híbridos que siempre me enamoraron y, a diferencia de las otras criaturas como sirenas, unicornios, dragones, dioses... No tenían el suficiente protagonismo en las leyendas, y yo se lo he querido dar. Fue precisamente buscando imágenes de grifos en internet cuando me encontré con esta (ojalá la hubiera hecho yo! Jajajajaja), y fue la que me inspiró para escribir el relato, me encantó su combinación entre mitología y actualidad.
Me parece super romántica la idea de que el protagonista vuelva a encontrar el vórtice al cabo de muchos años, quién sabe, quizá algún día me anime a seguirla!
Un abrazo y muchas gracias por tus palabras, amigo!
PD: Disculpa las faltas, lo he escrito desde el móvil y el editor de texto me ha jugado alguna mala pasada. Pero bueno, se entiende, ¿no?
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato ,Ana.
ResponderEliminarSiendo desde la India. No tenemos este ambiente que hable español así siempre entró en línea y agrego páginas así para que pueda aprovechar de la lectura... Las narraciones de cosas pequeñas ,lo has hecho muy bien.. Te felicito mucho por enorme trabajo que has hecho.. Espero leer más. Esta obra tuya me ha traído mi infancia de nuevo... Y quisiera decir que perdemos o dejamos de ser niños pero nunca perdemos la infancia....
Buenas tardes, Abdul!
EliminarDe verdad no sabes cuanto me alegra que te haya gustado el relato, esos sueños y recuerdos de la infancia no los deberíamos perder nunca, como tu bien dices, esa parte de nosotros nunca la perdemos.
Es todo un placer para mí que desde un país tan lejano a España como es la india me leas. Espero seguir haciéndote sentir así de bien, o trayéndote tan buenos recuerdos con mis escritos. Un saludo!